Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 26 de enero de 2014 Num: 986

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La melancólica
sonrisa del editor

José María Espinasa

La vida es un viaje
Vilma Fuentes

En tierras de Vallejo
Juan Manuel Roca entrevista
con Juan Gelman

Gelman, en el
nombre del hijo

José Ángel Leyva

Carta abierta a
Juan Gelman

Tres poemas inéditos
Juan Gelman

Tres rostros en una obra
Marco Antonio Campos

La palabra de
Juan Gelman

Hugo Gutiérrez Vega

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La Jornada Semanal

 

En torno a una filosofía latinoamericana

Orlando Lima Rocha


Reflexionar nuestra América. (Ensayos sobre
filosofía latinoamericana),

Óscar Wingartz Plata,
Facultad de Filosofía-Universidad Autónoma de Querétaro,
México, 2012.

Es ya un lugar común afirmar la inexistencia del pensamiento latinoamericano, e inclusive preguntar por éste con miras a afirmar su ausencia o atraso. Desde el valioso, erudito, inusitado y requetenombrado debate entre Augusto Salazar Bondy y Leopoldo Zea sobre la existencia, originalidad y autenticidad de la filosofía propia de nuestra América (hace ya más de cuatro décadas), parece que la reedición de esta pregunta es nodal aún hoy en día. El neoliberalismo, eufemísticamente llamado globalización, acentuó las situaciones de dependencia de la región y afirmó así el fin de las ideologías, las utopías e inclusive la historia misma. Con ello afianzó una ideología, una utopía y una historia hegemónicas que aún hoy se siguen escribiendo. En ese camino, la filosofía de nuestra América camina con crítica y creatividad, repensándose y recomenzando (roigianamente dicho) constantemente para dar cuenta de su fecunda profundidad e historicidad. Elemento que es denotado por el latinoamericanista Óscar Wingartz Plata en este volumen.

A través de un conjunto de amenos y sencillos ensayos –expresión latinoamericana por excelencia– el autor da cuenta de problemas, temas y sendas en las que la filosofía latinoamericana ha puesto su grano de arena para poder reflexionar y poner en cuestión una realidad vigente, injusta en lo moral y que no da cuenta de las diferentes historicidades existentes en nuestra América.

De horizonte martiano, Reflexionar nuestra América implica hacerlo desde la realidad como punto esencial y, en el caso de esta región, denunciar una situación estructural opresiva que afirma una “interdependencia” excluyente. Así, la dimensión crítico-epistemológica de la filosofía es puesta sobre la mesa al dar cuenta de su función social de crítica y autocrítica con una creatividad para filosofar socialmente. Por ello, lo propio de esta filosofía, como bien lo muestra el autor, es la (auto)crítica transformadora con horizonte utópico de nuestra propia realidad.

Lo anterior, sencillamente dicho, contiene sin embargo un gran caudal de tópicos abiertos a la problematización, al ser nodales para una reflexión situada en y desde realidades concretas: la crítica a los academicismos despolitizantes del pensamiento latinoamericano y sus tareas extra-academia; el compromiso social del filosofar, la crítica a eufemísticas dependencias pretendidamente “interdependientes”; la relación de la teología con la filosofía en históricos proyectos de liberación; las postmodernidades y su imposible operatividad yuxtapuesta a nuestra América; las democracias procedimentales que ocultan contextos neoliberales de libertad desigual; la imprescindible reafirmación de la dignidad humana frente al abandono institucional de discursos transformadores; la positividad de diferentes nacionalidades reales, contingentes e históricas, para pensarlas desde igualdades materiales; la historicidad de proyectos de integración latinoamericana que muestran sus posibilidades utópicas operantes en la realidad; y, en fin, la centralidad del Estado en un mundo globalizado y su necesaria transformación, dignificante para dichas naciones nuestroamericanas.

Todos estos puntos, apenas enunciados, son parte de un conjunto de reflexiones autónomas entre sí, pero que se estructuran al conjuntar un discurso que, desde su ensayística voluntad de estilo, buscan interpelar al lector y lo conminan a ejercer un pensamiento situado en su realidad, reflexionada desde esta misma realidad para su transformación plena hacia una vida de liberación dignificante de todos los seres humanos. En ese sentido, la crítica, la autocrítica y la creatividad sustentan un pensamiento situado pero no aislado, histórico pero no extinto, concreto pero no determinante, utópico transgresor pero no quimérico evasivo. Óscar Wingartz plantea aquí sustantivas reflexiones nuestroamericanas sobre y desde la filosofía latinoamericana, para nuestras conflictivas y contingentes realidades.


