Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 22 de diciembre de 2013 Num: 981

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Editores y ediciones de la obra de María del Mar
Evangelina Villarreal

Guillermo Tovar de
Teresa, breve estudio
biobibliográfico

Rafael Barajas el Fisgón

Guillermo Tovar
de Teresa

Verónica Volkow

El aro de Urano:
Luis Cernuda

Enrique Héctor González

A 50 años de su muerte
Rodolfo Alonso

Luis Cernuda, la muerte
y el olvido

Ricardo Bada

Un retrato de
Miguel Nazar Haro

Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Poesía
Antonio Soria
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Juan Manuel Roca
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Des-balance (I DE III)

En bovinesco apego a la insania que balda el semblante de la exhibición cinematográfica en México, 2013 no ha sido, ni de lejos, un año excepcional: como es de sobra sabido que viene sucediendo desde hace lustros que forman décadas, al echar una ojeada a los últimos doce meses, a la palabra “balance” es inevitable agregarle la preposición “des”, puesto que prevalece la malhadada y padecida, mayoritaria y aplastante presencia de cine estadunidense, regularmente compuesto por una porción ínfima del bueno y otra, descorazonadoramente grande, del peorcito, ése que no se filma sino que se perpetra.

Para certificar lo anterior no hace falta más que asomarse a la cartelera de ayer, la de hoy o la de mañana –dan lo mismo que la de hace un mes o dos o cuatro–, y encontrarse con que nueve de cada diez pantallas ofrecen, intercambiables por sus antecesoras como si de pañales usados se tratara, verbigracia en estas fechas el enésimo saqueo a Tolkien, liga que, como otras de su tipo, es estirada y vuelta a estirar por quienes medran con el abuso, a estas alturas ya obsceno, de “sagas” y “franquicias”, sabedores que son, ésos que ordeñan, de lo dócil, absolutamente acrítico, pachorrudo y empachado que suele ser ese público masivo que tiene por costumbre beberse sin chistar –e inclusive agradeciéndola o protestando si no se la dan– esa leche aguada de cuanta secuela de secuela se comete.


El mayordomo de la Casa Blanca

Quien apele ya sea a su memoria de otros fines de año, o bien a la cartelera de la semana pasada o de esta misma, también encontrará el clásico, manido y baboso oportunismo de temporada, esta vez llamado Rescatando a Santa y Dos pavos en apuros, par de animaciones que carecen incluso –lo cual en estos tiempos ya cuenta como pifia– de un nivel técnico siquiera un poco por encima del actual mínimo aceptable, dada la fuerte competencia en ese género; sin dejar de lado, claro está, la completa indigencia intelectual de sus dizque/seudo/casi tramas, menesterosidad que viene aparejada con el implícito y previamente aceitado recibimiento sin retobos de “lo navideño”, desde una perspectiva meramente consumista y, por lo tanto, vacua, además de preñada sin remedio de un supuesto pero, por supuesto, falsísimo “espíritu de bondad”, agringado hasta provocar arqueos de náusea.

Hallará igualmente el no menos clásico, asimismo manido y burdamente panegírico cine “americano” de propaganda política, esta vez en los pietajes de El mayordomo de la Casa Blanca y Capitán Phillips, la primera un escamoteo tremendo de su propia historia –es decir, de los estadunidenses– en materia de derechos civiles; la segunda, el muy chocante relato, recurrente y sin ninguna novedad de fondo, del american citizen que, solito él y su alma, se las ve con los malos y sale avante –y del palmario lugar común proselitista no la salva, como ha querido ver Unoqueotro, el hecho de estar “basada en una historia real”, como si la filmografía de allende el Bravo no estuviera plagada, precisamente, de cuentitos y cuentotes quesque edificantes “basados en…”

Se topará también con dos pruebas, ensambladas siguiendo las instrucciones del recetario fílmico más elemental y chambonas en grado superlativo, de que cierto sector de la sociedad wasp sufre, y mucho, de gordos problemas de impotencia, tal vez no sólo simbólica sino directamente gonádica, para no mencionar los muy evidentes conflictos derivados de un bastante contradictorio sentimiento de inferioridad que dicha sociedad sublima, con torpeza e inelegancia extremas, en irrisorias actitudes de semental en brama, como se aprecia en esas fantasías de macho estándar y bien domesticado –es decir, y para cruel paradoja, castrado– que llevan por título, en inglés, Delivery Man y Don Jon, empeoradas en español por los bastante sonsos de Una familia numerosa y Un atrevido Don Juan, respectivamente.

Tanta desolación complementa su estulticia, entre otras miserias, con remakes innecesarios, insípidos y decepcionantes –eso es lo que suele ser prácticamente cualquier re-hechura–, como el que se hizo de la célebre Carrie; con más naranjas exprimidas hasta la última gota, que eso y nada más es Thor: un mundo oscuro; francas memeces al estilo de La batalla del año, y con atoles dedeados para bajarle tantito a la culpa inconsciente por el trato dado a los inmigrantes, tipo la historia –inverosímil de cabo a rabo– de una gringuita ayudando a los mojados a pasar la border line, de título La niña.

Pero también la complementa con lo poco que el apabullamiento permitió, a lo largo de 365 días, ver de cine mexicano.

(Continuará)