Opinión
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¿Y las mieles del TLC?

Videgaray: para Ripley

Gasolinazo mejorado

E

n octubre de 1993, un apocalíptico Rudiger Dornbusch, entonces destacado integrante del Instituto Tecnológico de Massachusetts y muy cercano al régimen salinista, pregonaba que si el Congreso estadunidense rechazaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la economía mexicana sufrirá un derrumbe similar al de 1982, con grandes fugas de divisas, que forzará una devaluación y recesión importantes. Para su tranquilidad, dos meses después, en enero de 1994, entró en vigor este poderoso instrumento para atraer nuevas inversiones, crear empleos productivos y elevar el bienestar de los mexicanos (Salinas dixit, obvio es).

¿Qué sucedió? Pues con todo y que el poderoso instrumento fue aprobado y entró en vigor tal cual estaba planeado, aconteció exactamente lo que pronosticó Dornbusch –amigo de Pedro Aspe y asesor de tesis de Luis Videgaray–, es decir, la economía mexicana se derrumbó (en 1995 y en 2009); la fuga de capitales alcanzó una proporción superior a la registrada en tiempos de José López Portillo (el último año de Salinas las reservas internacionales se vaciaron, y sólo hay que recordar que con Fox y Calderón en Los Pinos la exportación de capital superó los 200 mil millones de dólares); el tipo de cambio se fue al caño (de 3.4 con CSG a más de 13 pesos por dólar actualmente, o lo que es lo mismo, alrededor de 400 por ciento) y la recesión es el pan de cada día desde hace, cuando menos, dos décadas.

Al igual que la advertencia de Dornbusch, que se cumplió con todo y tratado, el entusiasta pronóstico de Carlos Salinas de Gortari terminó en el bote de la basura: no se generaron empleos productivos (en realidad, la informalidad se desbocó, y a estas alturas 60 por ciento de la población ocupada sobrevive en ese sector) y mucho menos se elevó el bienestar de los mexicanos (61 millones de pobres –cifras oficiales– certifican tal señalamiento, aderezado con el dato del Coneval de que 82 por ciento de los mexicanos registran cuando menos una carencia, es decir, sólo 18 de cada cien reportan bienestar íntegro). Por si fuera poco, el crecimiento económico a duras penas alcanza una tasa anual promedio de 2 por ciento, y descontando.

Salvo en el pronóstico sobre el volumen de inversión foránea (y eso con sus asegunes, porque a últimas fechas el grueso de ella no es más que reinversión de utilidades generadas aquí), Salinas no dio una, porque a lo anterior se puede añadir la espeluznante cuan creciente dependencia externa de alimentos que México registra, la debacle económica y social en el campo, desplome salarial y constante pérdida de prestaciones sociales, baja productividad, ausencia de soberanía económica, la gran lavandería en la que se ha convertido el sistema financiero que opera en el país (lo que ha sido permanentemente denunciado por la ONU y por el Departamento de Estado) y tantas otras gracias que se quedan en el tintero, sin olvidar la terrorífica concentración de la riqueza, el ingreso y la actividad económica.

Eso sí, el volumen de ventas al exterior se multiplicó, aunque a estas alturas 82 por ciento de las exportaciones se concentra en unas cuantas empresas, la mayoría pertenecientes a los llamados megacorporativos trasnacionales, y más allá de Pemex los principales exportadores mexicanos son, entre otros, General Motors, Chrysler, Ford, Volkswagen, Nissan, Hewlett Packard, Nokia, Daewoo, LG, Panasonic, Samsung y Toshiba, por citar a algunas marcas nacionales. Y 85 por ciento de las exportaciones se dirigen al mercado estadunidense.

Lo que sí se cumplió cabalmente –y 20 años de TLCAN lo certifican– fue la premonición de no pocos grupos antitratado que, también a finales de 1993, advertían que con acuerdo trilateral o sin él, lo más probable es que la economía mexicana fallará de todos modos. Y estaban en lo cierto. Ello se puede resumir con la siguiente numeralia: con Salinas de Gortari, la tasa anual promedio de crecimiento económico fue de 3.9 por ciento; con Zedillo y el TLCAN en marcha, tal proporción se redujo a 3.5 por ciento; con Fox bajó a 2.3 por ciento, con Calderón a 1.8 por ciento y en el primer año de Peña Nieto a 1.2 por ciento. De Salinas a Calderón, tratado de por medio, el de por sí reducido ritmo de crecimiento se desplomó a la mitad, en medio de privatizaciones al por mayor, reformitis crónica, corrupción galopante, muchísimas promesas de bienestar primermundista y millones de muy bonitos discursos.

¿Dónde quedaron las suculentas mieles del primer mundo prometidas por promotores y continuadores del TLCAN?, porque a 20 años de distancia los múltiples beneficios ofrecidos –económicos y, especialmente, sociales– brillan por su ausencia. De hecho, en promedio, el inventario nacional de pobres reporta un crecimiento de un millón anual en dos décadas de TLCAN.

Jaime Serra Puche, negociador salinista del poderoso instrumento, considera que medir “los resultados del tratado con base en las cifras de pobreza y desempleo que persisten en la actualidad ‘es una evaluación un poquitín injusta’, ya que ‘hay muchas cosas que el tratado no resolvió y que no podía resolver’”. Pero, ¿qué fue lo primero que prometió su jefe y amigo, CSG, a la hora de justificar el TLCAN?: crear empleos productivos y elevar el bienestar de los mexicanos, y nada. Eso dice el ex funcionario, pero en sus tiempos al frente de la otrora Secretaría de Comercio y Fomento Industrial afirmaba exactamente lo contrario. Pero al final de cuentas, ¿para qué se mete un gobierno a negociar un poderoso instrumento o cualquier otro artefacto si el objetivo no es el beneficio de sus gobernados y el avance económico y social de su país? ¿No habrá sido para favorecer al gran capital trasnacional, y a los monopolios y duopolios nacionales? ¿O sí?

Las rebanadas del pastel

¡Sorpresa! Luis Videgaray fue designado “secretario de finanzas global y de las Américas para 2014 por la revista The Banker; es el primer mexicano en recibir dicha distinción”. ¡Qué cosa!: no dio una en materia de crecimiento y ni siquiera supo cómo se maneja el gasto público. Para Ripley, a menos que tal reconocimiento sea producto de nuestros impuestos… Y para arrancar bien el año nuevo, el gobierno federal adelantó el primer gasolinazo de 2014: lo hizo efectivo a partir de ayer, pero mejorado: con este primer aumento mensual, más la aplicación extraordinaria del impuesto especial sobre producción y servicios, la Magna tendrá un alza de 19 centavos, la Premium de 21 y el diesel de 24 (La Jornada). Y súmele 17 centavos al gas LP. Pero no se preocupen: si no llegan a fin de mes, coman pasteles.

Twitter: @cafevega