Opinión
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Hechos relevantes de 2013
E

n el final de 2013 vale la pena, aun de manera rápida, traer a la memoria los principales eventos que marcaron este año. Primero en México y en próximo artículo aquellos de carácter internacional.

El hecho más importante en México probablemente sea la circunstancia de que, por encima de la retórica, de las promesas y compromisos, la democracia mexicana no parece avanzar en absoluto. Al contrario, el hecho del PRI en el poder, después de 12 años de ausencia, nos entrega a mi modo de ver las claves indubitables del fenómeno: el PRI sigue reinando como monarca absoluto, si es posible más aún que antes, es decir, de manera más rotunda que antes, que el viejo PRI, y eso tiene que ver con la incapacidad de escuchar, o con el rechazo tajante a escuchar la voz del pueblo y de la voluntad popular que han mostrado los nuevos y más altos funcionarios del gobierno de Enrique Peña Nieto. Y, por tanto, de su enorme torpeza para operar la política que ha tenido que ver este año, en gran medida, con las reformas que se han efectuado.

Comencemos con la reforma educativa que, más allá de sus posibles virtudes y defectos, se implantó sin ninguna consulta al magisterio, a los grupos sociales vinculados y a los gobiernos estatales en sentido amplio, con el catastrófico resultado de que una amplia parte organizada del magisterio (sobre todo la CNTE), e independientemente de que coincidamos o no con sus tácticas de lucha, ha dado lugar a una protesta sin duda de carácter nacional que, ¡debemos reconocerlo!, tiene que ver más con los derechos humanos de los trabajadores y con la ley laboral que con la cuestión específicamente educativa. ¡De modo que ahora pueden rescindirse las relaciones laborales por la decisión de no se sabe quién y por qué motivos, dejando como letra muerta el rico contenido del artículo 123 constitucional (un aspecto más de la liquidación constitucional en este tiempo de reformas estructurales) realizadas en la ignorancia, como esta reforma educativa!

Reconozcamos que la oposición a la reforma educativa tiene sobre todo un contenido laboral, mucho más que educativo en sentido estricto, y que ésta es la razón central de las críticas que ha recibido y de la importante movilización opositora. Lo cual revela, como decíamos anteriormente, una ausencia grave de ponderación en los consejeros y operadores políticos de Enrique Peña Nieto.

Por supuesto, la amplia oposición política a la reforma energética también se debe, en buena medida, a la ausencia de comprensión profunda de los artículos 25, 27 y 28 constitucionales que reivindican para la nación no solamente riqueza material (en el subsuelo) sino, sobre todo, dignidad y orgullo, desechos tantas veces por la arbitrariedad de las voluntades imperiales y de los más fuertes centros de poder político y económico. Se trata de un golpe demoledor a la nobleza y a lo mejor de la la historia nacional, pero ¡otra vez!

Nos encontramos con el hecho de que la gente hoy con poder se negó absolutamente a escuchar la opinión de los mexicanos, a lo que llamaron con gran sensatez Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López Obrador. ¡Otra vez la voluntad vertical desde arriba debía imponerse ciega y sordamente a la opinión de la ciudadanía! No pasó demasiado tiempo para que el nuevo régimen mostrara su voluntad nada democrática!

¡El mandar obedeciendo, que nos enseñó hace poco tiempo la sabiduría de los pueblos indígenas, no ha penetrado ni un ápice en las enrarecidas esferas del actual poder en México!

Para no hablar de la llamada reforma fiscal, que resultó uno de los fiascos más notables del catálogo de reformas estructurales de Enrique Peña Nieto y, primariamente, de Luis Videgaray, el autor del texto de esa reforma, que ha sido severamente vapuleada antes y después de su aprobación por el Congreso, que tuvo que ser corregida y adicionada en incontables aspectos (recuerdan el IVA sobre colegiaturas, sobre las hipotecas y sobre la compraventa en ciertas condiciones de bienes inmuebles, sobre los ingresos de las clases medias), resultando una reforma fiscal que en conjunto se ha ensañado precisamente sobre las clases medias y que numéricamente ha originado no sólo la mayoría de opositores a tales reformas, sino las críticas más duras al gobierno de Enrique Peña Nieto, que fue recibido con cierta apertura e incluso confianza (en que el PRI se hubiera transformado en alguna medida). El hecho es que en la sensibilidad más amplia de la ciudadanía hoy se ve al PRI tan autoritario o más que en sus mejores tiempos, a Peña Nieto como un implacable y aprendiz ejecutor-operador de ese autoritarismo, y a nuestra democracia como algo por lo que en el actual régimen no vale la pena ni suspirar, ya que se ha reducido a su mínima, y parece ser, despreciable expresión y existencia.

La cuestión ha llegado tan lejos, y tan abajo, que incluso un organismo internacional como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), integrada por 34 países y productores de 60 por ciento de bienes y servicios en el mundo, calificó a México con cero puntos en materia de seguridad, basada en la tasa de delitos y homicidios registrados. Desde luego, sería uno de los países con mayor desocupación y y se colocaría en uno de los últimos lugares en ingresos por habitante, y es el último en educación. Además de que es un fuerte candidato, por su tasa personal de obesidad, a disparar próximamente graves problemas cardiovasculares, de diabetes y asma.

Además de que el país se habría hundido también en materia de medio ambiente, ya que, por ejemplo, entre 2005 y 2010 se perdieron más de 155 mil hectáreas anuales de vegetación, lo que lo sitúa en el lugar vigésimo séptimo en pérdida de la llamada cubierta forestal.

¡Amable lector, estos son los éxitos que ha tenido ya en su primer año de gobierno Enrique Peña Nieto, poniéndose énfasis en el desplome de la democracia y el respeto a los derechos humanos!