Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 26 de enero de 2014 Num: 986

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La melancólica
sonrisa del editor

José María Espinasa

La vida es un viaje
Vilma Fuentes

En tierras de Vallejo
Juan Manuel Roca entrevista
con Juan Gelman

Gelman, en el
nombre del hijo

José Ángel Leyva

Carta abierta a
Juan Gelman

Tres poemas inéditos
Juan Gelman

Tres rostros en una obra
Marco Antonio Campos

La palabra de
Juan Gelman

Hugo Gutiérrez Vega

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Columnas:
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Enrique López Aguilar
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Bemol Sostenido
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Hugo Gutiérrez Vega

Viaje a Los Altos (I DE III)

A fines del pasado mes de noviembre hicimos un interesante recorrido por Los Altos de Jalisco. Organizaban el periplo Alejandro Sánchez y Víctor Boga, promotores de una cátedra que lleva mi nombre, que patrocina la Universidad de Guadalajara y que anduvo, como los peregrinos de las pastorelas, pidiendo posada en los distintos recintos de la Universidad. Estos peregrinajes me han permitido visitar casi todos los centros universitarios y admirar su excelente organización y su buen funcionamiento. Me faltan solamente Autlán, Ocotlán y Colotlán para tener el panorama completo de una universidad ejemplar en su sistema descentralizado y en su atención especial a las variantes culturales, socioeconómicas y políticas del complejo estado de Jalisco. Tengo entendido que la cátedra por fin encontrará su refugio en el Centro de Humanidades de la Universidad en Guadalajara. Se trata de una inmejorable ubicación, pero los ímpetus peregrinos deberán mantenerse mientras el piernamen aguante y los deseos de conocer todos los centros ubicados en todos los rumbos de la rica y variada geografía jalisciense se mantengan en pie.

La jira empezó en Lagos de Moreno, la tierra de mis mayores y de mis años de infancia. Roberto Castelán, exrector del Centro, fundador de instituciones, historiador ejemplar y, como Thoreau, habitante de la wilderness alteña, es el actual director de la escuela preparatoria en la que celebramos nuestras conferencias y coloquios. El señor rector del Centro brilló por su ausencia que, según me cuentan, es consuetudinaria. Los muchachos de la prepa me recibieron como a cantante pop y las conferencias sobre escritores alteños tuvieron una buena participación y me permitieron tomar el pulso del interés en la literatura de mis jóvenes paisanos.

El termómetro se desplomó y llegamos a los cero grados (ni frío ni calor, diría el gallego de la historia). Temblando de frío pasamos dos noches en un extraño hotel situado en las afueras de la ciudad. Nos consolaron diciéndonos que en San Gaspar de los Reyes ya “aleteaba la grulla”, pues en esa pequeña Siberia de Los Altos andaban ya a 16 grados bajo cero. Comimos en La Muralla una sopa de fideos que hizo sonar las trompetas de la tradición culinaria laguense, unos tacos dorados de sesos y una lengua tan notable como la de Porfirio Muñoz Ledo. Debo decir que en el resto de la jira sólo es digno de recuerdo un jabalí asado en Tepatitlán, ciudad en la que ya no es posible encontrar la carne adobada que fue una de las estrellas de la cocina de Jalisco.

Las dos guerras cristeras siguen vivas en tierras alteñas. Sus heridas todavía escuecen y, a veces, sangran. La beatificación y santificación de un grupo de cristeros abrió aún más esas heridas. En Jalostotitlán, la ciudad del poeta Alfredo R. Placencia, se levanta el gigantesco templo dedicado a Santo Toribio Romo, patrono de los migrantes y, según las lenguas bífidas, favorecedor de algunos narcos de la región que le rezan y ponen veladoras para pedirle suerte en sus funciones. Hablando con un cura bastante sensato, llegamos a la conclusión de que El Vaticano sólo pensó en los mártires del bando cristero y se olvidó de los soldados castrados, de los maestros “socialistas” desorejados y de los agraristas venadeados. En las guerras, las dos partes cometen atrocidades. No olvidemos que hasta el mismo Graham Green, tan severo en sus juicios en contra del gobierno de Calles, respeta las convicciones laicas del joven militar casado con la infatigable lectora de hagiografías. Mis lectores recordarán la novela de Greene, El poder y la gloria. En fin... espero que la lectura de las novelas de Guadalupe de Anda (Los cristeros y Los bragados) sirva para combatir el fundamentalismo patrocinado por el trentino cardenal Sandoval, ya jubilado, pero con la lengua suelta y el vituperio en ristre.

Apenas me asomé al centro de la ciudad de mi infancia, pero respiré su aire helado y volví a contemplar su imponente parroquia, afeada recientemente por una estatua del Papa mediático que destruye la vista de la monumental escalinata. Hablé con los muchachos y las muchachas y aprendí muchas cosas, entre otras que para esta generación las dos guerras cristeras están más lejos que la toma de Constantinopla por los turcos. Conviene que estudien la historia de ese conflicto para que no se repita, y que estén más cerca de Guadalupe de Anda que de las hagiografías clericales. Don Guadalupe ve con sensatez esos momentos trágicos y evita los extremos maniqueos.

(Continuará)

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