18 de enero de 2014     Número 76

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Las regiones bioculturales
de México

Eckart Boege

Las regiones bioculturales de México son centros de diversidad biológica, agrobiológica y cultural, siendo parte constitutiva de la identidad de los pueblos indígenas y comunidades locales no indígenas. La desconfianza hacia el Estado mexicano y la autoafirmación biocultural se manifiesta en actividades de autodefensa, de recuperación de territorios y reafirmación de valores culturales, algunos en desuso. Paradigmática y dolorosa ha sido la defensa de territorios frente a la repartición irresponsable de concesiones mineras, la construcción de hidroeléctricas en su territorio sin consultas y la imposición de esquemas de producción de energía eólica que despojan a indígenas de sus territorios bioculturales. En el caso de las concesiones mineras se les ha arrebatado más de 10 por ciento de su jurisdicción, y a varios hasta 90 por ciento de sus territorios.


FOTO: Archivo de Proyectos

Asimismo, un tema central en este momento de la defensa biocultural de los pueblos indígenas y comunidades campesinas locales, y del pueblo en general, es la lucha contra el otorgamiento de los permisos para que seis monopolios siembren maíz transgénico. De otorgarse, jamás en la historia humana ha habido un experimento biológico más irresponsable como sería el caso de someter al pueblo mexicano a una dieta masiva de transgénicos. En efecto, el pueblo que creó al maíz, que come 600 platillos distintos de maíz de una diversidad extraordinaria, ingiere el 35 por ciento de dieta proteínica y 55 por ciento de su dieta calórica a partir del consumo directo de este cereal. La aprobación sería una afrenta a la tradición biocultural del pueblo mexicano.

La riqueza y diversidad cultural responde al hecho de que México contiene la tercera parte de los pueblos originarios en América Latina, organizados en 11 familias y 68 agrupaciones lingüísticas con más de 300 variantes, que pueden ser tipificadas como lenguas endémicas, y por sus filosofías prácticas, la población podría considerarse gente de los ecosistemas. La trilogía biocultural del país, que conjunta tres dimensiones de la diversidad y sus escalas, tiene una profundidad histórica ya que la megadiversidad natural es cincelada por la presencia e interacción milenaria de los pueblos indígenas, de tal manera que podríamos llamarla naturaleza cultural, o naturaleza culta. En dicha relación, una amplia gama de ecosistemas, paisajes y agro ecosistemas se han mantenido y recreado mediante la constante adaptación humana frente a grandes cambios e incertidumbres, forjando así los verdaderos laboratorios de domesticación o semi domesticación de por lo menos cien especies comestibles y sus consiguientes variedades. En estos variados ambientes se ha generado uno de los procesos bioculturales más relevantes de la humanidad: la domesticación de 15 por ciento de las especies más importantes del sistema alimentario mundial contemporáneo, que representa, además, 30 por ciento del Producto Interno Bruto agrícola de México. Los recursos genéticos resultan un tesoro invaluable de la humanidad y representan, por su diversidad, una alternativa importante a los retos que implican las adaptaciones locales y regionales de los sistemas alimentarios frente al cambio climático. De esta manera, en las regiones bioculturales contemporáneas del país están presentes los recursos genéticos, paisajes, saberes, conocimientos, maneras de percibir y actuar colectivo representados como bienes comunes que, en síntesis, son la milenaria cultura mesoamericana o la memoria biocultural de nuestros pueblos.

Los componentes a considerar en las regiones bioculturales de México son:

  1. Que los territorios de los pueblos originarios o indígenas son y han sido centros de origen y/o de diversificación biocultural y espacios de organización social que han promovido la conservación, el desarrollo y enriquecimiento de sus recursos fitogenéticos, base de su cultura y, en algunas regiones indígenas y comunidades campesinas, base de proyectos alternativos del Bien Vivir.

  2. Existen varias acepciones sobre los conceptos de territorio, territorialidad y sobre las nuevas territorializaciones en la división mundial del trabajo, y en particular de los sectores primarios y secundarios a gran escala. En el caso de pueblos indígenas, nos referimos a los espacios que ocupan hoy en día, tal y como lo define el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de manera práctica. Un criterio fundamental para la identificación de los pueblos indígenas y tribales, según el convenio es la autoidentificación o autoadscripción colectiva. Es alrededor de estas territorialidades que se pueden construir las autonomías y los proyectos endógenos de desarrollo económico, político y social, tal como lo nos lo demuestran los territorios zapatistas. La territorialidad es la manera en que se organizan y ocupan los territorios mediante el ejercicio del poder.

  3. Por investigar están las regiones bioculturales más amplias que los territorios de los pueblos indígenas que se organizan en comunidades campesinas y que reproducen los componentes bioculturales indígenas.

  4. Los centros de diversificación biocultural son regiones del país en donde coinciden los territorios de los pueblos indígenas o comunidades campesinas, los centros de origen y diversificación de la biodiversidad (definidas por la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Bodiversidad (Conabio) como Regiones Terrestres Prioritarias para la Conservación de la Diversidad Biológica), regiones hidrológicas prioritarias y áreas de amplia diversidad domesticada o agrobiológica.

