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Existiré como leyenda, porque soy de verdad, afirma Cepillín, quien vive un renacimiento asistido

Ser payaso es lo máximo; la Iglesia lo acepta y los doctores lo recomiendan

Fui famoso, pero no vivo del ayer; el niño de esta generación apenas me está conociendo

Lo que se hace en televisión en la actualidad es un degenere; hay majadería, ofensa

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Cepillín, flanqueado por sus hijos, Cepi y FrankyFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de noviembre de 2013, p. 8

Mientras haya niños habrá payasos, dice Cepillín, personaje que, por medio de la música, del circo, de la televisión y del espectáculo, ha permanecido en el gusto de al menos tres generaciones.

Con 27 discos, más de mil programas de televisión, tres películas y shows, con los que ha dado la vuelta al país unas seis veces, el espigado payasito es una especie en peligro de extinción, ya que a lo largo de su carrera ha sido emisor de mensajes para los niños, terreno en el que las semillas que ha sembrado han germinado y florecido en buenas personas. Es ya una efigie popular, cuyo leit motiv es promover el valor de la inocencia.

Habla como adulto; canta como niño. Se pintó la cara por primera vez en una facultad de odontología, en una campaña dirigida para el cuidado de los dientes de los niños. Eso devino su primer empleo en la televisión de Monterrey.

A la fecha, afirma, se maquilla con la misma pasión que la primera vez, porque ser payaso es lo máximo. Además, la Iglesia lo acepta y los doctores lo recomiendan, comenta en una charla en la redacción de La Jornada, donde más de uno se tomó con él la foto del recuerdo.

Cepillín es Ricardo González. Es el mismo, pintado o despintado; la única diferencia, el maquillaje, dice mientras muestra su breve ritual de cubrirse con media cara de color negro.

“No soy el mejor payaso, pero sí el que más se ha fregado (trabajado). No hay nadie que diga que he dejado de hacer un show, así esté enfermo. Nadie podrá decir que me contrató y no fui”, confirma.

Teatros cerrados y al aire libre; plazas, circos, programas de televisión, hasta foros como el del Madison Square Garden en Nueva York, presentaron a Cepillín. Pero más que esa trayectoria de 40 años, lo que más lo satisface es quedarse en el corazón de la gente.

No quiere ser mito

Ricardo ahora tiene 67 años. Es ya de la tercera edad, aunque no para pedirle a (Miguel Ángel) Mancera o a (Enrique) Peña Nieto que me den mi credencial (de adulto mayor) y mis mil pesos al mes, bromea, porque sabe que existirá como leyenda, pues él es de verdad.

“Lo único que no aceptaría –refiere Ricardo, mientras muta en el simpático clown– es que me consideren un mito, porque eso sería que soy como una mentira. Una leyenda, sí, por lo que sé que es una responsabilidad”.

No obstante, considera: He notado el paso del tiempo, aunque siga brincando como lo hice en la televisión hace casi 30 años y tenga la fuerza para presentarse el próximo 24 de noviembre en el teatro Metropólitan, en dos funciones el mismo día: a las 12:00 y a las 17:00 horas.

Cepillín estuvo años en la televisión de Monterrey y en 1977 fue contratado por Televisa para hacer El show de Cepillín, híbrida emisión entre educativa y cómica que permaneció al aire tres años y se trasmitió en 18 países de Latinoamérica. Continuó con otros programas.

Fui famoso, pero no soy de las personas que viven del ayer. Sé lo que hice, lo que sembré, pero no voy a estar viviendo de ello, acepta. Sabe “que el niño de esta generación apenas me está conociendo gracias a la Internet (donde actualmente tiene un canal Youtube, en el que se presenta junto con sus hijos Franky y Cepi), pero el que me conoce y se la raja por mí, es el papá, es el abuelo. Que me consideren como efigie es para mí como ganar un Óscar, un Emmy o un Ariel. Es un piropo”.

A Ricardo González hace unos años le fue como en feria. Y no precisamente como en “la de Cepillín”. Por esas malas rachas, podría haber estado tan extraviado como la chinita que se perdió en un bosque de la China, o viviendo con tanta rapidez como Pancho López, el de la canción de Lalo Guerrero que el payasito popularizó en uno de sus discos.

“Me dio un infarto que me hizo frenar. También se cayó parte de mi casa y... te desmoralizas. Luego de que me había ido como en feria, todo mundo me decía: pídele a Dios. Comprendí que hay gente más necesitada que yo y me pregunté: por qué voy a molestarlo. Sin embargo, una persona me reiteró que le gustaba que lo molestaran. Me aventé el tiro y le dije: ‘Señor, ya no puedo’. Al día siguiente nos venimos a México y conocimos a dos personas: Esteban y Gina, que me llevaron a una fiesta de su hija. En realidad, la reunión era de la mamá, quien, ya en el lugar, me enseñó una foto de cuando era pequeña, dándome un beso”, confiesa.

Abunda: “La historia de esta persona es que toda la vida le ha gustado el medio artístico y siendo mi fan desde niña, me quiere producir; apuesta todo a Cepillín. Ni el presidente ni el gobernador pudieron ayudarme cuando más lo necesité”.

