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Nosotros ya no somos los mismos

Mujeres mexicanas sobresalientes

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Actualmente, en El Torito, el número de hombres es mayor que el de mujeres, pero, de acuerdo con la última estadística, la brecha se va cerrandoFoto Víctor Camacho
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e escribe una amiga: bien por tu actual obsesión de abrirnos una ventanita para conocer a los mexicanos que nos enorgullecen, sobre todo en las ciencias y las artes. Muy bien por poner énfasis en niños, jóvenes, mujeres y, recontra bien, en incluir a nuestros mexicanos indígenas pero, por favor, no olvides, en cada columneta, mostrar también el lado oscuro de cada caso, tal como lo hiciste en la publicación del lunes 4 de noviembre, en la que brindaste información del lugar que en el mundo ocupa la mujer respecto del tiempo de trabajo que realiza, y la brutal asimetría que existe con la proporción de los beneficios que recibe.

Me escribe un amigo: continúa con tu demagogia feminista y seguirás perdiendo cuates (de por sí que mi agenda es cada año más escuálida). Estás provocando una soberbia de género que afecta nuestras más caras tradiciones familiares. Yo, en esta semana, he sido retado a tocar el saxo, a correr en los Viveros, a enviar, en tiempo mínimo, mensajes wasap, jugar gotsha y hasta a preparar un Manhattan (tengo una hija estudiando para bartender). En tu propio periódico apareció la información que te anexo, atrévete a comentarla. (Primero: si fuera mío el periódico, me nombraría corresponsal viajero y, segundo, tendría salario de consejero del IFE, del Ifai o magistrado del tribunal fiscal). Por elemental caballerosidad saltillense respondo primero a la demanda femenina. Ladies first (diría yo, si lo supiera pronunciar). Vienen unos cuantos datos para atender a mi amiga. ¿Sabían ustedes que aquí, ahorita, las mujeres que laboran en trabajos fabriles perciben un salario 33 por ciento menor que el de los varones? ¿Que pese a ese salario desigual, por un trabajo semejante y mismas horas de labor, sus raquíticos ingresos son dedicados a cubrir los gastos familiares? ¿Qué, aunque cuatro de cada 10 mujeres quinceañeras forman parte de la población económicamente activa, su acceso a los mínimos beneficios que legalmente merecerían por su trabajo están minimizados por su condición femenina? Y algo que no podemos negar y que por supuesto gozamos: las mujeres que trabajan fuera de casa cargan, al mismo tiempo, con todas las faenas del hogar, aunque raramente éstas les sean valoradas y reconocidas. Agreguemos: la misoginia nacional es causa de que miles de mujeres no puedan realizarse una mastografía o pruebas sobre la amenaza del cáncer cérvico-uterino. Véanse los reportajes de Elizabeth Velasco en este diario.

El comentario de mi amigo lo entiendo como un rictus de humor, sobre todo porque él es un mandil olímpico. Dice: “ La Jornada del domingo 10 de este mes incluye una nota que nos da a conocer la ampliación de El Torito, o sea, el Centro de Sanciones Administrativas e Integración Social, ubicado en Tacuba e inaugurado durante el periodo presidencial de don Adolfo Ruiz Cortines. Paralelamente, en el ahora llamado Centro Histórico, por la calle del Carmen y muy cerca a la Casa del Estudiante (¡ O tempora o mores!) había unas instalaciones semejantes, pero el derecho de admisión señalaba que era exclusivo para damas. No se sabe si el exceso de visitantes terminó por dejar inservible el recinto (al cual, en un detalle de elemental igualdad, se le había bautizado como La Vaquita), razón por la que las damas invitadas tuvieron que migrar hacia los terrenos masculinos. En un acto de solidaridad que habla muy bien de ellos, los varones les hicieron un campito, aunque tuvieran que padecer de inevitable hacinamiento. Actualmente el número de hombres es mayor que el de las mujeres pero, de acuerdo con la última estadística, la brecha se va cerrando (igual que en todos los demás aspectos sobre los que hemos platicado) razón por la cual las autoridades han comenzado la construcción de un ala exclusivamente femenina, que contará con servicio médico, salón de usos múltiples (pienso que deberían especificarse qué usos y que tan múltiples), donde se darán los tratamientos técnicos y las sesiones lúdicas. (¡Entras cañón!, más que una información parece una invitación por demás provocativa). Desde que se implantó el alcoholímetro, en 2003, han sido remitidas 104 mil 978 personas, es decir, 804 ciudadanos cada mes. Al principio, la participación femenina en la estadística apenas llegaba a 24 participantes, pero en estos tres años recientes, las señoras cubren esa cuota en una sola semana. Los datos proporcionados gozan de plena credibilidad, pues fueron recabados por las diligentes reporteras Elizabeth Velasco y Josefina Quintero. La Rayuela que invocó mi amigo era escueta y aseveraba: Y también en ese terreno compiten las damas. Servidos los dos comentarios, paso a mi reconocimiento hebdomadario (palabra apropiada puesto que escribo en domingo) al comportamiento femenino.

