Opinión
Ver día anteriorLunes 27 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Paradojas
C

uando se trata de definir la línea que separa a la actividad pública de la privada, Estados Unidos es un país de paradojas.

Después de los ataques del 11 de septiembre, el gobierno cobró una importancia que no se advertía desde la guerra fría. Los ciudadanos estadunidenses se volcaron para respaldar la política de George Bush relativa a la seguridad interna.

Aprovechando esa ola de confianza en el gobierno, el presidente Bush no sólo creó una de las instituciones más poderosas en cuestiones de seguridad, Home Land Security, sino que se excedió en las funciones que la Constitución establece para salvaguardar la seguridad interna, y aprobó una serie de leyes que a todas luces violan los más elementales derechos humanos.

Por ello llama la atención que todo mundo se sorprendiera cuando Edward Snowden, un contratista privado que tenía la delicada misión de recopilar y analizar información que se supone corresponde exclusivamente a los órganos del Estado, les informó que el gobierno los vigila. ¿Se imagina usted que durante la guerra fría la KGB rusa o el M16 inglés hubieran contratado agencias de detectives privados para el acopio y análisis de información de los ciudadanos? Ridículo.

Ahora resulta que se asustan algunos de los que durante el gobierno de Bush aprobaron que se espiara a diestra y siniestra, y que además esa labor estuviera a cargo de empresas privadas. Si el señor Snowden juzgó necesario actuar con deslealtad en beneficio de la verdad y del bienestar de la humanidad, ese es su cuento, y con él su fama. Pero que haya quien se sorprenda de que existe el espionaje es de una ingenuidad monumental. Vienen a mi memoria los actos del 68, cuando todo mundo aseguraba que su teléfono estaba intervenido, para descubrir supuestas conspiraciones y conspiradores. Si fue o no cierto, cuando menos no se pecaba de la ingenuidad que, por lo visto, buena parte de los estadunidenses padece.

Lo paradójico de este asunto es que la mayoría de las compañías de transmisión de datos hacen acopio de la información personal de millones de ciudadanos y la usan o la venden para sus fines comerciales. O, ¿de dónde se piensa que provienen los miles de anuncios y promociones de empresas comerciales que, abusando de esa información, envían propaganda a la medida de quien la recibe? No hace muchos meses apareció en la prensa estadunidense un artículo dando cuenta del nivel de sofisticación al que ha llegado el sector privado para detectar los gustos y costumbres de quienes usa el correo electrónico. Si eso no es espionaje de la peor calaña, ¿entonces qué es?

El presidente Barack Obama habló recientemente en torno a la necesidad de acotar la información que manejan las agencias de inteligencia y la necesidad de que se opere con los más altos estándares en esas instituciones. De acuerdo, pero ¿y qué con las miles de empresas privadas que recaban información de todas las actividades de sus clientes? No estaría de más que esta vez también los mercaderes del sector privado pagaran los platos rotos.