Opinión
Ver día anteriorMartes 21 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
La pesadilla
C

uando Ernesto Cordero era titular de la SHCP tuiteó, apoyándose en un informe del Banco Mundial: Hace mucho México dejó de ser un país pobre, es ahora de clase media y en cinco años se consolidará. ¡Hace mucho!, dijimos asombrados los desinformados. Luego no ocurrió su optimista profecía.

Cuando a Cordero se le ocurrió esa burrada, medio mundo se pitorreó del mensaje y él dijo en un nuevo tiut que había dicho eso, pero que también había dicho que teníamos un fuerte problema de pobreza. ¿Qué había entonces dicho Cordero? Pues que sí pero no. Lo uno y lo otro. ¿Cómo puede un país tener un fuerte problema de pobreza habiendo dejado de ser pobre hace mucho?: todo cabe en el jarrito de cerebro de un gran número de políticos de un país con más de 32 millones de personas que no concluyeron la educación primaria. La Unesco, hoy, (también la Cepal), en la era de la sociedad del conocimiento, define como analfabetos a quienes lo son sans phrases, así como a quienes alcanzaron apenas hasta cinco años de escuela básica. Se entiende esa nueva definición en un momento en que, como ahora, una licenciatura no representa mucho más que un ligero barniz de conocimiento.

Bien a bien quién sabe qué dijo Cordero, porque en sus tiempos también dijo que una familia mexicana podía vivir con 6 mil pesos. Los tuiteros se dedicaron entonces a cantarle a Cordero Peso sobre peso, del recordado Chava Flores (Oye, Bartola…).

Por supuesto Cordero no es, ni de lejos, el único político mexicano al que le gustan esos decires del Banco Mundial o del FMI (México es un país de ingresos medios), o lo que dice el Índice de Desarrollo Humano (México, lugar 14 del rango de los países de IDH alto en 2012). Muchísimos funcionarios de gobierno y no pocas plumas con fama, también ven esos datos con ensueño extático.

Primero, no perdamos de vista que arriba del IDH alto, está el rango del IDH muy alto, en el que están 47 países. Segundo, México tiene un IDH general de 0.775; cuando se le pondera por la desigualdad socioeconómica, cae a 0.583, y si se lo hace por la desigualdad de género, cae hasta 0.382, que equivale grosso modo a los IDH generales de Afganistán, Guinea-Bissau o Sierra Leona, parte de los países profundamente menesterosos del planeta.

De modo que las definiciones del Banco Mundial o del FMI resultan por lo menos engañosas. Sí, debajo del ingreso de México hay docenas de países paupérrimos, pero la distancia de ingreso entre México y los que están arriba es un abismo: según el propio FMI, el ingreso per cápita de México en 2014 es, en cifras de paridad de cambio (PPA), 15.9 mil dólares, cifra que, comparada con la de los países más golpeados de la Unión Europea, resulta risible: Portugal, 23.5; España, 30.7; Grecia, 24.2; e Italia, 30.2 respectivamente. Casi todos duplican a México, y si tomamos a Canadá, Alemania, o Estados Unidos lo triplican o mucho más que eso.

El peor tema acerca de esos ingresos es la desigualdad, como ya lo adelantamos al ver las variaciones del IDH, al ser ponderado por la desigualdad de ingresos y de género.

En julio del año pasado el Coneval publicó un estudio sobre la pobreza. Una gráfica altamente expresiva es comentada en el estudio de este modo: De ella podemos extraer dos conclusiones básicas: primero, que entre 2006 y 2012 hubo un claro y marcado aumento en todos los tipos de pobreza en México (que van desde un 22 por ciento en el caso de la pobreza total o de patrimonio, hasta un 40 por ciento en el caso de la pobreza alimentaria o extrema) y, segundo, que en 2012 las cifras de todos los tipos de pobreza no son muy distintas de las tasas que se tenían exactamente dos décadas atrás, es decir, que llevamos básicamente dos décadas perdidas en el combate contra la pobreza en el país. Está claro: todos los programas de combate a la pobreza resultan inútiles: les faltan muchas, muchas cosas en términos de salud y educación en serio, y empleo e ingresos bien remunerados.

Donald Kaberuka es un ruandés, economista y actual presidente del Banco Africano de Desarrollo. Fue educado en las universidades de Tanzania y de Reino Unido, y obtuvo un doctorado en economía de la Universidad de Glasgow. Citando a su maestro Samuel Adepoju Aluko, dice en su artículo La pesadilla de la desigualdad: “Los pobres no pueden dormir, porque tienen hambre, el economista nigeriano Sam Aluko dijo la famosa frase en 1999, y ‘los ricos no pueden dormir, porque los pobres están despiertos y hambrientos’. Todos estamos afectados por profundas disparidades de ingresos y riqueza, porque el sistema político y económico del que nuestra prosperidad depende no puede continuar enriqueciendo a algunos mientras empobrece a otros.

“El problema es más marcado en las megaciudades del mundo (80 por ciento del PIB mundial). Por ejemplo, a medida que viajamos en el metro de Londres …de Westminster a Canning Town (seis millas, o 14 paradas), la esperanza de vida de los habitantes en cada parada sucesiva cae seis meses”.

La experiencia reciente indica que los políticos de todas partes, no han aprendido nada sobre la pobreza y la desigualdad.