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Cumplen una semana refugiados en una parroquia

Desplazados por la delincuencia, más de 1,500 habitantes de Tancítaro
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 25 de noviembre de 2013, p. 12

Tancítaro, Mich., 24 de noviembre.

Más de mil 500 personas desplazadas, la mayoría mujeres y niños, cumplieron una semana refugiadas en la Casa del Sembrador, de la parroquia San Francisco de Asis de esta cabecera municipal, después de que un grupo de autodefensa se levantó en armas el pasado 16 de noviembre.

Los afectados son de las comunidades El Cortijo, El Zapote, El Chilar, Las Lagunillas Chorítiro y Zirimbo, entre otras. Uno de ellos narró: Integrantes de la delincuencia organizada nos amenazaron. Dijeron que quemarían nuestras casas con todo y niños. Señaló que hay cientos de personas –al menos 700 familias– en dicho albergue.

Relató que inicialmente los grupos de autodefensa tomaron Pareo y Tancítaro. Después toda la región que comunica a Buenavista y Tepalcatepec, pero dejaron fuera la franja que colinda con San Juan Nuevo. El viernes pasado se apoderaron de Zirimbo y luego de Condímbaro. No obstante, dejaron sin protección cinco comunidades, cuyos habitantes abandonaron sus casas.

La señora Rafaela, quien rehúsa decir su apellido, comenta que hace cuatro días, después de que se enfrentaron soldados y la otra gente en El Cortijo, los delincuentes fueron a Púcuaro, donde saquearon casas y quemaron dos, la de su hermana y la de uno de sus hijos.

Por su parte, la señora Cristina expresó que desde que aparecieron las guardias comunitarias unas 60 familias abandonaron la comunidad de El Zapote. Dos días antes de que aparecieran las autodefensas se nos acercó esa gente del crimen y nos dijo que si apoyábamos a los comunitarios iban a matar a todos.

Said nació hace dos semanas en El Zapote y lleva ocho días en el albergue. Su mamá, Rosa, comentó que se ha enfermado de gripe, “porque las cobijas son escasas y es mucha gente la que llega a dormir.

Pasamos mucho frío y ya estamos desesperados, porque los niños quieren regresar al rancho y volver a la vida de antes. La gente ha sido buena con nosotros. Nos dan de comer y las madres se organizan para entretener a los pequeños, pero es muy difícil. Más porque nuestros esposos apoyan el movimiento y su vida corre peligro, pues dicen que hay muchas emboscadas.

El sacerdote Felipe Cuaraco comentó que tiene poca claridad de lo que está ocurriendo, pero apoya y está de acuerdo con las observaciones que han hechos los obispos de Michoacán sobre la inseguridad y la delincuencia, que prevalecen desde hace años. Lo que estamos haciendo es ayudar a las familias que dejaron sus hogares por temor. Seguiremos haciendo lo que podamos, pero también la gente del pueblo está apoyando, señaló. (Con información de Daniela Osorio/La Jornada Michoacán)