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La progenitora de Raúl Álvarez Garín cumplió ayer un siglo de vida

Manuela Garín: 100 años de ser madre, profesora, científica y luchadora social

Cuando uno quiere hacer las cosas, pues las hace y ya, dice una pionera y mujer independiente

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Una vez le dije a mi suegra: si yo hice una carrera y trabajando puedo agregar un poquito a lo de Raúl, pagándole a alguien que vea lo de la casa mientras yo me dedico a las matemáticas, ¿por qué no voy a trabajar?, relata la profesora de matemáticas Manuela GarínFoto Alfredo Domínguez
 
Periódico La Jornada
Jueves 2 de enero de 2014, p. 13

Disfruta muchísimo platicar cosas de su vida, hechos que ocurrieron en tiempos pasadísimos, porque los recuerdos de alguien que llega a los 100 años de edad con la lucidez y la memoria intactas se pueden conjugar así, en pasado y pasadísimo. Su risa es ancha y sonora, proclama que la vida es maravillosa y decreta que ella –Manuela Garín de Álvarez– ya está en edad de hablarle de tú a quien se le dé la gana. Claro, con la condición de ser correspondida en el tuteo.

Este primero de enero fue su cumple-siglo. Matemática, precursora de las mujeres científicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reformadora de los sistemas de enseñanza preparatoria y superior, maestra emérita de la máxima casa de estudios, ex basquetbolista aficionada, integrante de una célula comunista en tiempos de Lázaro Cárdenas, bisabuela de nueve jóvenes, sube y baja los tres pisos del edificio donde vive y aprieta fuerte cuando abraza. Y los martes, sin falta, recibe a sus amigos para desayunar en su departamento, en el multi Juárez.

Uno de esos amigos suyos, Manuel Diego, se sentó con ella un día a platicar y platicar. De ahí salió el librito Manuela Garín. Saber contar, Ediciones Oro de la Noche.

La huella de Manuela Garín Pinillas en las instituciones de enseñanza de la ciencia es profunda y prolífica. En más de medio siglo de vida profesional activa fundó el Instituto de Geofísica de la UNAM en Yucatán y la Escuela de Altos Estudios en la Universidad de Sonora; enseñó a un sinnúmero de generaciones en la Normal Superior, la Escuela Nacional Preparatoria, el Tec de Monterrey –donde ayudó a crear la carrera de Matemáticas–, las facultades de Ingeniería y Ciencias de la UNAM y la Universidad Femenina. Durante años organizó los congresos para la Sociedad Matemática Mexicana. Fue investigadora en el Instituto de Geofísica y recibió el título de profesora emérita en 1990.

En las historias oficiales de Manuela, la Mane, consta que nació el primero de enero de 1914, en Asturias, España. Sostiene: Uno es de donde tiene su primer recuerdo. Y mi primer recuerdo, cuando tal vez tenía tres años, es estar parada en la cubierta de un barco, de la mano de mi mamá, en medio del mar, mirando flotar una ballena en el horizonte, cubierta de pájaros. Con esa imagen insólita, empezó para mí el mundo, durante una travesía a la mitad del océano. Sería 1917.

En todo lo que emprendió en su larga vida –y lo que falta– la centenaria Manuela ha sido innovadora: le tocó ser estudiante de la primera generación de lo que hoy es la Facultad de Ciencias, en 1937; ejerció como esposa y madre bajo un amplio criterio de independencia e igualdad; contribuyó en los años 60 y 70 en las grandes reformas para modernizar la enseñanza de las matemáticas. Pero ella le resta importancia a su papel de precursora. Simplemente viví la vida intentando ayudar, dice.

La leyenda del pico de Orizaba

La familia Garín Pinilla (Diego Garín era su padre adoptivo) desembarcó en La Habana y se asentó en un pueblo minero de Pinar del Río. Manuela tiene recuerdos de una infancia feliz, sin escuela pero con dos excelentes maestros: el secretario de la mina que les enseñaba a leer y las clases de matemáticas de su papá, tan bien explicadas que definieron el futuro de la niña mayor.

La gran depresión y la dictadura de Machado pusieron fin a la etapa cubana de la familia, aunque el terco acento de la isla donde Manuela aprendió a hablar aún se esconde en ella. Sin don Domingo, a quien no se le concedió la visa, la madre María Luisa llega a México con sus seis hijos en 1932.

