Opinión
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Salón Palacio

Unos tequilas con Guillermo Tovar

T

engo que confesar que la devastadora noticia de la muerte de Guillermo Tovar de Teresa, la recibí tomando un tequila en la Feria del Libro de Oaxaca y de inmediato recordé las enriquecedoras tardes que compartí en la acogedora sala de visitas en la casa del inteligente e ingenioso (¡no me llamen erudito!, como me llegó a regañar en varias ocasiones el maestro). En aquella pequeña sala con las paredes cubiertas de retratos de sus familiares más queridos, justo sobre la esquina derecha, se encontraban varias botellas de lujosas marcas tequileras con figura de magueyes y forradas en plata. Guillermo me miraba con una sonrisa traviesa y me servía el primer tequila y dejaba a mi lado una botella para que yo me siguiera sirviendo, mientras comenzaba a disertar en torno a uno u otro libro, saltando de un pasaje secreto o chusco de los entretelones de la cultura nacional. Su conversación estaba salpicada de sabiduría, de sarcasmo y sentido del humor. Muchas cosas quedaron pendientes desde las últimas conversaciones con el fundador del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México; me pidió por ejemplo, acompañarlo a visitar a su amigo Fernando Chávez Roa, en cuya mansión se celebraron durante la década de los años 80 las mejores bacanales intelectuales de aquellos tiempos.

Guillermo Tovar recordaba que en aquellas reuniones ocurría de todo y siempre terminaban al amanecer. Entre otros comensales estuvieron, por ejemplo, Juan José Gurrola y Juan Ibáñez. Desde luego que el precoz historiador siempre fue el más joven de aquellas tertulias a las que asistían algunos de sus viejos maestros.

Al recorrer su biblioteca, Guillermo se divertía presumiéndome que no sólo era un voraz coleccionista de libros de historia del arte, de literatura clásica y cazador de incunables y primeras ediciones (me aseguró que contaba con el manuscrito original de 100 Años de soledad de Gabriel García Márquez) de incalculable valor, sino también de autores considerados underground o contraculturales como la revista marginal que en los años 70 publicó Alejandro Jodorowsky, así como otras publicaciones alternativas, entre ellas la revista Generación, de la cual me pagó por adelantado toda la colección y tendré que confesar que no pude conseguirle ya varios números que están agotados.

Era todo un espectáculo verlo seleccionar música con un pequeño control que siempre llevaba en la mano derecha mediante el cual escuchamos varias veces La ópera de los tres centavos de Bertolt Brecht. Es muy conocida la curiosa facilidad de Guillermo para silbar con precisión numerosas sinfonías y canciones populares de memoria y con perfecta entonación. Así lo escuché algunas tardes en el bello comedor de su casa, donde era cariñosamente atendido por sus asistentes, en especial una joven cuyo nombre lamentablemente no recuerdo, quien sabía encontrar con rapidez cualquier título que el maestro solicitaba de su gigantesca biblioteca.

Foto
Tovar durante una entrevista con La Jornada, en 2006Foto Marco Peláez

La última ocasión que vi a Guillermo Tovar tuvo una deferencia muy especial con mi hijo Emiliano cuando conversó con él. Al enterarse de que estudiaba filosofía mandó a pedir un par de libros y le dijo que haría una excepción para prestárselos, pues él nunca solía hacer eso. Hace apenas un par de semanas Emiliano devolvió los mencionados volúmenes. Conservo una entrevista inédita, que aún estoy transcribiendo, en la cual Guillermo Tovar cuestiona la doble moral y la hipocresía de ciertos sectores de la sociedad mexicana que censura y limita a quienes ejercen su libertad en la búsqueda del camino de la sabiduría en los excesos.

Las últimas semanas perdimos contacto y sólo nos queda recordar todos los momentos compartidos, como cuando me invitó a formar parte del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México ante la sorpresa de algunos eruditos, o como cuando me acompañó al cabaret Bombay para ver un performance de la Congelada de Uva, cosa que ocasionó un regaño del lingüista Antonio de la Torre, quien le escribió: Guillermo, una persona tan distinguida como usted no debe asistir a ese tipo de lugares tan sucios. También recordamos varias entrevistas, por ejemplo una conversación realizada en febrero de 1988, en donde explica así su renuncia al cargo de cronista de la ciudad: Yo prefiero ser un cronista sin título, que un título sin cronista. Porque recuperar la libertad de realizarte es más interesante que ostentar un cargo.

Pronto nos tomaremos un tequila querido Guillermo.

Los 25 años de Generación

El 23 de octubre el performancero Guillermo Gomez Pea y su pecaminosa banda la Pocha Nostra, dedicaron su performance celebrado en el Centro Cultural de España a la revista Generación por sus 25 años. De esta manera iniciaron las festividades conmemorativas de la necia existencia de esta publicación. Los festejos siguieron en la Feria del Libro de La Paz, Baja California Sur, donde convive entre el mar y el desierto una singular cofradía de contraculturosos; en Oaxaca, los generosos organizadores de la feria del libro (un abrazo para Guillermo Quijas) dedicaron un espacio de su programación para celebrar las bodas de plata de esta publicación con la participación de los escritores Leonardo Da Jandra, Guillermo Fadanelli y J.M. Servín. El martes 3 de diciembre estaremos en la ex cristera ciudad de Lagos de Moreno, Jalisco (sede del Congreso de Contracultura); al día siguiente la fiesta continuará en la emblemática cantina La Mutualista de Guadalajara y las fiestas concluyen en el legendario cabaret Barba Azul, el 12 de diciembre. Gracias a todos los que han hecho posible esta aventura, en particular al diario La Jornada. Saludos.