Volver a empezar

Aunque estuvo presentándose en circo por todo el país en los pasados 28 años (actualmente al lado de Franky y Cepi) lo anterior fue para Cepillín como un renacimiento, asistido “por esos dos ángeles de la guarda. Si vas a renacer no te puedes dar el lujo de cansarte. Puedes, incluso, dormir sólo tres horas.

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Cepillín ofrecerá dos shows el 24 de noviembre en el teatro MetropólitanFoto José Carlo González

Volver a empezar está difícil, porque hay gente a la que le caigo bien y a la que no. Una ocasión Luis de Alba me aconsejó que no dijera que estaba fregado. Yo le pregunté que por qué no, si en realidad era una persona normal y que me ha ido como en feria. Pero ahora ya no vengo a jugármela como hace 30 años; ahora vengo a algo que ya germinó.

–En esa época de bonanza, ¿alguna vez lo golpeó el ego?

–Sí, me golpeó, pero a la inversa. Cuando me corrieron de la televisión en Monterrey, fue algo que agradecí, porque fueron seis años de trabajo. Sientes gacho, pero eso me hizo venir a la ciudad de México. Y ahora, si un padre se quita la sotana y se cambia de pueblo, nadie lo reconoce. Yo me quito el maquillaje y toda la gente dice: ese es Cepillín.

–¿Cree que la popularidad puede hacer perder el humanismo?

–Mientras vas al baño y haces lo mismo que todos, eres normal. Aunque hubo una vez, que hasta en un baño público, un mesero metió por abajo de la puerta una hoja para que le diera un autógrafo. Los únicos momentos en que no puedo entregarme al ciento por ciento es cuando estoy comiendo o en el baño. Hubo un tiempo en el que desee no ser tan popular, por todas las cosas que cambiaron. Sin embargo, pese a todo, que te reconozcan no tiene precio. Tonto aquel que se hace conocido y se pone lentes oscuros para que no lo reconozcan. Es idiota.

Salida de Televisa, sin respuesta

Comenta que no tiene la respuesta del por qué salió de Televisa. Habrá que preguntarle a la gente del medio... don Emilio Azcárraga ya se murió. Qué pasó, no sé. En mi vida nunca me metí con la mujer de alguien. Nadie podrá decir: yo me acosté con él, excepto mi esposa.

–¿Hubo un cambio cuando salió de esa empresa?

–Vives un estatus sujeto a tu sueldo; además de que santo que no es visto, santo que no es adorado. Si sales de la televisión y el empresario no te ve en la tele, la situación se vuelve más difícil. Yo me fui al circo 20 años. Y he hecho de todo... Si me aceptaron hace casi tres décadas solo, imagina ahora con mis aliados (mis hijos) por el mismo boleto. En los años 80 fui a un circo y les pregunté cuál era el acto más difícil. Se trataba de aventarse de un cañón (como bala humana), y lo hice.

No agredir, la premisa

–¿Cómo ve lo que hoy día se hace en televisión para niños?

–Ahora ya es un degenere: hay majadería, ofensa, doble sentido, además de que mientan mamás. (El cine de las) ficheras, de lo que antes se asustaban, ahora lo ves en la televisión, y como si nada. Según dicen, tratan de mostrar cómo somos realmente. Eso no es cierto. Ahora todos ofenden. Hasta te tienes que comer a un coreano (el cantante pop Psy) bailando como tonto.

–Si le ofrecieran ahora un programa en televisión, de esos de chistes fáciles, ¿aceptaría?

–Aceptaría todo menos hacer algo ofensivo. La gente que me vería sabría que no se les va a ofender. No es que no me guste lo que se hace en la televisión; hay muchas cosas interesantes, sobre todo las que no agreden.

Ricardo González aseguró que a Cepillín le gusta pintarse, pero, despintarse le cae gordo. A veces llegaba a la casa y no tenía tiempo de despintarme, incluso hice el amor con mi esposa pintado, porque llegas y, sobre el muerto las coronas... Ella terminaba como mapache.

Conoce muchas anécdotas de sus seguidores. Cuenta que una ocasión un señor en Mérida le dijo que él había sido la razón de que no se suicidara. El hombre iba estrellarse con su carro, cuando de pronto vio un anuncio del circo de Cepillín, y, como de niño había sido seguidor del personaje, se retractó.

A mis hijos les faltó el amor que di a muchas personas

Como esa, tiene miles de anécdotas... Sin embargo, reconoce que “a mis hijos les faltó el amor que le di a tantas personas. A mi madre la estaban velando y yo, grabando. Uno tiene que aguantarse. En mi caso había veces que fumaba y si me veían, llegaban a preguntarse: ¿Cepillín fuma? Yo decía: soy un señor normal y no creo que se deba romper el encanto”.

Acepta que en la actualidad, si no te acoplas a lo nuevo te quedas atrás y te vuelves viejo. Cuando no baje ágilmente las escaleras de un edificio como si tuviera 18, ya no me vas a ver. Lástima nunca voy a dar.

–¿Algún vez lo censuraron o lo obligaron a hacer algo que no quisiera?

–Un día, para hacer un comercial, me preguntaron que por qué me pintaba de negro la cara, que era muy agresivo. Les dije que cambiaran de sabor a la paleta. A fuerza ni los zapatos.

–¿Algo que le falte por hacer?

–Creo que lo he hecho todo... bueno, me falta subirme al Challenger y tirarme de La Quebrada.

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