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Itacate

Alimentación y cultura

L

os temas sobre México en el libro Identidad a través de la cultura alimentaria (Conabio, 2013) son, como hemos visto, de gran interés. Los temas mesoamericanos inician con un artículo de Alfredo López Austin, interesante reflexión sobre la taxonomía que responde a la necesidad del hombre para comprender y apropiarse de la naturaleza dándole un orden a su clasificación; la identidad que “evoca un caro juego de pertenencias, grandes y pequeñas con las que formamos nuestros nosotros con la contrastada formación de los otros, y la alimentación, que nunca evoca lo suficiente porque ha trascendido “su carácter de necesidad física para convertirse en símbolo omnipresente…”

López Austin se centra en el maíz como el elemento que definió la tradición mesoamericana. Esta planta ha establecido desde hace milenios un vínculo precioso entre el hombre y el maíz, que ha dado lugar a decenas de testimonios míticos. En varios de estos mitos se identifica la sustancia del grano con el cuerpo del hombre, al punto que el somos lo que comemos, se convierte en el comemos lo que somos. El autor afirma después de una amplia discusión, que toda clasificación es resultado de una cultura, de la observación de la naturaleza y el trato cotidiano de quien la utiliza y transforma.

Cada cultura genera una cocina, afirma Montserrat Gispert, quien comparte observaciones producto de un trabajo de campo de 40 años. Describe la manera en que las mujeres de distintas etnias transmiten sus saberes de generación en generación de manera oral y gestual, protegiendo así su identidad cultural y sus conocimientos. Se centra en dos procesos: la preparación del chilate, bebida que llevan los hombres de la mixteca guerrerense al campo, y la de los tamales nejos, ofrenda en una comunidad nahua de ese estado.

Johanna Broda y Aurora Montúfar detallan el trabajo colectivo y los preparativos para una ceremonia de petición para que llueva y prospere la milpa, en Temalacatzingo, Guerrero. Es de especial interés la elaboración de figuras hechas de harina de amaranto, azúcar y agua que remiten claramente al tzoalli presente en las descripciones del siglo XVI, lo que evidencia la continuidad cultural. Figuras como serpientes, cuyos dientes son granos de maíz y sus ojos frijoles, así como ranas, sapos, hormigas, mariposas, camaleones y tortugas, tienen un valor ritual asociado con el agua; se mezclan con los angelitos de la tradición católica.

Ya nos referiremos al tema de la milpa y del maíz, sobre los que escriben Antonio Garrido de la Universidad de Granada, y los autores de este Itacate.