Política
Ver día anteriorDomingo 12 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

En la frontera con Guatemala, por cada nueve giros negros hay sólo una escuela

En Chiapas al menos 30 mil mujeres son víctimas de trata, señala informe de ONG
Foto
El llamado corredor del placer, ubicado en el departamento de San Marcos, GuatemalaFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 12 de enero de 2014, p. 6

Tecún Umán, Guatemala.

Desde la ventana del bar La única estrella, dos chicas observan a los potenciales clientes. Están sentadas a la entrada, usan minifalda y top ceñido de tirantes. Distribuidas en distintas mesas, hay otras 10 chicas y tres parroquianos en una esquina. Una vieja rockola con música grupera. La luz neón de la barra ilumina la penumbra. En el pasillo repleto de pequeños cuartos a ambos lados, rumbo a los sanitarios, la imagen es sórdida: un hombre desnudo mira sin inmutarse, a su lado hay una mujer en cuclillas, defecando en el suelo.

Este lugar oficialmente no es un prostíbulo, aunque en la práctica todo mundo sabe –incluida la autoridad municipal– que aquí se viene a buscar sexo comercial, incluso con menores de edad. Sucede lo mismo en el bar de al lado, Las tres estrellas; en La cantina, ubicada en contra esquina; en frente, en el bar Las Vegas, y a media cuadra, en el Lucy’s bar.

A esta zona se le conoce como el corredor del placer y es el preludio de una de las rutas de la trata de mujeres y niñas centroamericanas con fines de explotación sexual, rumbo a México y Estados Unidos. Las víctimas son llevadas a Chiapas, Oaxaca, Veracruz... y una buena parte son enviadas a Reynosa y Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde hay casas de seguridad para esperar su traslado al sueño americano.

Algunos de los propietarios de estos giros negros disfrazados de lugares conocidos como centros botaneros son los mismos dueños de lugares similares y casas de citas ubicados en Chiapas, con vínculos entre autoridades de ambos países y empresarios del ramo.

Las denuncias

Las niñas entre ocho y 14 años son vendidas por tratantes a 100 y 200 dólares, según ha denunciado la organización internacional Fin de la Prostitución Infantil, la Pornografía y el Tráfico de Niños con Fines Sexuales (ECPAT, por sus siglas en inglés), que lanzó una alerta para señalar que desde aquí y Tapachula se inicia la ruta de traslado de las víctimas.

Cada año, según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), se suman un millón de niños y adolescentes al mercado de la explotación sexual comercial, dejando unos 12 mil millones de dólares anuales.

Caminar en la noche por estas calles del paso El Palenque, en el departamento de San Marcos, es adentrarse en los submundos del sexo comercial. En este lugar la trata de mujeres y niñas está normalizada: No las tienen a la fuerza, a ellas les gusta ese trabajo y si no, ni modo, reciben su buen dinero, dice el balsero que ofrece sus servicios para pasar libremente el principal puerto fronterizo terrestre de México y Centroamérica, por 20 quetzales.

La quietud en esta temporada del río Suchiate permite sentir en el rostro una leve brisa. El suave sonido del agua esconde en el fondo a cientos de migrantes que han perdido la vida al intentar cruzar.

Al llegar a territorio mexicano, a la orilla del río, hay decenas de bicitaxis. César ofrece un tour por los antros de Ciudad Hidalgo. Dice que tiene 19 años y confiesa que es consumidor de sexo comercial porque las novias son muy complicadas. Advierte que en la ciudad hay una casa de citas sólo para clientes VIP: “políticos, narcos y empresarios”.

Es una casa de citas donde hay niñas, pues. Son sólo para esa gente con dinero. Pero si quiere seguir viva, le recomiendo no ir. Tres cuadras antes hay gente vigilando. Los clientes llegan en cochesazos, no en bicitaxis. Y si la pescan con la cámara sacan la pistola y pum. El dueño es un alcalde, no se si de México o Guatemala.

En el table dance El rinconcito, las pocas mujeres visitantes reciben una pequeña tarjeta que las identifica como clientes para evitar que, en las posibles redadas, sean confundidas con trabajadoras sexuales. En la pista, con tubo en el centro, la bailarina apenas se mueve. No hace ninguna acrobacia, sólo movimientos cadenciosos, explícitamente sexuales y al final se quita la pequeña ropa interior y queda completamente desnuda. Al bajar del escenario, otra chica se acerca con una toalla. Ella se tapa con pudor. El público masculino aplaude en actitud animada.

