Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 24 de noviembre de 2013 Num: 977

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Premio FIL a
Yves Bonnefoy

José María Espinasa

Artigas en el cuarto
de los espejos

Alejandro Michelena

El asesinato de
Roque Dalton

Marco Antonio Campos

Cambio de armas
Esther Andradi entrevista
con Eva Giberti

La aventura artística
de Philip Guston

Eugenio Mercado López

Philip Guston,
del muralismo
al cartoonism

Gonzalo Rocha

Diego y Frida,
una pareja mítica

Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Rodolfo Alonso
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

La aventura artística de
Philip Guston


Bombardeo, 1937-38

Eugenio Mercado López

En 1970, Philip Guston (antes Goldstein) presentó una exposición en Estados Unidos, misma que, lejos de ser un éxito, desató una serie de comentarios que fueron desde la burla hasta el silencio; en su intensa narrativa sus críticos no pudieron reconocer que, más que una nueva propuesta, el autor volvía a sus preocupaciones de juventud, época en la cual destaca una breve estancia en una pequeña ciudad de la provincia mexicana, donde, junto con Reuben Kadish, realizó un mural que contenía motivos y temáticas que fueron retomados por Guston al final de su vida y que tanto desconcertara a sus críticos en un primer momento.

A finales de 1932, Guston, Kadish y varios de sus amigos pintaron unos murales portátiles para el Club John Reed en Los Ángeles, que por sus temáticas fueron destruidos por grupos anticomunistas y del Ku-Klux-Klan. Estos murales habían sido realizados en una bodega propiedad del pintor mexicano Luis Arenal, cuñado de Siqueiros. Gracias a ese contacto, Kadish se las arregló para hacer de mandadero y ayudante de Siqueiros mientras éste trabajó en Los Ángeles. En una entrevista, Kadish mencionó que por esa época Siqueiros tenía la encomienda de realizar un mural en la ciudad de Morelia, lo cual aplazaba por sus ocupaciones. Al conocer más a fondo el trabajo de Kadish y Goldstein, los recomendó para realizar lo que sería la obra La lucha contra la guerra y fascismo.


Native’s Return, 1957

Según narró Kadish, compraron un Ford cupé por veintitrés dólares y llevaron con ellos a Jules Langsner, conocido como el “poeta vagabundo”, que no tenía dinero. A su llegada a Ciudad de México, ya Siqueiros y Rivera habían convencido al rector de la Universidad Michoacana, Gustavo Corona, para que se les asignara un muro en el Museo Michoacano. Kadish recordaba: “Enviamos a Phil para ver al rector […] y dos días después llegó un telegrama para que fuéramos.”

En Morelia, estos artistas percibieron el marcado contraste entre las culturas: mientras que en su país tuvieron problemas por su activismo y su relación con las figuras de autoridad fue un desastre, en México probaron la tradición del mecenazgo prodigado a las artes por las altas autoridades, y vieron asombrados el entusiasmo del rector por la vida intelectual y artística de vanguardia en México. Guston escribió: “El rector recorre la ciudad culturalmente, es un mecenas, la imagen de Lenin, y quiere hacer de su ciudad una moderna Florencia.”

La experiencia mexicana de Kadish, Guston y Langsner fue por demás buena; no obstante, en su correspondencia Guston manifestó su aversión por el expresionismo de los maestros mexicanos, afirmando así su preferencia por el primitivo arte flamenco y alemán, así como por el renacimiento italiano, influencias que se perciben en el mural, que incluyó también la representación de un pequeño lienzo que muestra una escena, hoy desaparecida, inspirada en una antigua xilografía relativa a la injusta quema de judíos en Trento.


En la Villa Sciarra, 1960.
Foto: Virginia Dortch Dorazio

Los artistas llegaron a Morelia en agosto de 1934 y permanecieron en la ciudad hasta enero de 1935, cuando concluyeron la obra. En un manuscrito, Reuben Kadish anotó que el costo de los materiales fue de sesenta dólares, equivalentes a 210 pesos de esa época. No cobraron por el trabajo y, durante su estancia, se mantuvieron realizando algunos retratos de personajes locales como el licenciado Manuel Moreno Sánchez, catedrático en la universidad y presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado.

Pese a estar acorde con los postulados socialistas de la época, con los cuales comulgaba la Universidad Michoacana, el mural fue cubierto en la década de 1940 por motivos hasta hoy desconocidos, acerca de los cuales sólo pueden hacerse conjeturas. No fue sino hasta 1975 que volvió de mostrarse al público, lo cual permitió su revaloración.

A su regreso a Estados Unidos, Kadish y Guston realizaron obras murales como parte del Public Works Administration (PWA), uno de los programas del presidente Roosevelt para impulsar la economía estadunidense en la década de los años treinta; empero, dichas obras estaban muy lejos del muralismo mexicano.


Guston y Reuben Kadish con el poeta Jules Langsner frente al mural La lucha contra la guerra y fascismo, Morelia, 1934

Durante la segunda guerra mundial, Kadish se incorporó al ejército e ilustró los horrores y acontecimientos de esa lucha. Posteriormente la fortuna le fue adversa y se dedicó a trabajar en una granja. Pese a su talento, abandonó la pintura y años después volvió al arte realizando obras escultóricas. Fue profesor de diseño en la Newark School of Fine Art and Industrial Design y en 1960 colaboró con la Cooper Union en Manhattan, como profesor de historia del arte y la escultura, siendo reconocido por su potente obra escultórica brutalmente expresionista, así como por sus conferencias y su relación con personajes de la talla de Jackson Pollock, Siqueiros o Joan Miró. Jules Langsner se convirtió en un afamado curador, crítico e historiador de arte, destacándose por sus trabajos en torno al expresionismo abstracto. Philip Goldstein adoptó el apellido Guston a finales de la década de los treinta y tuvo un enorme éxito desde su juventud; alcanzó fortuna y fama internacional, destacando como uno de los más relevantes exponentes del expresionismo abstracto en Estados Unidos. Al final de su vida se volcó hacia las representaciones caricaturescas, símbolos y objetos, generando una pintura con una fuerte carga social y de crítica al sistema político estadunidense, que desconcertó enormemente a los críticos de arte en la década de 1970. Así, reaparecieron en sus obras las figuras encapuchadas, las botas militares, la horca, el terror, la represión, la intolerancia racial, motivos que han hecho que críticos e historiadores internacionales del arte vuelvan sus ojos, analicen y revaloren la obra de juventud de estos pintores que encontraron en la provincia mexicana la oportunidad que su país les negaba para la creatividad y libre expresión de las ideas, que sus agudas mentes visualizaron como recuerdo y presagio de la confrontación de ideas, de la permanente lucha entre lo propio y lo ajeno, que ha modelado la historia humana.