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Florescano
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Escenas cordobesas, de Ignacio Rosas, imagen de la portada del libro Historia general de Córdoba y su región
“E

n la historia, la memoria, el olvido

En la memoria y el olvido, la vida

Pero escribir la historia es otra vida

Inconclusión…”

Paul Ricoeur

Enrique Florescano presentó su libro Historia general de Córdoba y su renglón, Ed. UV), en el que estudia la consolidación de una identidad. Entrevistado por La Jornada, asegura que emprender esfuerzos para recuperar la historia local y regional de cada parte del país resulta una estrategia indispensable para dar conciencia e identidad a esa población, porque si una persona no sabe de dónde viene, nunca tendrá un buen piso para asentarse en su presente y pensar mejor el pasado. Lo cual permite a Enrique contribuir a coser los desparramados hilos de la memoria colectiva que nos ha formado, y servir y comprender mejor el presente acelerado y cambiante que nos ha tocado vivir (globalización).

Hace un año Florescano había publicado en el Fondo de Cultur Económica su espléndido trabajo Función social de la historia, el cual me permitió compartir con él durante el año que terminó las complejidades de la memoria y el olvido desde el sicoanálisis y compararlos con las de la historia. Una obra que se ha tornado clásica y atraviesa el trabajo de Enrique fue motivo de estudio en el seminario en el que participo sobre Jacques Derrida. Me refiero a Memoria, historia y olvido, de Paul Ricoeur. Libro en que según mi lectura quedan de manifiesto las diferencias metodológicas entre el estudio de la historia y el sicoanálisis ¿Cómo acercar estas diferencias de método?

Como bien dice Enrique: Desde tiempos antiguos memoria e historia tejieron lazos comunes. Quienes se ocupan de esa relación coinciden en señalar que la memoria es el almacigo de la historia. Lo dijeron Aristóteles, San Agustín… la memoria es del pasado. Ricoeur, en el ya clásico libro que menciono, decía de esa relación que es un alegato en favor de la memoria como matriz de la historia en la medida que sigue el guardián de la problemática de la relación representativa del presente con el pasado. En esta alquimia entre memoria e historia la memoria es una relación viva del presente con el pasado, mientras la historia es una representación del pasado. White observa a esta afirmación que la memoria es más cercana a la naturaleza humana, pues está cargada de imágenes emocionales, mientras la historia tiene que ver más con la cultura y por eso dice que esta última es memoria cultivada.

Florescano, después de revisar la historia de los historiadores, llega con Paul Ricoeur a la idea de que el tramo final de la operación historiadora es la representación del pasado. La historia, insiste Ricoeur, es totalmente escritural, se manifiesta en el texto o en el relato que a su vez quiere ser una representación de la realidad. En Memoria, historia y olvido la representación de la realidad figura en tres contextos diferentes: en la memoria, en la teoría de la memoria y en la obra escrita. La escritura de la historia se ha convertido en escritura literaria. En cambio el sicoanálisis rastreando el pasado y con base en el descubrimiento de la transferencia es forma oral de la representación del pasado y la confrontación con la realidad, que realiza el propio analizante.

El libro de Enrique Florescano necesitaría de muchas hojas para escribir la multiplicidad de ideas, imágenes y sentido de la vida que ocupa. Somos un país mareado por el trauma de la conquista. Trauma que elaboramos repitiendo la derrota, la pérdida. La historia nos ayudará a darle salida. Nuestra historia, que fue escrita por los vencedores y lo sigue siendo.

¿Qué es lo que hace que algo sea historia? Termino con elementos del pensamiento de Jacques Derrida: La posibilidad grafica, como posibilidad habilitadora de la historia lo es en ambos sentidos del término. La historicidad misma está ligada a la posibilidad de la escritura en general. Antes de ser objeto de una historia de ciencia histórica, la escritura abre el campo de la historia del devenir histórico.

Me acuerdo de haberme acordado: San Agustín.