  5. Se trata de territorios con ocupación de larga duración por pueblos indígenas y comunidades campesinas que tienen un fuerte origen mesoamericano, donde a pesar de que han estado inmersos en distintos sistemas productivos tanto coloniales como contemporáneos, han logrado sobrevivir incorporando saberes, conocimientos tecnologías y especies de otras partes del mundo.

  6. La ocupación territorial de larga duración perfila paisajes, genera una relación co-evolutiva entre paisaje, diversidad biológica (culturalmente sobredeterminada) y complejos mosaicos de sistemas productivos.

  7. La cartografía indígena por regiones bioculturales está por hacerse. En primer lugar tenemos los topónimos en la lengua en cuestión, su significado, y su origen incluso mítico o religioso, colonial y contemporáneo, resignificado. En segundo lugar están los sitios sagrados organizadores del territorio: desde cuevas, cerros y manantiales hasta sitios arqueológicos, capillas coloniales, etcétera. En tercer lugar están los ordenamientos territoriales y ecológicos tradicionales y los planes de vida con reglas de acceso explícitas o implícitas, a veces sancionadas por la religión, o bien las fijadas por la asamblea según los usos y costumbres. Un siguiente elemento de la cartografía indígena será revelar la organización de los espacios productivos organizados según sistemas de milpa y sistemas agroforestales. Y finalmente, tenemos movimientos de resistencia que plantean proyectos de vida endógenos y que incluyen dentro su proyección territorios más allá de las comunidades agrarias. Es así que las cartografías regionales indígenas se convierten en un instrumento de defensa.

    Los territorios de los pueblos indígenas son laboratorios históricos de la domesticación y del patrimonio biocultural. En interacción con la vegetación primaria y secundaria o manejada, frecuentemente se encuentran los pares silvestres de las especies domesticadas.

  8. En varias circunstancias se generan paisajes resilientes (aunque no siempre), en donde la producción y adaptación de cultígenos a los “nichos ecológicos” se vinculan a estrategias productivas mediante la adaptación a cambios económicos, biofísicos y culturales (por ejemplo los huamiles o acahuales de la selva maya).

    Se puede hablar de un acervo fitogenético (recursos biológicos colectivos) regional que se intercambia y pervive local y regionalmente.

  9. El núcleo duro de la organización de la cultura de los pueblos indígenas y comunidades campesinas con componentes mesoamericanos es definido por la práctica cotidiana de manejo de los territorios basados en la agricultura y el sistema milpa.

  10. El sistema milpa ha sido el laboratorio central de la domesticación de más de cien especies comestibles en Mesoamérica. Este sistema está siendo agredido, destruido y sustituido principalmente por la agricultura industrial.

  11. De la organización social de las comunidades agrarias depende si son los indígenas y/o comunidades campesinas quienes controlan creativamente sus bienes colectivos y la comercialización de éstos, por ello se trata de organizaciones de acción común. La organización social es esencial para la construcción de regiones bioculturales (el llamado “comunalismo” de la Sierra de Juárez en Oaxaca).

  12. La emergencia política de los pueblos indígenas y campesinos frente a los procesos de acumulación por desposesión característicos del actual sistema económico global hegemónico, del crimen organizado ofrece nuevos marcos de resistencia. en lo que se defiende son los modos de vida basados en la bioculturalidad.

  13. Existen organizaciones y comunidades indígenas que se plantean explícitamente la conservación de sus bienes bioculturales, la defensa de sus semillas y, por consiguiente, la defensa de sus territorios.

  14. Los componentes bioculturales indígenas son la base de la autonomía y proyecto político y económico de los zapatistas en Chiapas.


Ética y patrimonio biocultural

León Olivé Instituto de Investigaciones Filosóficas,
Seminario de Investigación sobre Sociedad del Conocimiento y Diversidad Cultural, UNAM


FOTO: Archivo de Proyectos

Para abordar el tema de “ética y patrimonio biocultural” conviene comenzar por introducir el concepto de práctica social, en vista de que daremos una caracterización de la ética en términos de prácticas sociales, si bien se trata de una concepción de la ética poco ortodoxa.

A partir del concepto de “práctica” podremos sustentar la tesis de que el desarrollo social y la justicia deben comprenderse en términos de las cosmovisiones que enmarcan las prácticas de cada cultura, y de la relación que cada una de ellas establece con su entorno, cuestión fundamental para comprender los problemas éticos que surgen del patrimonio biocultural y, sobre todo, de su preservación, ante las amenazas en el mundo globalizado. Esto es particularmente importante para un país multicultural como México.

Una práctica social es un sistema dinámico que incluye los siguientes elementos, que están íntimamente relacionados e interactúan entre ellos.

  1. Un conjunto de agentes con capacidades y propósitos comunes, quienes interactúan entre sí y tienen transacciones con el medio, proponiéndose tareas colectivas y coordinadas.

  2. Un medio del cual forma parte la práctica, en donde los agentes tienen transacciones con los objetos e interactúan con otros agentes.

