Política
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Distinciones y premios a mexicanos ilustres
E

n estos días se cumplen 25 años del primer artículo que escribí para La Jornada, a invitación de quien era entonces su director, Carlos Payán, iniciando lo que ha sido para mí una de mis más gratas experiencias, en las que he podido percatarme de la importancia de la palabra escrita, en un medio que se ha distinguido por su seriedad, análisis crítico y pluralidad, en todo este tiempo. Gracias a ello he podido incidir en algunos acontecimientos, hacer amistades maravillosas y enriquecer mis propios conocimientos, tanto de esas amistades como de los mismos lectores y de sus comentarios en Internet.

Fue así que participe en la creación del movimiento bicicletero de la ciudad de México en 1989, el cual tendría un impacto importante algunos años después; igualmente recuerdo nuestra participación en el primer conteo rápido hecho en nuestro país en las elecciones de 1991 con el apoyo de La Jornada, siguiendo los pasos del conteo rápido realizado por la sociedad chilena en el plebiscito que dio fin a la dictadura de Pinochet y sus secuaces.

Gracias a esa experiencia, fuimos después invitados por un grupo de legisladores del DF a contabilizar los votos emitidos en el Plebiscito Ciudadano de la Ciudad de México, el 21 de marzo de 1993, cuyos avasalladores resultados tuvieron que ser reconocidos por el gobierno para hacer la reforma por la cual desde 1997 la ciudadanía del DF ha podido elegir a sus gobernantes y delegados; el apoyo de La Jornada publicando esos resultados, cuando otros medios de comunicación descalificaban ese ejercicio ciudadano, resulto decisivo; hoy ese esfuerzo toma relevancia a la luz de la consulta que habrá de hacerse sobre el tema energético en 2015.

Después vino la creación de la Alianza Cívica, por un grupo de luchadores de la sociedad civil, varios de ellos articulistas de nuestro periódico, en 1994. Aunque los resultados de ese esfuerzo nacional fueron limitados, en virtud del uso descomunal de recursos mediáticos orientados a la descalificación de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, su conformación y organización constituyó una experiencia que sigue siendo hasta hoy un referente de lo que puede lograr la sociedad civil cuando se propone un objetivo.

A La Jornada debo el acercamiento primeramente con el ingeniero Cárdenas, cuya sabiduría y experiencia han constituido un ejemplo para mí. Igualmente la amistad y la confianza de Andrés Manuel López Obrador, con quien no siempre he coincidido, pero a quien reconozco como un líder carismático y un gran amigo, ha sido posible igualmente gracias a La Jornada.

Desde luego no todo ha sido miel sobre hojuelas: algunos de mis artículos han chocado con las opiniones de grupos importantes de lectores del periódico, lo cual considero desde luego natural, pues es difícil coincidir en todo con todos.

He tenido también experiencias frustrantes, como la ocurrida en los últimos meses de 2012, cuando con un grupo de personajes de la sociedad civil, entre los que estuvieron Jesús González Schmal, Bernardo Bátiz, Martha Pérez y Juan Ciprés, tratamos de establecer un juicio a Felipe Calderón por la serie de crímenes que indudablemente cometió contra el país, abusando de los poderes que le fueron entregados durante su mandato como presidente de México, luego de haber usurpado el mandato popular de la nación, con la complicidad de Vicente Fox. Hoy pienso que las estrategias que diseñamos y los tiempos que escogimos para hacer este intento de juicio estuvieron equivocados, cuando la atención pública estaba ya enfocada en otros temas, considerando que para entonces nuestro personaje estaba ya en el único lugar donde podía estar, el bote de la basura, sólo que blindado de impunidad, al igual que todos sus antecesores. Sin embargo, creo que algo aprendimos de esa lección.

En las últimas semanas, coincidiendo con todo el circo mediático instrumentado para deformar la Constitución (perdón, reformar la Constitución), me han llamado la atención dos noticias: una, distinguiendo a Peña Nieto como una de las mentes más brillantes e influyentes del mundo. La distinción, hecha por una prestigiada revista estadunidense, desde luego tiene como explicación que los periodistas que lo escogieron estaban pensando en las increíbles dotes utilizadas para convencer a los legisladores de nuestro país para realizar la hazaña de devolver el petróleo a sus antiguos dueños.

La segunda noticia fue aún más sorprendente, al menos en cierto sentido: el reconocimiento hecho por la Organización de Naciones Unidas a la Suprema Corte de Justicia de México por su destacado papel en cuanto a los altos niveles de justicia alcanzados por nuestro país. Pues sí, ¿a quién le queda duda de esto?

Ambas noticias me llevaron a recordar un artículo que escribí los primeros meses de 1990, cuando me enteré por Jacobo Zabludovsky que las Naciones Unidas habían resuelto otorgarle a Carlos Salinas un premio recién establecido, y totalmente equivalente al Nobel, por sus brillantes esfuerzos para mejorar con ideas innovadoras la ecología de nuestros ríos, lagos, playas y demás acuíferos que forman parte del territorio nacional. La noticia tenía, sin embargo, un pequeño error, pues informaba que el premio vendría a entregárselo a México el nieto mismo de Alfredo Nobel.

Ello me dio pie a escribir en La Jornada un artículo en el que ponía en duda la validez del soberbio premio ganado por Salinas, pues era un hecho conocido que Nobel jamás había tenido mujer, porque sospechaba de cualquiera que se le acercara, pensando que lo que quería era robarle sus fórmulas secretas; bueno, el caso es que no se sabía de ningún hijo o hija de este ilustre científico y empresario, de manera que el nieto era seguramente un impostor. El resultado fue una amenaza contra la integridad física de mi familia, pero el asunto no llegó a mayores. Después pude confirmar que las dichosas Naciones Unidas, de cuando en cuando otorgaban este tipo de reconocimientos a los países de la región 4, y que sus precios eran relativamente económicos. Después de todo, una revisión de todas las atrocidades que han permitido, contra algunos países, nos proporciona una idea de a lo que esta prestigiada organización se dedica.