La noche de los muertos vivientes


Mixtecos celebran halloween en Gilroy, California. Foto: Eniac Martínez (detalle)

Tiffany Midge

para Sherman Alexie

“Si regresan de los muertos ¿serán amigos? ¿O enemigos?
¿Podremos tratar con ellos? Nosotros que nunca
hemos vencido el miedo de enfrentar a la muerte?”:
John Russo, Night Of The Living Dead (1974).

Resucitados
de bóvedas y féretros
los recientes y no tan recientes difuntos
se han alzado
armados con su propia carga de testimonios
que contar.

No me libré del certero horror de la cinta.
Las inconsolables imágenes que la película serie B me infligió.
Veinte años después aquí me tienes preguntando.

¿qué tal si?

¿Qué tal si los espíritus danzantes en Wounded Knee
estuvieran a punto de levantarse de su fosa común
y voltear el mundo al revés?
Supón que las profecías delirantes se hicieran realidad.

¿Entonces qué?

Dime, ¿cómo perdonar
si son tantas las razones para la venganza?
En una época en la que el cliché más accesible,
“la mejor venganza es vivir bien”,
se burla cruelmente del destino de los indios actuales.
Es lo que pasa cuando las masacres
se vuelven una metáfora más.

Los huesos de los muertos
se exhuman, dispersan, venden.
La roca sagrada de los santuarios vuela por los aires
en nombre del patriotismo.

Místicos mentecatos que venden cristales e incienso
se apropian de la religión lakota.
Cherokee resulta tan sólo otra marca
de ropa barata y camionetas 4 por 4.

Un magnífico pasado se reduce a tarjetas postales
puestas a galaxias de distancia.

Si escuchas,
si escuchas fuerte,
capaz que percibes a los muertos.
¿No lo sabes? Han hablado durante años.
Sus espíritus siguen danzando,
cuentan una y otra vez la misma historia.

Sus voces, malinterpretadas por los televangelistas
y los programas de opinión.
Sus voces que escurren al sistema de agua de las  ciudades.
Sus voces que llenan los lugares más vacíos del universo
en el fondo de las albercas,
en los callejones solitarios,
en viejos temores envueltos en cobijas húmedas,
en sucios pensamientos en cuchillos embotados
en sueños caducos.

¿las puedes oír?

Cada generación de cada sociedad de cada cultura
fabrica su propio salvador.
Salvarse salvarse salvarse
es una expresión que usamos
para frenar nuestra destrucción.
Para salvarnos de nosotros. De

artillerías emboscadas Armagedón angustia,
de
pólvora dioses iracundos germicidas tumbas prematuras,
de
el pasado el presente el futuro, de

vidas, vidas, vidas. Éstas son nuestras vidas.
¿Por qué los soldados no escucharon a los muertos?

En el territorio Laguna una mujer pueblo tuesta
piñones como ofrenda para las tumbas de sus muertos.
Su cuerpo prende largas velas y se derrite en espíritu.
Sus hijos desfilan como duendes
a través de la noche brillante,
ponen fuego a sus sombras, pinzan la comida de sus tazones
para alimentar a los difuntos. Oyen hablar a los muertos.

La noche que presencié
el guión de John Russo puesto en vida,
un grotesco capirotazo del tipo B,
quedé asombrada y admirada.
Al final del drama su mensaje sangraba en intenso rojo
en mi pensamiento,
me clavaba su queja en el corazón
porque escuché.

La pantalla sólo ofrecía una visión en blanco y negro
pero cada zombi era verde technicolor,
la carne de cada víctima florecía en púrpura y azul.

Yo oía hablar a los muertos.

Cada existencia que se extingue habrá de reinventarse
de otra forma.
Ése era el mensaje,
una advertencia de que los muertos viven siempre.
En un mundo donde cada generación
de cada sociedad en cada cultura
diseña su propia histeria mesiánica,
donde la esperanza puede destrozarse como el vidrio
y los sueños de la gente perecer

con tal violencia.

Los fantasmas están siempre con nosotros.
Escuchando. Mirando.
Cargan nuestro peso en sus espaldas,
se aparecen en nuestras visiones,
se anuncian en los cines, en la tv
satelital, en los cables y las antenas,
en los sótanos y las tazas,

siempre,

permanecen con nosotros, hacen declaraciones
en los estrenos de Hollywood, en cada baile inaugural,
en las supercarreteras del ciberespacio, en
la quietud de la noche,

arrullan nuestras pasadillas,
preservan nuestra fe en el mañana.

Escucha:

¿oyes hablar a los muertos?
Nos salvan y nos resucitan.

Tiffany Midge (1965), poeta hunkpapa sioux, originaria de la costa noroeste de Estados Unidos, es autora del poemario Renegades and Saints. Diary of a Mixed-Up Halfbreed (Greenfield Press, Nueva York, 1996). Es promotora teatral, editora de poesía en la notable revista multicultural The Raven Chronicles de Seattle y miembro de la reservación sioux de Piedra Parada (Standing Rock) en el estado de Washington.

Traducción: Hermann Bellinghausen