Opinión
Ver día anteriorJueves 19 de diciembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Las derechas y la reforma energética
P

eña Nieto dijo que la aprobación de la reforma en 17 estados demuestra la solidez de las instituciones mexicanas, así como su capacidad y compromiso para efectuar cambios importantes para el país. Es justamente lo contrario.

Lo que han demostrado los legisladores de 17 estados es que no merecen estar donde están. Ni siquiera leyeron lo que se les pasó sobre la reforma energética. En minutos aprobaron lo que el centro les envió ya aprobado por senadores y diputados federales de PRI, PAN, PVEM y Panal, que tampoco leyeron ni mucho menos discutieron lo que avalaron en reformas constitucionales.

La conducta de los congresos locales, además del federal, demuestra lo que ya sabíamos: que son marionetas de quienes les mueven los hilos. ¿Y cuánto cobran por brincar a la voz del amo? Millonadas, y este dinero lo pagamos nosotros. Es decir, pagamos para que nos perjudiquen más y para que lleven el país a la ruina. Si hubieran vendido el país por metro cuadrado y la ganancia fuera repartida proporcionalmente a todos los mexicanos, nos iría mejor.

Lo que nos ocurrirá en el país con el tema energético no será muy diferente al episodio de la reprivatización de la banca, pero peor: se le dio entrada a los capitales extranjeros y nuestros bancos terminaron totalmente en sus manos y, además, con mayores beneficios de los que obtienen en sus países de origen, ya que el gobierno ha permitido que cobren los intereses y derechos que les dé la gana. Y todavía hay quienes dudan de que los tecnócratas neoliberales, consolidados en el poder desde el gobierno de Salinas de Gortari, sean enemigos del país en su conjunto y de los mexicanos en mayoría. Peor todavía, hay quienes afirman sin sonrojarse, y con voz engolada, que en el mundo de hoy ya no hay derechas ni izquierdas, que esta división es tema del pasado.

No, las derechas han existido siempre, pero ahora hacen gala de su poder ignorando y avasallando a la oposición como si fuera un tanque de guerra cuyo conductor ni se toma la molestia de ver lo que se atraviese en el camino y a quién apachurre, como en el final de la película La pelle ( La piel, 1981), basada en la novela homónima del controvertido Curzio Malaparte. Para quien no la haya visto, pues creo que no se exhibió en México, en la escena final va un tanque de guerra de los aliados que estaban liberando Nápoles (1943), y se atraviesa un entusiasmado y jubiloso italiano. El tanque lo aplasta, llenando la pantalla de sangre. La liberación de Nápoles, por cierto, no hizo más fácil la vida de los italianos, y menos de las mujeres que sacrificaron su dignidad y su moral para sobrevivir.

En mi reciente libro Derechas y ultraderechas en México he tratado de demostrar que el único gobierno de izquierda en el México posrevolucionario fue el de Lázaro Cárdenas (quien nacionalizara el petróleo, por si alguien lo olvidó), y que los gobiernos que lo sucedieron, todos y más los últimos, han sido de derecha, ayudados por grupos de extrema derecha, complementarios sin ser iguales.

Menciono mi libro, aunque parezca comercial, pues no lo escribí como un mero ejercicio académico sino con una intención: llamar la atención de la dinámica de las derechas en el país y cómo es que terminaron siendo lo que son sin distinciones sustanciales entre ellas y sin sensibilidad por el presente y el futuro de la mayoría de los mexicanos. Como autocrítica diré que si me hubiera esperado unas semanas para terminarlo, habría incluido lo que acaba de ocurrir con la reforma energética y el triste papel de la izquierda moderada, que creyó que participando en el Pacto por México iba a poder influir en las decisiones mayoritarias de las derechas unidas del PRI y el PAN con sus patéticos aliados. Pero esto ya lo he dicho en otros escritos.

Lo ocurrido con la reforma energética es la cereza del pastel que comenzó a cocinarse con la mal llamada reforma educativa y otras más que las izquierdas dejaron pasar y en algunos casos aprobaron sin percatarse de que se trataba de una batería de reformas contra el pueblo de México. Y aun así todavía creen que en 2015 podrán cambiar las cosas y revertir lo que al presente, con la aplanadora de dos partidos y sus paleros, se ha aprobado por consigna y sin discusión. Lo que viene, ahora con el aval de 17 legislaturas locales, es un cheque en blanco para que el gobierno de Peña Nieto lleve a cabo contratos con la iniciativa privada (principalmente extranjera), contratos de producción compartida, de servicios y de utilidades, además de licencias para la explotación del crudo y derivados. Por si no fuera suficiente, con las reformas constitucionales se convierte a Pemex y a la CFE en empresas productivas del Estado que competirán en desventaja por los contratos con empresas extranjeras de Estados Unidos, España, Gran Bretaña y otros países, echando por tierra el control estratégico del país en materia energética.

Tal vez ahora las izquierdas, incluidos los moderados, se den cuenta de lo que permitieron y se convenzan de que ganar las instituciones estatales no es un asunto secundario, como creen algunos innovadores del pensamiento seudoanarquista que desdeñan la lucha por el poder para cambiar las cosas. Si ahora las izquierdas han visto cómo se han unido las derechas para este golpazo al país, quizá entiendan la importancia de posponer sus diferencias y buscar la unidad para la solución de los grandes problemas nacionales en lugar de protestas aisladas y sin coordinación.

PD. Con la venia de La Jornada, intentaré dejar descansar a mis lectores hasta el año que entra.

rodriguezaraujo.unam.mx