Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 10 de noviembre de 2013 Num: 975

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bachofen o la
mitología paradójica

Mauricio Beuchot

A la memoria de
David Gris

Juan Gabriel Puga

Nicanor: de cantera
de cantores

Enrique Héctor González

El ajusticiamiento
de Taurino López

Agustín Escobar Ledesma

Jorge Carrión y
la revista Política

Marta Quesada

Las ilusiones perdidas:
Fellini 20 años después

Carlos Bonfil

Coordenadas de
una amistad escrita

Cristian Jara

Dos poemas
Spiros Katsimis

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
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Bachofen o la
mitología paradójica

Mauricio Beuchot

Johann Jakob Bachofen fue uno de los pilares de la antropología, sobre todo en lo tocante al estudio del símbolo, especialmente el mito. Aquí deseo destacar sólo algunos puntos de su pensamiento, aprovechando para hacerle un pequeño homenaje, siguiendo a mi amigo Andrés Ortiz-Osés, que lo ha estudiado tanto. Bachofen nació en Basilea el año 1815. Estudió Derecho y Filosofía en Berlín. Allí fue alumno de Schelling, quien también atendió mucho a la mitología. Asimismo, tomó clases con el historiador l. von Ranke. En 1842 era profesor de Historia del Derecho Romano en la Universidad de Basilea, donde enseñó bajo el influjo de F. von Savigny. Además recibió el de otros estudiosos de la mitología, como G. F. Creuzer, G. F. Herder, J. J. Görres y K. o. Müller. Él mismo influyó en L.H. Morgan y, a través de él, en F. Engels. Igualmente, en Nietzsche. Murió en 1887.

Fue célebre por su obra El derecho materno (1861), en la que plantea que el matriarcado fue el régimen más antiguo y que había una mitología primitiva de índole femenina, sobre una madre original. La mitología, para él, se articula en torno a lo matriarcal-patriarcal. Así, tenemos lo telúrico o ctónico y lo uránico o celestial. La tierra y el cielo. También lo dionisíaco y lo apolíneo, que recogió Nietzsche, aunque en él fueran un tanto distintos. Sus estudios antropológico-etnológicos se articulan a través del símbolo y el mito. Estudió mucho la simbólica sepulcral y la doctrina de la inmortalidad en los órficos. Es decir, estuvo obsesionado por la muerte.

Bachofen fue un pensador romántico y profesó la filosofía del lenguaje propia del romanticismo. El lenguaje es la madre del espíritu, y llega a decir: “Todo es lenguaje”, anticipándose a H. G. Gadamer. También tiene una concepción romántica de la hermenéutica, como la de Schleiermacher, en la que el panlingüismo lleva a la panhermenéutica, la cual hace pasar los hechos brutos a hechuras humanas, esto es, a hechos interpretados (lo que Nietzsche llevará al extremo al decir: “No hay hechos, sólo interpretaciones”). Por eso Bachofen hablaba de hechos mitológicos, lo que después Ricoeur denominará hechos humanos, que son los referentes o significados de los mitos, y no los hechos físicos.

Su visión hermenéutica del lenguaje lo hace concebirlo como articulación simbólica de la realidad. Es decir, el lenguaje es símbolo del mundo. No busca ser mero signo suyo (como diría Wittgenstein en su primera época), sino su símbolo, con la mayor carga de significado.

Bachofen quería una antropología cultural, y con ella se anticipó a Jung, pues de alguna manera buscaba los arquetipos culturales (que también son de la psicología profunda) en los mitos, los cuentos y las consejas. Embona con la noción de tradición de Hans-Georg Gadamer. Bachofen entresacaba, pues, todos estos datos de la historia misma, lo cual hacía decir a sus críticos que construía los hechos, que los interpretaba a su conveniencia, pero solamente estaba reconstruyéndolos, como lo sabe todo hermeneuta. La historia es un bosque y él sabía escuchar el rumor de sus árboles. Así obtenía datos que los otros no.

Al investigar la historia del derecho romano, Bachofen se dio cuenta de que lo más arcaico era el derecho materno. Y también encontró que había una mitología femenina original. Según él, lo primero fue un orden naturalista nómada, indiferenciado, con Afrodita como símbolo de promiscuidad; luego vino un orden agrícola matriarcal, simbolizado por Demeter y Ceres (con su hijo Dioniso); y después un orden patriarcal greco-romano-cristiano, que entronizó la razón y el derecho positivo estatal. Bachofen rechaza por igual el irracionalismo sacrificial del derecho materno y el racionalismo abstracto del paterno.

En El derecho materno es el primero en oponerse a la idea de que la familia monogámica y patriarcal es la natural, y señala que se ha pasado de un régimen matriarcal (mediterráneo o preindoeuropeo) a uno patriarcal (indoeuropeo y semita). Nietzsche leyó el libro de Bachofen sobre la simbólica sepulcral, texto que vino después de su estudio sobre la idea de inmortalidad de los órficos.

En sus estudios sobre la simbología funeraria, Bachofen se centra en lo que resucita o hace volver a la vida. De ahí su interés por el Dioniso de los órficos, que regresa a la existencia a pesar de que fue descuartizado por los Titanes y a partir de sus trozos, de sus fragmentos. El orfismo es intermediario entre Dioniso y Apolo, y en él Dioniso simboliza la vida después de la muerte. Igualmente las palingenesias o el eterno retorno, que es la regeneración del muerto. A esto asocia a Diógenes el cínico, en su tonel, ya que este último era el símbolo del útero materno y morir era retornar a él, y revivir era adquirir una protuberancia fálica a partir del útero de la madre, como ocurre a Dioniso a partir de Deméter. Diógenes tenía un régimen materno natural y dionisiaco, por eso no quería a los apolíneos Sócrates, Platón y compañía.

Se llega a llamar a Dioniso “sol en el infierno” o “en el hemisferio nocturno”, indicando así su naturaleza paradójica. Resulta que Dioniso llega a adquirir características de Apolo. Pero recordemos que quien los reúne o reconcilia es Hermes. Por eso la hermenéutica tiene un carácter paradójico: critica aceptando y explica comprendiendo.

Bachofen se fija en la tauromaquia, que es un rito materno: la gran madre monta el toro fértil en Creta. El toro es Dioniso, el animal valioso, que cohabita con Tetis, la madre-mar. De modo que también aquí se balancea lo matriarcal y lo patriarcal.

Y eso nos hace ver que la hermenéutica tiene ese carácter paradójico y dialéctico, de coincidencia de los opuestos, de encuentro o reunión de los extremos. Conjunta y equilibra los significados (el unívoco y el equívoco en el análogo), en algo que solamente podría llamarse una hermenéutica analógica.