  3. Un conjunto de objetos (incluyendo otros seres vivos) que forman también parte del medio.

  4. Un conjunto de acciones que están estructuradas. Las acciones involucran intenciones, propósitos, fines, proyectos, tareas, representaciones, creencias, valores, normas, reglas, juicios de valor y emociones. De esto cabe destacar: 1.- un conjunto de representaciones del mundo que guían las acciones de los agentes. Estas representaciones incluyen creencias (disposiciones a actuar de una cierta manera en el medio) y modelos de aspectos del medio, y 2.- un conjunto de supuestos básicos: principios, normas, reglas, instrucciones y valores, que guían a los agentes y que son necesarios para evaluar sus representaciones y acciones, así como las de otros agentes. Esta es la estructura axiológica de una práctica.

Existen distintas prácticas sociales: económicas, políticas, educativas, artísticas, religiosas, recreativas, deportivas, empresariales, tecnológicas o científicas.

Las prácticas sólo pueden desarrollarse por grupos. La adecuación de una práctica no es una cosa de todo o nada, sino un asunto gradual que tiene que ver con la medida en que los agentes logran los fines que se proponen. Un sistema axiológico de una práctica es correcto si esa práctica es adecuada en una medida aceptable para los agentes de la misma, quienes la evalúan. Ambas características, adecuación y corrección dependen tanto de las capacidades cognitivas y de acción de los agentes, como del medio en el cual actúan. Como los medios donde se desarrollan las prácticas son muy diversos, de ahí surge la amplia variedad de prácticas y, por tanto, de sistemas axiológicos correctos. Seres humanos semejantes, teniendo que habérselas con medios diferentes, desarrollarán prácticas adecuadas distintas.
Distinguiendo entre moral y ética -la primera como moral positiva: el conjunto de normas y valores morales de hecho aceptados por una comunidad para regular las relaciones entre sus miembros, y entendiendo por ética el conjunto de valores y de normas racionalmente aceptados por comunidades con diferentes morales positivas, que les permiten una convivencia armoniosa, pacífica y cooperativa-, el problema central de la ética es la fundamentación de normas legítimas de convivencia entre seres humanos con morales diferentes.

Esto es fundamental en la sociedad plural contemporánea, piénsese por ejemplo en la diversidad de posiciones morales con respecto al aborto. La posibilidad de llegar a acuerdos sobre normas legítimas por parte de grupos con morales positivas distintas reside en que cada grupo encuentre razones para aceptarlas, aunque esas razones, por depender de morales diferentes, no sean las mismas para los distintos grupos. Cada grupo puede tener diferentes razones para aceptar una misma norma o un mismo valor; por ejemplo, el respeto a la dignidad humana. Algunos la pueden aceptar porque todos los seres humanos son criaturas de dios, y otros porque los seres humanos tienen un valor intrínseco que no depende de ninguna concepción religiosa.

Desde esta perspectiva, la ética no se entiende como la disciplina filosófica encargada de fundamentar un conjunto fijo y determinado de valores y de normas, sino como una dimensión de las prácticas sociales. El objetivo que buscan los miembros de las prácticas sociales mediante la ética es analizar críticamente y proponer el conjunto de valores y de normas mínimas a las que deberían llegar de común acuerdo los grupos que tienen que interactuar en torno a problemas determinados, con el fin de que su convivencia sea pacífica, cooperativa, y puedan resolver diferencias de formas aceptables para todos. El respeto a la diferencia y la tolerancia horizontal, por ejemplo, son valores éticos fundamentales. Lo anterior supone una posición pluralista, de acuerdo con la cual no hay una única manera correcta de fundamentar las normas éticas.

Tampoco hay un único significado válido de los conceptos morales como “dignidad”, “necesidad básica” o “afrenta moral”. Cualquier cultura que tenga un mínimo de moralidad debe tener conceptos como estos, y cualquier convivencia entre culturas debe lograr un consenso racionalmente fundado acerca de lo que significan esos conceptos. Pero lo que significa “dignidad” en una cultura puede no significar lo mismo en otra. El significado debe revisarse y determinarse en cada contexto de interacción entre culturas. Sin embargo, en toda circunstancia el concepto establece los límites intraspasables de respeto a las personas.

El patrimonio biocultural constituye el medio en donde se desarrollan las diferentes prácticas sociales y es por tanto indispensable para la preservación de las prácticas características de una determinada cultura y por ende para mantener su identidad colectiva. Ésta, a la vez, es necesaria para el desarrollo de la identidad personal de cada miembro de la cultura. Dependiendo de la cultura de que se trate, habrá una cosmovisión que da cuenta de ese medio. El patrimonio biocultural es también la condición de posibilidad para que los miembros de cada cultura desarrollen sus planes de vida, de acuerdo con sus valores, su cosmovisión y cómo desean ser, lo cual es básico para que la sociedad sea justa y permita el desarrollo social. La preservación del patrimonio biocultural es así fundamental para la continuidad de las prácticas sociales, y por ende para la preservación de las diferentes culturas que constituyen la nación mexicana, y es la condición fundamental para caminar hacia una sociedad más justa. Por todo esto es un imperativo ético preservar el patrimonio biocultural de México.

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