Opinión
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El vestidor
E

l 23 de diciembre de 1983 se estrenó la versión mexicana de El vestidor de Ronald Harwood en el Teatro de los Insurgentes bajo la dirección de José Luis Ibáñez y llevando en el elenco a Ignacio López Tarso, Héctor Bonilla, Mercedes Pascual, Maricarmen Vela y Verónica Langer. Por alguna razón yo no la vi, pero pienso que tanto Ibáñez como su escenógrafo David Antón, por la cercanía con el estreno en Broadway, tuvieron muy en mente la escenificación estadunidense para llevar a cabo la suya. Ahora la repone como productor el Centro Deportivo Chapultepec, AC, en su muy cómodo y bien dotado escenario, bajo la dirección de Alberto Lomnitz y con Héctor Bonilla repitiendo obra, pero en el papel que antes hizo López Tarso, lo mismo que Verónica Langer en el rol que en esta nueva versión interpreta Andrea Riera.

La historia de la decadencia de un actor viejo y enfermo que mezcla en su mente, de manera grotesca y triste, los papeles shakespereanos y se niega a descansar sigue vigente porque, al fin y al cabo, es un homenaje a los actores y, desde luego actrices, pero de ellas no trata la obra. Las compañías inglesas de teatro tienen o tenían una especie de valet para asistir a sus grandes actores, como el de este caso al que llaman, sin duda por el título de sir que le otorgó la corona británica, como suele hacer con sus artistas notables, Su Señoría. Hubiera sido muy bueno que en el programa de mano se diera fecha y lugar en que transcurre la acción, porque posiblemente muchos espectadores jóvenes se confundan ante la idea de alarmas y bombardeos nazis, para ellos tan lejana como para los adultos serían los tiempos de Mari Castaña.

Se utiliza la traducción de José Luis Ibáñez en revisión y adaptación de Lomnitz. Ignoro en qué consista la adaptación del director, a menos que sea esa especie de prólogo en que un barrendero, que no tiene nada que hacer en la trama, pide que se apaguen los celulares. La escenografía de Ingrid Sac, aparte del camerino en que se desarrolla la acción, consiste en un inútil puente superior que va a dar a una escalera a la izquierda del espectador, derecha del camerino, con lo que la acción escénica se carga del centro hacia el lado contrario. Por cierto, la escenógrafa debería tener más cuidado con los elementos de su trabajo, ya que la puerta de acceso, bien que esté rota para dar mayor impresión de compañía en tránsito, pero la pintura escénica con que se la cubrió es verdaderamente lamentable. En cambio, los otros diseños, el de iluminación de Hugo Miguel González, el de vestuario a cargo de Estela Fagoaga, el diseño sonoro y la canción original de Joaquín López Chas y el diseño de maquillaje y peinados de Mario Zarazúa y Marisela Estrada, son muy buenos.

Alberto Lomnitz no es un buen director de actores, a pesar de sus éxitos con Seña y verbo y más bien su interés está en el trazo escénico, aunque aquí comete el serio error de lanzar el rico cubrecama por el foro, con lo que rompe toda idea de realismo, además de que no se explica el contraste entre ese cubrecama y el deteriorado sillón que pertenece a la compañía a juzgar por el hecho de que lo preparan junto a los baúles para continuar la gira. Tampoco es convincente que el ruido de la tempestad sea dado por un tambor y dos palos, cuando ya en esa época había otros medios para lograrlo.

Héctor Bonilla ha demostrado a lo largo de su trayectoria ser un buen actor formal, pero a saber si porque el personaje requiere un actor vivencial (según la diferencia que estableció Héctor Mendoza) o por el peso de dar dos funciones diarias en tan difícil papel, no logra proyectar de manera convincente los matices de Su Señoría. Bruno Bichir como Norman exagera de manera muy desagradable sus gestos y amaneramientos, con lo que agravia a los homosexuales en general en sus intentos de arrancar risas (desconozco como estaba Bonilla, pero estos no son tiempos de burlarse de la población gay). Verónica Langer como Magde y Pilar Ixquic Mara como la Señora muy bien en sus roles sin mayores complicaciones. Arturo Reyes, muy desperdiciado como Geoffry. Bien a secas Cristóbal García Naranjo como Oxenby y Alfonso Bravo como miembro de la compañía, mientras Andrea Riera incorpora a una graciosa Irene.