Opinión
Ver día anteriorJueves 28 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El códice Tenoch
N

o cabe duda de que el talentoso Luis Mario Moncada pertenece al tipo de dramaturgos que corre riesgos en cada una de sus propuestas. En 2012 estrenó A soldier in every son (Un soldado en cada hijo), coproducción de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) en su Ciclo de Teatro Mexicano y la Royal Shakespeare Company para el London Festival 2012, que ahora se puede presenciar en español en la sede de la compañía. Moncada plantea un texto de largo aliento, aunque la trilogía inicialmente planteada se compactó en una única obra que escénicamente ha quedado dividida en dos partes, que culmina con la fundación del imperio azteca y en la que se dan las imaginadas acciones precortesianas de personas reales tomados de los antiguos códices y que el dramaturgo hace emparentar con tres dramas de William Shakespeare y un leve atisbo de otro, Hamlet.

Al inicio el joven Ixtlilxóchitl recuerda, por sus andanzas con una esclava y su despreocupación por la suerte del reino de Texcoco que está llamado a gobernar –y por cuya frivolidad es reñido por su padre, Techotlala el señor actual– al príncipe Harry de la primera parte de Enrique IV. El mal hablado Tezozómoc, gran señor de Azcapotzalco tiene como referente a Vida y muerte del rey Juan, tanto por sus actitudes como por la forma de morir, envenenado por uno de los suyos. Izcóatl futuro señor de México, guarda muchos paralelismos con Ricardo III por su envidiosa crueldad y esos maliciosos monólogos de cara al público. El autor sitúa junto a ellos a múltiples personajes de ambos sexos y diferentes categorías sociales, así como de distintos pueblos –que se ubican con el programa de mano–, en la estructura de su texto que también recuerda al dramaturgo isabelino. Hay que subrayar que El códice Ténoch fue escrito, además de la investigación que supuso, con la maliciosa idea de poner un espejo a la realidad del México actual, que se hace muy evidente, y los espectadores celebran, con los dos hombres del pueblo llamados a acudir a la plaza, uno de los cuales pregunta al otro: ¿Qué nos van a dar en alusión a los acarreados a algunas manifestaciones políticas.

La escenificación que vemos está basada en la que realizó la Royal Shakespeare Company cuyo trazo fue responsabilidad primera de Roxana Silbert y ha sido emulada por los directores residentes Mariana Giménez y Andrés Weiss. La escenografía de Jorge Ballina, consistente en dos pergaminos paralelos e inclinados, entre los cuales salen y entran a escena los actores y actrices, y un tercer pergamino en el que se proyectan los signos que identifican cada lugar, se mantiene igual aunque la iluminación del escenógrafo y de Kay Pérez no es original, se basa en el diseño de Chanine Yavroyan. También se conserva, y entusiasma a no pocos, sobre todo a los que disfrutan de lo visual, el vestuario de Eloise Kazan, un tanto punk –como las botas con estoperoles, las pulseras con balas y los pantalones de cuero– y otro tanto tomado de códices y esculturas precolombinos, entre los que destacan rebozos, camisas de manta, huipiles y sobre todo penachos que dan mucho lucimiento a la escenificación.

El elenco es muy grande y poco el espacio, por lo que sólo cabe enumerar a actrices y actores en el orden en que están en el programa de mano: Diego Jáuregui, David Calderón, los niños que alternan Nicolás Moreno Torres y Facundo Carreto Arrieta, Misha Arias de la Cantolla, Paulina Treviño, Luis Rábago, Enrique Arriola, Andrés Weiss, Emma Dib, Esteban Soberanes, Héctor Holten, Eduardo Candás, Rodrigo Vázquez, Mariana Giménez, Yulleni Pérez Vertti, Jerónimo Best, Juan Carlos Remolina, Óscar Narváez, Constantino Morán, Marco Antonio García, Blanca Loaria, Marta Aura, algunos de ellos doblando papeles y a los que hay que añadir a los músicos invitados: Raga Ensamble (Edwin Tovar, Ernesto Juárez, Kauru Milyasaka), David Pérez o Ruth Escalona Cruz, Mariana Olaiz Ochoa y Jacqueline Miranda Velasco. Se trata de una coproducción entre dos compañías estables unidas alrededor del talento y la creatividad de Luis Mario Moncada que logra presentar una tragedia prehispánica con fuertes acentos, si no es que inspirada en obras shakesperianas.