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Consideran inexplicable la ausencia de Marcelo Ebrard en el mitin del Zócalo

Perredistas aplauden el discurso de Cárdenas por breve, conciso y macizo
 
Periódico La Jornada
Lunes 18 de noviembre de 2013, p. 5

El ingeniero Cárdenas –Cuahuctemoc, le pusieron en las camisetas de Tepito– salvó la mañana con un discurso distante de sus habituales piezas oratorias: el que quiere estar sometido, está sometido y se somete. El que es privatizador, quiere privatizar. El que es entreguista, quiere entregar. No podía esperarse otra cosa de este gobierno. No ha sido de otro modo y no será de otro modo, si no estamos para defender nosotros el patrimonio de la nación. Frases cortas, alimento para consigna, material de fácil difusión para la batalla que viene, de aquí a 2015 si la propuesta de consulta –la jugada cardenista de la temporada– camina como realidad o como bandera.

Breve, conciso y macizo, definió un perredista fundador, viejo lobo de mítines, que en corto describía al mamut que flotó este soleado domingo en el Zócalo desajolado-recuperado del PRD.

El Distrito Federal es (electoralmente) de Andrés Manuel, hermano, me cae que no sé por qué no vino Marcelo, dijo, en referencia a la ausencia de Ebrard, inexplicable incluso para su gente.

Mi amigo Marcelo anda un poco extraviado, expresó hace unos días Carlos Navarrete, quien recorrió lentamente el templete, mientras repartía palmadas en las espaldas de los hombres y besos en las mejillas de las mujeres, en su condición de candidato a sustituir a Jesús Zambrano en la presidencia del partido, cargo que busca también el ausente.

Reparten comida y refrescos

Pero comencemos por un Metro sin banderas. No las hubo en la línea azul, como es natural cuando los manifestantes se desplazan a grandes concentraciones de campaña o de protesta. La calzada de Tlalpan se llenó, en cambio, de camiones y micros estacionados en ambos sentidos, de Pino Suárez a Chabacano, es decir, tres estaciones del Metro, para no quedarse atrás, para que no pareciera que López Obrador moviliza y el PRD, el partido que apenas dejó, no puede llenar la plaza.

Llena estuvo. La experimentada opinión de los fotógrafos que han hecho mil panorámicas puso fin a la discusión, aunque algunos dirigentes perredistas sudaban la gota gorda poco antes de las 10 de la mañana, cuando ni siquiera la plancha de la plaza mayor aparecía abarrotada, como se prometió.

Abarrotes no faltaron. Torta, manzana y frutsi recibían los miembros del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal luego de pasar lista, y de avanzar en grupo hacia la plancha, entre silbidos y desmadre: No manches, carnal, esto no comienza, y dijeron que nomás era de nueve a 11.

Era la hora de la cita y en el escenario Las Reinas Chulas repartían mandarriazos y soltaban teatrales frases de las que nadie, entre los votantes de las reformas del Pacto por México –muchos diputados y senadores presentes–, acusaba recibo. El méndigo copetudo acaba de privatizar la educación, por ejemplo.

Tras una larga espera –el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, se demoraba mientras, en Twitter, recomendaba usar bloqueador solar–, Cárdenas se arrancó con una crítica al gobierno por la cancelación del tradicional desfile del 20 de noviembre y la consecuente crítica a una dizque reforma educativa que es una contrarreforma laboral para el magisterio, a una reforma fiscal o hacendaria totalmente insuficiente y a una actitud servil ante un espionaje confeso.

Las mejillas de los legisladores que votaron la reforma dizque educativa no cambiaron de color y todos aplaudieron el discurso del ingeniero michoacano, aunque nadie coreó su nombre ni se fue largo con las consignas.

Ni al caso. Lo dijo el jefe mayor de Nueva Izquierda, Jesús Ortega, y con ello trazó línea contra los perredistas que andan buscando –dominados por la sensación de orfandadal padre ausente, al nuevo hombre fuerte.

No más caudillos, como tuiteó el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, para quien importaba destacar la unidad perredista en la pluralidad: no estamos sujetos a un líder o profeta.

Vocero de Peña Nieto, le respondió por la misma vía el ex senador Carlos Sotelo, quien se ganó así que Graco lo acusara de fascista e hijo de Stalin, por recordar que, además de López Obrador, fue Jesús Zambrano quien dijo que privatizar el petróleo es traición a la patria.

Todo se cocinaba mientras Cárdenas afinaba sus argumentos de los últimos meses sobre dos ejes: los huecos en la propuesta de reforma del presidente Peña Nieto –deliberados, al triunfo vía la ambigüedad– y la batalla de mediano plazo (hasta julio de 2015) en aras de echar para atrás la reforma en caso de que pase y sea preciso reunir más votos que los de los entreguistas y privatizadores.

El ingeniero Cárdenas habló frente a un Zócalo lleno y pletórico de mantas y banderas en las cuales las siglas de los grupos del movimiento urbano o del campesino, e incluso de las corrientes del PRD, eran cosa del pasado. En las actuales mantas, de hechura profesional, importan los nombres del delegado fulano o la diputada zutana.

Veinte mantas repartidas por todo el Zócalo informaban que la dupla del diputado Víctor Lobo y la delegada Nora Arias apoya a Miguel Ángel Mancera.

Mándame gente

Antes de los discursos, los operadores de Lobo miraban con preocupación los huecos en la porción que les había tocado llenar. No tengo gente, mándame gente para acá, dijo al teléfono una mujer regordeta mientras, a su lado, un par de hombres organizaba El Buen Fin perredista, con enormes envoltorios de playeras blancas.

Nadie es dueño de este movimiento, llamaba la víspera el PRD a sus militantes. La unidad contra la reforma energética será una realidad, al menos de dientes para afuera, aunque otro gallo cantará a la hora de candidaturas y posiciones de poder en disputa.

La ausencia de Marcelo Ebrard ilustró el dicho. Insólita e insensata, ha dicho Jesús Ortega sobre la propuesta de Ebrard de que el próximo presidente del partido surja de una elección abierta a la ciudadanía.

Carlos Navarrete ha añadido que el dirigente del PRD nunca se ha elegido mediante encuesta. Le falla la memoria al vecino de la Narvarte. Tras el cochinero de 1999, y una vez anulada la elección interna, Amalia García fue ungida presidenta del PRD por una encuesta.

Todo eso flota en el soleado Zócalo dominical, mientras se escucha a Cárdenas, el hombre que el año venidero, a sus 80, podría regresar a dirigir el partido que fundó.