–¿Conocías esa leyenda que contaban los inmigrantes europeos que llegaban en aquel tiempo, de que si desde el puerto vislumbraban el pico de Orizaba significaba que iban a echar raíz en México?

–Mira tú, no lo sabía, pero nos pasó ¿eh? Lo vimos, un triangulito con la nieve de distintos blancos. Y los seis hermanos formamos seis felices hogares mexicanos.

Llegando a España, Domingo Garín murió y nunca pudo reunirse con su familia en México.

Imagina a mamá, sola con seis hijos llegando a un nuevo país, en esa época que no se acostumbraba que las mujeres trabajaran. ¡Qué bueno que a mí no me tocó, porque a mí me encanta trabajar!.

¡Una muchacha en la UNAM!

Pese a todo, en 1937 Manuela hacía su ingreso triunfal a lo que entonces se llamaba la Escuela de Física, Matemáticas y Biología de la UNAM, en el hoy Palacio de Minería. Fue pionera en su carrera.

No era fácil porque éramos muy pocas muchachas y por lo general cuando los chicos veían pasar una mujer salían aullando. Pero una vez que nos conocían nos respetaban.

Su primera experiencia política en el México cardenista fue en una célula comunista de carniceros de La Merced, invitada por los dueños de una carnicería donde solía comprar carne para su madre enferma. De ahí pasó a la célula de su facultad, donde conoció al estudiante de ingeniería Raúl Álvarez. Nos hicimos novios Raúl y yo, aunque le advertí que no me casaba hasta terminar la carrera. Y así fue.

Una esposa nada convencional

Manuela nunca se planteó ser ama de casa. Los hijos llegaron muy pronto, Raúl a los 9 meses de la boda y Tania año y medio después. Pero la nueva mamá no dejaba las aulas y las oficinas, el cálculo y la estadística.

“Un día me dice mi suegra: ‘Oye, ¿qué no puedes vivir con lo que gana tu marido?’ Le contesté que sí, pero que si yo hice una carrera y trabajando podía agregar un poquito a lo de Raúl, pagándole a alguien que vea lo de la casa mientras yo me dedico a las matemáticas, ¿por qué no voy a trabajar?”. Así se zanjó el asunto de una esposa nada convencional. Y como mi marido nunca me lo prohibió... pues así seguí. Eran los años 40.

Madre coraje

Las luchas sociales siempre ocuparon un asiento en la mesa de los Álvarez Garín, donde se hablaba de revoluciones, de Vietnam, de la India, de Fidel Castro, de lo que pasaba en el mundo, de las huelgas de los médicos, los ferrocarrileros, de los mineros, los maestros, de las injusticias en el campo, de donde hubiera problemas y luchas. En consecuencia, frente a las oleadas represivas de la época, le tocó ser madre coraje.

El 68 encuentra al hijo Raúl al frente de la representación de la escuela de matemáticas del Politécnico ante el Consejo Nacional de Huelga. El 2 de octubre, en medio de la masacre, Raúl cae preso, entre los centenares de jóvenes detenidos esa noche. Lo que siguió fue la angustia, la búsqueda, las visitas a la crujía de Lecumberri, el abuso del Ministerio Público, la comprensión de que ante lo irracional de las acusaciones de la PGR no había defensa penal que valiera; las madres movilizadas, Manuela siempre acompañada por quien entonces era su nuera, María Fernanda La Chata Campa, hija de Valentín Campa, que también estaba preso; la escritora Elena Poniatowska, que en esos días reporteaba para La Noche de Tlatelolco, una de sus obras mayores, y Montserrat Gispert, otra científica.

Con el cambio de régimen, Luis Echeverría Álvarez intenta deshacerse de esa papa caliente que era el colectivo de presos políticos. A Manuela le toca ser la intermediaria entre los líderes del colectivo, Raúl y Gilberto Guevara Niebla, y el secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia. Los dirigentes fueron enviados al Chile de Salvador Allende vía Perú.

20 millones de mexicanos

Mane le resta méritos a su vida de pionera, como científica, luchadora y como mujer independiente.

-¿Te sientes precursora de una forma de ser mujer en este país desde los años 30?

--Pues sí, yo oía que las mujeres no podían hacer muchas cosas en esos tiempos. Pero, pues como yo hubo algunas otras. Es que cuando uno de veras quiere hacer algo, pues se hace y ya”. Y otra vez la carcajada contagiosa, que conjuga perfecto con la Nochebuena que adorna su sala.

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