Oda a la ausencia

Nohemí Zavala


Tálamo,
Minerva Margarita Villarreal,
Hiperión/UANL,
España/México, 2013.

Es Tálamo una oda a la ausencia del amado, reconstrucción del mundo ya para siempre habitado en soledad. El espacio y el tiempo se deterioran y pierden su linde: incluso el paraíso y la eternidad caben en ese vacío. Trabajo de la memoria es no dejar caer en el olvido el pasado primigenio de la comunión, ni del lecho nupcial: el desposorio como sitio original donde nos hacemos en y por el otro que nos conforma.

Así, creadora es la memoria, más que la imaginación. Reconstruye sobre lo perdido pero antes de subsanar una ausencia, esa ausencia organiza el despliegue del universo lírico: “y en la memoria de/ tenerte/ penetro este resquicio.”

Tálamo es territorio conquistado por la memoria. Un espacio domesticado, sobre el que se construye el ecosistema inagotable donde la búsqueda y el desplazamiento tienen lugar: “La piedra cruzo todos los días/ la piedra laja la piedra bola la piedra pinta/ la caliza piedra blanda de tus labios/ la tigre que con tus ojos me liga/ como el cazador a su presa.”

Un sitio para que nada suplante ese vacío, que es el sitio del último, único encuentro posible en el que hombre y mujer quedan unidos para siempre: “Excepto tú todo pasa/y todos pasan por aquí/ Excepto tú por esta piedra/ pasan/ y en mi mente/ quedan/ como regalos/ de tu ausencia.”

Por ello, si Tálamo es memoria herida, también es memoria reaccionaria y con toda su fuerza resiste a la aniquilación, al abandono. Refleja ante todo la lucidez, fotografía en alta resolución del instante del incendio donde las paredes se fueron abajo o las paredes se fueron arriba. Destrucción es ascensión, como en todas las cosas santas que van al cielo después de su momento último de confrontación con el mundo: “La pátina del hierro el amarillo adobe el óxido adoquín/ Un eco un chillido un pájaro elevando/ los incendiados muros que el fuego amó.”

Como todas las cosas santas que escuchan el llamado: de la voz, de la luz, del cielo…:

“Atravieso esta luz/ porque el cielo me llama/ pero la luz es llama/ y lo que llama es luz”,y no se resisten, sino que se precipitan.

Tocada por el cáncer, tocada por la muerte, pero al mismo tiempo tocada por el sol y por la Virgen: llamada a ser vida plena, a morir para vivir la eternidad y el paraíso. Por eso Tálamo decide someterse a las ruinas, a los vestigios, a la memoria, y en lugar de morir, supervive y crea la vida que puede fundarse encima de lo que ya fue. Con la fuerza del que entra con los dos pies al desposamiento, a la promesa, sostiene al amor hasta las últimas consecuencias: “Me he casado contigo/ y todo lo que escribo/ es real.”

Tálamo es poesía de la promesa amorosa, fundada ante la realidad más innegable, la certeza de la muerte, la natural proclividad a la descomposición (transformación, también renovación) de la materia viva, y la lucidez que acompaña a este entendimiento. El libro fue merecedor del Premio de Poesía del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz, 2010.


Doble viaje de un ensayo vagabundo

Gustavo Ogarrio


El viaje y los sueños. Un ensayo vagabundo,
Jorge Bustamante García,
Dirección de Literatura, UNAM/Ediciones Sin Nombre,
México, 2013.

Sergio Pitol comienza su libro El viaje con una enunciación e interrogación propias de un viajero insatisfecho y de un narrador con un estratégico reclamo autobiográfico: “Y un día, de repente, me hice la pregunta: ¿Por qué has omitido a Praga en tus escritos? ¿No te fastidia volver siempre a temas tan manidos: tu niñez en el ingenio de Potrero, el estupor de la llegada a Roma, la ceguera en Venecia?” Este libro de Pitol es quizás el que guarda mayor fidelidad al género literario del diario y, al mismo tiempo, el que se encarga, en nombre de este desplazamiento narrado, de dislocar el sentido unilateral de los géneros literarios. Diario, crónica, ensayo informal, amplias citas estratégicas (como la cita in extenso de la novela La verdadera vida de Sebastian Knight, de Vladimir Nabokov, que aparece en el apartado “Hazaña de la memoria”) componen El viaje, que es también un homenaje, narrado y analítico, a la literatura rusa, a la heterogénea literatura rusa que en Pitol es parte de su propio sistema de referencias estéticas y culturales.

