Opinión
Ver día anteriorJueves 28 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Temas nucleares
E

l pasado fin de semana en Ginebra se concluyó un acuerdo entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) más Alemania sobre las actividades de Teherán en el campo nuclear. El acuerdo tendrá una duración de seis meses, mientras se negocia uno mucho más amplio.

Son tres los requisitos para conseguir una capacidad nuclear militar: primero, se requiere de cierta cantidad de material fisible y fisionable (plutonio o uranio altamente enriquecido); luego hay que tener la tecnología para construir un artefacto (bomba) con ese material, y tercero, es menester un sistema para transportarlo (aviones o proyectiles balísticos). Hace tiempo que Irán, como muchos otros países, cuenta con la tecnología para construir armas nucleares y los misiles para transportarlas. Sólo le falta el material fisionable.

Irán aún no ha producido plutonio. Pero ha construido un reactor de agua pesada en Arak, al sur de Teherán, que podría procesar unos 12 kilos de plutonio por año a partir de 2014. Con esa cantidad de material fisionable podría fabricar un par de armas nucleares. Irán insiste en que el propósito de ese reactor es producir radioisótopos médicos y generar energía térmica. Pero también produciría plutonio. De ahí las quejas de la delegación francesa en Ginebra hace unas semanas.

En cambio, Irán tiene la capacidad de enriquecer uranio, ya que cuenta con unos 20 mil centrifugadores, aparatos que funcionan como el último ciclo (exprimir) de una lavadora de ropa. Para fabricar un artefacto nuclear primitivo es necesario enriquecer en más de 20 por ciento el uranio. La bomba que Estados Unidos arrojó sobre Hiroshima en 1945 contenía 64 kilos de uranio enriquecido a un 80 por ciento. La que detonaron sobre Nagasaki era de plutonio.

En el acuerdo logrado en la madrugada del domingo pasado en Ginebra, Irán se comprometió a descontinuar el enriquecimiento de uranio más allá de 5 por ciento, a diluir el uranio ya enriquecido por encima de 20 por ciento, a renunciar a la instalación de nuevos centrifugadores, a detener el desarrollo del reactor en Arak, y a abrir a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica todas sus centrales nucleares.

Por su parte, las seis potencias se comprometieron a no imponer nuevas sanciones a Irán y a relajar temporalmente algunas de las que ya están en vigor, incluyendo algunos restricciones comerciales, sobre todo en materia petroquímica, y la liberación de una pequeña parte (unos 3 mil 600 millones de dólares) de los fondos iraníes en cuentas bancarias que se habían congelado.

A la luz de lo anterior, inicio un repaso de los aspectos más sobresalientes de la problemática nuclear. ¿Cuál ha sido el desarrollo de los arsenales nucleares desde 1945? ¿Cuál ha sido la actitud de los estados con armas nucleares hacia sus propios arsenales? ¿Cuál ha sido la actitud de los estados que no tienen armas nucleares hacia esos instrumentos de destrucción en masa? ¿Por qué ha sido imposible prohibir el uso y eliminar los arsenales nucleares existentes? ¿Qué ha hecho la sociedad civil para detener y revertir el desarrollo de armas nucleares?

Empecemos con una pregunta fundamental: ¿cómo fue posible que en el siglo XX individuos supuestamente cuerdos hayan ideado y luego desarrollado y utilizado los instrumentos de guerra más horríficos jamás inventados? El siglo XX fue el siglo de las armas de destrucción en masa; todas fueron utilizadas. Esto quizás constituya el mayor pecado cometido por el ser humano.

Los avances en la ciencia y la tecnología en el siglo XX hicieron posible la aparición de los tres tipos de armas de destrucción en masa: las biológicas (bacteriológicas) y toxínicas, las químicas y las atómicas o nucleares.

El debate netamente científico acerca del átomo se inició en el siglo XIX y se intensificó en el primer tercio del siglo XX en varias universidades, sobre todo alemanas. Ese debate habría de convertirse en una competencia entre Alemania y los aliados por ser los primeros en fabricar una bomba atómica. Esa competencia luego derivaría en otra, entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética.

La proliferación de las armas nucleares tiene dos aspectos fundamentales: la proliferación horizontal, es decir, la adquisición de dichas armas por más y más países (y actualmente se habla también de actores no estatales); y la proliferación vertical, es decir, el mejoramiento e incremento de los arsenales ya existentes.

Desde 1945 una de las metas de los debates y negociaciones internacionales ha sido la prohibición completa de las armas de destrucción en masa. Sin embargo, hubo (y sigue habiendo) críticas a los esfuerzos de Naciones Unidas en este campo. Se insiste en que las armas pequeñas y ligeras han cobrado muchas más víctimas que dichas armas. A esos críticos no les falta razón; pensemos en el machete, el arma que más muertes ha causado en las últimas décadas.

Además, la problemática nuclear se complica cuando evaluamos los posibles beneficios del uso con fines pacíficos de la energía nuclear. He ahí otro hilo conductor de los debates en torno a esta cuestión. El caso de Irán es ilustrativo a este respecto.

Hasta 1945 el mundo estuvo libre de armas nucleares. Tras la fabricación de unos 140 mil de estos artefactos, parece haber un cambio en el papel que algunos gobiernos les asignan. Ya no se les considera como un medio adecuado para afianzar su seguridad nacional. Los conceptos de disuasión y la destrucción mutua asegurada han pasado de moda en un mundo más preocupado por otros retos y amenazas, incluyendo la extrema pobreza, el cambio climático y la crisis financiera.

Más que nada, la motivación para lograr la eliminación de las armas nucleares parece ser el temor de que siga su proliferación horizontal a otros estados y posiblemente a los llamados actores no estatales, incluyendo a grupos terroristas. He ahí el problema.