Datos breves, de una breve pero esplendorosa existencia: se llama Daniela Liebman. Es mexicana, como su madre, Anna. Su padre, Robert, es estadunidense y, muy importante, violinista. Hijo, dato igual de importante, de Mrs. Joyce, concertista de piano. Daniela tiene 12 años y toca este instrumento. Hasta aquí la descripción estaría coja, si no aclaro que cuando digo tocar, me refiero a que lo hace varias horas al día y, algunos días, en Estados Unidos o Europa. Además, acompañada de muy destacados músicos, bastante mayores que ella: Daniela es una concertista prodigio, no únicamente por su edad, pues aunque tuviera la que algunas vedetrices, consejeras, funcionarias o parlamentarias ocultan, seguiría siendo una gran intérprete. Afortunadamente para Daniela, su padre es un hombre centrado, ecuánime: la calificación de prodigio, que doy a Daniela, él la rechaza. Mi hija, es resultado de la disciplina y de la dedicación de su maestro Anatoly Zatin (embajador en Colima de Petrogrado/Leningrado/San Petersburgo), dice. Pero calla un factor genético: él y su madre son músicos profesionales y reconocidos. Y no aclara que la palabra disciplina significa más de media jornada laboral, de práctica diaria de Daniela. Cuando comencé a recabar información sobre ella me enteré qué, además de los premios nacionales alcanzados desde los siete años, ganó también el primer lugar en La noche de Madrid, en España, y el de talentos jóvenes del Russian Music International Competition. Además, que el domingo 27 de octubre, anunciaban los medios, se presentaría en el Carnegie Hall de Nueva York. No quise adelantar vísperas, ya curtido de algunos millones de entusiasmos anticipados que luego resultaron como fallos del Trife: fallidos. Esperé cauteloso y, ciertamente preocupado. ¿Estaría Daniela a la altura del reto, o eran tan sólo buenos deseos de Anna, Robert, Zatin y el colado de Ortiz? El domingo 27 de octubre tuve contundente respuesta a mi tercermundista duda: los asistentes al Carnegie Hall ovacionaron de pie la interpretación del concierto para piano número 2 en Fa Mayor, op. 102 de Shostakovich, llevada a cabo por la profesional y veterana (11 años) pianista MEXICANA (por favor déjenme las petulantes mayúsculas), Daniela Liebman Martínez, bajo la dirección de David Bernard.

Supongamos que, nada más de provocador, les digo: ¿Creen ustedes que merece la pena exaltar a una joven MEXICANA (otra vez mayúsculas, cuestan igual), que hace un sexenio participó, por primera vez, en una competencia de natación y, durante el Campeonato Nacional de este deporte en 2007, consiguió tres medallas de oro y dos de plata?

¿Es un exceso gritarle gooyas y güeeelums, (son las únicas porras que yo grito, además de la de: Rifle, cañón y escopeta, al Ateneo (Fuente), se le respeta), a quien en los Juegos Olímpicos de Pekín ganó dos medallas de oro y rompió una marca que tenía una antigüedad de 13 años? Y, por si dudan en contestar mi cuestionamiento, agrego: esta MEXICANITA (el diminutivo no es de achicamiento, sino de enorme afecto), en el mundial de natación en Montreal, el año pasado, ganó tres medallas de oro e impuso una marca más. Y, ya nada más por redundante que siempre soy, agrego: durante dos años ha ganado el Premio Nacional del Deporte. Su nombre es Nelly (o Nely, la otra l para nada le falta), su apellido, Miranda y, según sus fotos, un cromo de niña. (Certificado de O.T., con reconocimiento internacional). Esperen la próxima columneta y asómbrense, como yo, de quien es Nely Miranda.

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Twitter: @ortiztejeda

PD. Por favor, mientras tanto, vean una nota de Juan Manuel Vázquez, que es el progenitor de la información anterior.