Opinión
Ver día anteriorMartes 10 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Masculinidades evidentes
¿P

uede considerarse que el libro coordinado por la editorial La Cabra (Maria Luisa Passarge e Hilda Saray) revela la visión femenina sobre el cuerpo masculino? Únicamente como idea y en cierta medida a partir de algunas (no todas) las fotografías de Maritza López, entre las que me permito destacar por su belleza de procedimiento, de enfoque y de iluminación, la del ex toreador y teatrista Josefo Morales, con el capote desplegado que no oculta sino que pone en relieve su semiesférico vientre, magistral manejo de luces y sombras.

El Museo de Orsay inauguró recientemente una muestra de desnudos masculinos reseñada hace unos días en consabido periódico español. Escuché decir que itinerará aquí y que la sede sería el Museo Nacional de Arte. Resulta plausible, pues Agustín Arteaga, el actual director, ha guardado vinculaciones profesionales con el Orsay y también se comenta que parte de este material fotográfico tal vez sea convocado a complementar esa muestra parisina, cosa que parecería deseable porque los desnudos artísticos masculinos, sobre todo del siglo XIX, de cualquier país, nos van a entregar sobre todo efebos, como Agar en el desierto, algunos incluso difuntos, como el Abel de Bellanger (1874) que ha servido de anuncio de la exposición francesa.

Como se trata de mirada femenina sobre hombres, intentaré comentar unas cuantas piezas más del libro que al parecer se presentará mañana miércoles. El pintor Luis Argudín, retratado por Rogelio Cuéllar y protegido con su enorme paleta de pintor se vio conminado (supongo) a flexionar la pierna izquierda apoyando el pie en un taburete para lograr contraposto. Al respecto puedo decir que es precisamente el pie el que ameritaría un close up (quizá retomado en una de las láminas decorativas), pues dada su impecable configuración natural, podría analogarse a un pie académico. La expresión facial del modelo denota incomodidad, aparte de que su característica principal: la de ocupar bastante lugar en el espacio –Argudín es altísimo, igual que su mujer e hijas– no se connota. Otra toma a mi juicio desafortunada es la de Alberto Ruy Sánchez por Maritza, la pose de ambas piernas flexionadas y apoyamiento en los metatarsos, es atrevida pero no le convino, pareciera que no puede mantenerla ni dos segundos más, además voltea su cabeza hacia la tenebra por lo que los gratos rasgos de su perfil se ven confusos.

El pintor Alberto Buitrón tuvo la moción que me parece muy coqueta de permitir que se le retratara en situación de action painter calzando zapatos idénticos a los que luce Lucien Freud desnudo y pintando en uno de sus más conocidos autorretratos. Roberto Turnbull también está calzado con tennis de marca y tobilleras blancas. ¿Obsesiones del fotógrafo Cuéllar? Sea lo que sea, son muy válidas.

El payaso Roberto González, Chupetín, es, como J.C. Orozco manco del lado izquierdo. Maritza no lo ocultó y en cambio puso énfasis en su expresión facial. Él dice pertenecer a un seminario de clowns en un asilo de la calle Regina: Nadie nos invita nunca a nada, señala. Es factible que el ebanista Craigh Caughlan se encuentre en análoga situación en cuanto a invitaciones de esta índole. Maritza lo retrató desparramado en una escalera de madera, en pose cruciforme debido, creo, a que Cristo mismo, según todas las noticias, fue carpintero.

Quien se haga de este singular libro no debe limitarse a engolosinarse con las fotografías, aunque eso sucede de primera mano. Los textos (ya me referí a algunos en mi pasada nota) son, además de muy legibles, sumamente interesantes. Destaco el del ensayista veracruzano Rafael Toriz, debido a los entrecruces que propone, ya que él ha frecuentado incluso logias masónicas. Por su seriedad académica y por el elenco bibliográfico gusté mucho del de Juan Guillermo Figueroa Perea, reconocido experto en estudios sobre la masculinidad. Eso me lleva a comentar que el doctor Carlos Leyca, no sé si espontáneamente o por indicación está fotografiado en pose del clásico Apolo Sauróctono, claro que se trata de posición reposada y nada difícil de asumir; además de hacer lucir la silueta entera, cosa que Cuéllar procuró, ilustra perfectamente la famosa curvatura praxitélica.

Estos y otros pormenores, algunos relacionados con el recuerdo que el comentarista, mujer u hombre tiene de la persona, otros debido a las características de las tomas, a mas de indicaciones acerca de los quehaceres de los modelos provocan que la revisión del libro sea de lo más disfrutable.

Hay dos erratas. Respecto de la semblanza de Maritza. No ha existido jamás una carrera de historia del arte en la Universidad Nacional Autónoma de México, felizmente recién se inició ahora la licenciatura con dos sedes: Morelia y Oaxaca.

Quedó omitida, páginas 120-121, la identificación correcta de quienes aparecen. El escritor Alejandro Toledo está del lado derecho: el pintor o grabador a la izquierda carece de identificación.