Lo que es una interrogación por la ausencia de Praga en su evocación autobiográfica se transforma en una indagación narrativa de las dos semanas en que Pitol viajó por la hoy extinta Unión Soviética, del 19 de mayo al 3 de junio de 1986. El viaje en Pitol no sólo significa el movimiento del viajero que se desplaza para narrar y enfáticamente entrecruzar los sueños con la cartografía de lo recorrido como apertura del mundo, es también un movimiento deliberado de su prosa que afirma la articulación de géneros narrativos que se disputan en todo momento el dominio de lo narrado. Si bien podríamos decir que El viaje es un diario en el sentido más literal y autobiográfico del término, este desplazamiento del viajero está marcado por su constitución como narrador que ronda los límites de la ficción y del sueño, en su condición también de registros centrales del sentido de apertura y movimiento. Dice Pitol casi al comienzo del libro: “Una de esas noches tuve un sueño”, esto para comenzar la desviación un tanto alucinada del registro de su viaje por la Unión Soviética. La obra de Sergio Pitol es una interrogación sobre el uso y ampliación de los géneros literarios en su versión moderna, y una poética del sueño como relato que desvía y reconfigura el sentido de lo real.

¿Cómo interpretar la obra de Sergio Pitol sin traicionarla con una solemnidad injustificada a la luz de su propia poética del relato? ¿Cómo profundizar en lo que la literatura rusa ha significado para Pitol sin tratarla solamente como una “influencia” más? Jorge Bustamante García, geólogo, poeta y ensayista, traductor de literatura rusa, ha respondido ensayísticamente a la interrogación del papel que en la obra de Pitol ocupan tanto el sueño como la literatura rusa.

El viaje y el sueño. Un ensayo vagabundo, de Jorge Bustamante, es un libro cuyo punto de partida es un afilado sentido de la parodia y un cálculo informal de la prosa ensayística. Un “ensayo vagabundo” que a su manera repite el viaje de Pitol con la temeridad de un ensayista que, “sin saberlo”, se “había preparado toda su vida para ello”. Bustamante se apoya en un alter ego narrativo, Miguel Triestes, para reinventar ensayísticamente el recorrido de Pitol en el libro El viaje. Hay una dimensión lúdica en el libro de Bustamante poco común en el ensayo contemporáneo; una temeridad estética que conjuga la reflexión ensayística enfáticamente dirigida al libro El viaje, con la propia experiencia del que ensaya. Bustamante no solamente desmonta las claves del libro de Pitol y nos las trasmite con el sentido artístico de un ensayo narrativo que ronda los traspatios de la ficción, las interpreta también desde su propia experiencia y apropiación de la literatura rusa, con toda la acumulación de su trabajo como traductor: “Escribir sobre el viaje de otro, es hacer un viaje propio”, afirma Bustamante casi al final del libro.

Al referirse a una de las apropiaciones más significativas de la obra de Pitol, la del arte narrativo de Chéjov, Jorge Bustamante nos dice: “Fantaseando a través de los relatos y narraciones del escritor ruso, Pitol encontró una vía para dejar aflorar la propia voz, para labrar un estilo autónomo y singular, llegando incluso en un sueño a bailar uno de los cuentos de Chéjov como todo un Nejinski.” Así como Pitol evoca su viaje a la Unión Soviética al preguntarse por la figura de Praga en su propia memoria, Jorge Bustamante, al internarse en el viaje de Pitol, nos desvía también sutilmente hacia los caminos donde se cruzan ensayo y ficción, nos guía sin estridencias por la clave subterránea que produce una obra literaria tan peculiar y “rara”, y al mismo tiempo nos deja al borde de la dialéctica siempre peligrosa entre lo local y lo universal, sólo que con los elementos suficientes para no caer en una más de sus simplificaciones: “Al hablar de Rusia, Pitol habla de nosotros, al leer a los escritores rusos, lee también a los nuestros.” Al ensayar sobre la obra de Pitol, Jorge Bustamante también murmura su propia definición de literatura: “La vida, sea cual fuere, es una posibilidad multiforme e infinita para plasmar las sospechas, los fantasmas y los sueños en lenguaje y escritura.”


