Opinión
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De nuestras Jornadas

La plaza ocupada

L

a plaza ya está ocupada, en Aguascalientes no hay lugar para otro medio; con esa sentencia recibió el entonces gobernador Luis Armando Reynoso Femat la noticia de que se comenzaría a publicar una versión local de La Jornada en Aguascalientes. Lo evidente era pensar que se trataba de una amenaza muy al estilo de los westerns en que el dueño del pueblo intimidaba al recién llegado para advertir que no había lugar para nadie más.

No ligamos el aviso con el viejo oeste, sino con la presencia real del crimen organizado que durante ese sexenio se reveló en toda su intensidad. Cuando a pesar de la insinuación buscamos oficinas para instalar al grupo que daría nacimiento a La Jornada Aguascalientes no fue poca la sorpresa de hallar múltiples locales vacíos y registrar la cantidad de personas que emigraban en busca de mayor seguridad, sin embargo, nos instalamos.

Era cierto, la plaza estaba llena, pero no de lo que planteaba el entonces gobernador, lo que él no vio era que había mucha gente que quería que se contara su historia. Terminó el mediocre sexenio de Reynoso Femat y fuimos testigos de las guerras crueles entre los candidatos priístas que querían recuperar la plaza tras dos sexenios de panismo. El saldo de esas batallas hizo llegar a Carlos Lozano de la Torre al gobierno estatal y a Lorena Martínez a la administración de la capital; nos dimos cuenta que los medios compartían la visión de una plaza ocupada, las notas, las crónicas, las historias, sólo contaban las trifulcas intestinas de los políticos. Creímos, creemos, que la obligación era que alguien contara esas historias desde el otro lado, ya que la sociedad estaba esperando que alguien dijera lo que ocurría, a esa tarea nos hemos dedicado.

El primero de diciembre, La Jornada Aguascalientes cumple cinco años de habitar esta plaza, de conversar con la gente, de proponer información a sus lectores, de rescatar las anécdotas mínimas, las historias que ocurren fuera de los pasillos de palacio, de estar al otro lado de la valla, no sentados, sino de pie, junto a la gente.