Entre las mesas, las chicas con vestidos diminutos y escotes pronunciados se pasean bailando, restregando sus cuerpos en los clientes, que finalmente les invitan un trago. Por cada bebida, el dueño se queda con 70 por ciento y el resto es para ellas. Entre los meseros hay un niño como de 11 años atendiendo el lugar.

En el área de baños hay una docena de cuartos, aunque se supone que aquí no hay sexo comercial: Estoy aquí por la frontera. Tengo cinco hijos en Guatemala y quiero tenerlos cerca. Verlos. ¿El papá? Se olvidó. Yo los tengo que sacar adelante, dice una espectacular chica de casi dos metros de altura con un vestido negro de lycra, perforado a los lados que deja ver su cuerpo casi desnudo.

En éste y en todos los giros negros como centros botaneros, bares, cantinas, cabarets, table dance, salas de masaje o centros nocturnos hay el mismo letrero gigante escrito en una lona de plástico que dice: En este lugar no se contrata a menores de edad. Por un Chiapas libre de trata de personas. Pero sólo hay que ver los rostros de algunas de las menores que allí laboran y la forma en que se disfrazan los negocios para ofrecer sexo comercial, para confirmar que el anuncio forma parte de la propaganda del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco.

La fichada, que según la nueva Ley contra la Trata de Personas es un delito y una explotación, tanto laboral como sexual, en Chiapas es un negocio donde se ven involucrados desde los dueños, encargados de estos lugares, el cliente, así como las autoridades municipales, estatales y federal. Todos estos actores activan y reproducen como deber cotidiano un sistema de impunidad y corrupción en pro de la prostitución, dice el informe sobre trata realizado por el Centro de Dignificación Humana, una organización que rescata víctimas, dirigida por Luis Rey García Villagrán.

El paisaje del centro de Tapachula es desolador. En cada cuadra hay entre cuatro o cinco negocios donde se ofrece sexo comercial de manera abierta o disfrazada: En cada uno de estos lugares, establecimientos de venta de bebidas embriagantes, se explota laboral y sexualmente a un promedio de 10 a 15 personas, lo que nos arroja un aproximado de cerca de 30 mil víctimas en potencia, dice el informe.

Los casi 4 mil establecimientos funcionan gracias al Sindicato de Empresarios de Bares y Cabarets, cuyo líder es Clodualdo Manzano Robles, un hombre identificado como dueño de giros negros donde se vende sexo comercial, que mantiene vínculos estrechos con los gobierno municipal y estatal, que le permiten operar los negocios con mujeres mexicanas y extranjeras.

Por cada nueve giros negros hay una escuela, según el informe, y la demanda de mujeres se abastece gracias a la frontera con Guatemala y a las redes de trata, entre ambos países, con mil 500 mujeres de nacionalidad guatemalteca, salvadoreña y sobre todo hondureña, que laboran allí: “Las chicas que trabajan en estos sitios son enganchadas desde su país de origen en Centroamérica, después de un tiempo pasan a los table-dances más reconocidos de la ciudad y terminan en un centro botanero de meseras, con total dependencia de alguna droga y alcohol”.

Hay cientos de centros botaneros. En El tucanazo, una bodega convertida en cantina, ubicada al lado de los rieles, la música de Marco Antonio Solís, El Buki, no permite conversación alguna, pero la mesera con vestido ceñido dice que es hondureña: Soy madre soltera, me vine a buscar una vida mejor. Aquí todas somos centroamericanas.

Son las tres de la tarde y hay alrededor de 15 chicas distribuidas en las mesas. Oficialmente aquí no hay trabajo sexual y las mujeres son sólo meseras. Uno de los clientes con barriga prominente canta y saca a bailar a la mesera con la que toma cerveza. La abraza, la manosea y la empieza a besuquear. La chica de apenas 20 años no se resiste, pero su rostro de asco lo dice todo. A los pocos minutos ambos desaparecen por la puerta.

El problema de alcoholismo entre las jóvenes que trabajan en este tipo de lugares es severo. En este centro botanero, como en la mayoría, sólo se sirve Corona. Por cada cerveza que le invitan, ella se queda con 10 pesos: Al día me tomo entre 30 y 50 cervezas; cuando todo va bien, llego hasta 70, dice en tono resignado, visiblemente alcoholizada.

–¿Y los servicios sexuales?

Esa es otra historia.