Delinear el contorno

Ricardo Guzmán Wolffer


Traición a domicilio,
Guillermo Arreola,
Joaquín Mortiz,
México, 2013.

Los cuentos de Guillermo Arreola funcionan por separado y, leídos en conjunto, amplían la sensación de que estamos ante un universo de soledad e indefensión en el que son terribles los pequeños momentos en la vida de esos personajes que con unos rasgos son definidos para la corta trama que resulta casi una viñeta de un gigantesco cómic, pero también lo son, tanto o igual, los cambios definitorios (la pérdida de la pareja, la agresión en venganza, etcétera). La violencia entra en escena sin dificultad pero no se advierte gratuita. Literariamente, justificar sacarle los ojos a quien te sacó uno, no tiene mucha dificultad (y menos si lo logra en la última línea, para dar el eficaz giro definitorio al texto); aguantar los golpes y maltratos de la pareja ausente, por el contrario, tiene un poco más de trabajo, por ejemplo. Pero los cuentos de Arreola resuelven bien tal parte de la construcción literaria. Esos textos, algunos de poca extensión, solventan el planteamiento filológico: aunque uno pudiera pensar que faltó la información sobre qué sucede con la escena bosquejada, eso es parte de esa sensación buscada en el lector: éste quisiera que el autor le diera un giro distinto al texto para quitar la basurita en el ojo dejada por no saber qué más pasó con esos personajes violentados o a medio segundo de, tal vez, ser asesinados. Hechos brutales tratados con una suave pluma que dibuja la tragedia hasta donde más incomoda: en el momento en que entra la imaginación. Apenas hay cuentos fantasiosos, como “Un amor perdido”, donde la brutalidad de los demás contrasta con la metáfora desarrollada a partir de un supuesto irreal.

Por si disfrutar los cuentos fuera poco, en este tomo se incluye La venganza de los pájaros, originalmente publicada en el FCE. Para quienes ya leyeron esta magnífica novela corta, será motivo para deleitarse de nuevo. Difícilmente se puede insistir en la descripción de un pueblo casi fantasma, donde los borrachos, las mujeres infelices y las mil historias que cada niño desarrolla a partir de estar en esos universos limitados, pero Arreola logra una aportación a esa literatura que termina por reverenciar a Rulfo, sólo por la sensación del pueblo intemporal. Mientras en las ciudades se viven los finales de los sesenta, en ese pueblo se habita otro siglo. Traslapando el oficio de pintor del autor, el texto se nutre de pinceladas poéticas que mejoran la descripción para lograr un estilo propio donde no interesa tanto el lenguaje rural, tan caro a otros escritores, sino la mirada profunda, por momentos misteriosa, de todos los residentes de esa particular población que podría estar en muchos lugares del continente y en muchos tiempos, precisamente por tener su mujer pública, sus muchas cantinas siempre pobladas y retos de muerte a mano limpia.

Una muy disfrutable mirada de aquello que tenemos a la vista, pero que no nos detenemos a escrutar.



El escritor como migrante,
Ha Jin,
Vaso Roto/Universidad Autónoma de Nuevo León,
México, 2012.

Autor, entre otras, de las novelas La espera, Despojos de guerra y En el estanque –todas ellas traducidas al español–, la vida de Jin guarda más de una similitud con la de escritores como Joseph Conrad, Vladimir Nabokov, V.S. Naipaul y Milan Kundera, es decir, con quienes hicieron de su obra una manifestación patente de su espíritu nacionalista, pero al mismo tiempo con aquellos que, por voluntad o forzados por su circunstancia, cambiaron su lugar de residencia y, con él, también la lengua en la que escribieron obras que los hicieran célebres. La migración, el exilio, la idea de país, el lugar de la literatura y el del escritor dentro de ésta, son los temas de Jin, alguna vez miembro del Ejército chino durante la Revolución cultural, actualmente profesor en la Universidad de Chicago, y que tiene la doble nacionalidad china-estadunidense.