Opinión
Ver día anteriorLunes 27 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Argentina, una vez más

Trasnacionales voraces

Onerosa modernidad

E

n el cuento de nunca acabar, Argentina paga el costosísimo precio económico y social del devastador programa modernizador y capitalizador de las empresas otrora del Estado (léase la descarada privatización) implementado dos décadas atrás por Carlos Saúl Menem en beneficio de los grandes corporativos autóctonos y foráneos. Una vez más, las trasnacionales favorecidas con tal privatización intentan desestabilizar por la vía de la especulación cambiaria, con el fin de sacar raja y dejar los elevados costos a los habitantes de la nación receptora.

En esta ocasión, que no es la primera y difícilmente será la última, aparece en marquesina una trasnacional (la misma que está más que apuntada para hincar el diente al crudo mexicano, y que lo hizo antes de la expropiación de 1938): el ministro de Economía, Axel Kicillof, aseguró hoy que Argentina estuvo el jueves bajo un ataque especulativo muy fuerte y acusó al titular de la petrolera angloholandesa Shell, Juan José Aranguren, de llevar a cabo la maniobra para elevar el precio del dólar y desestabilizar al gobierno. Esto llevó hoy a la decisión de permitir la compra de dólares para el ahorro privado, buscando dar certidumbre y generar más equidad en este asunto cambiario (La Jornada, Stella Calloni, corresponsal).

El ministro advirtió que “hay intereses muy fuertes atentando contra el proyecto económico, como es el caso de la petrolera Shell. Kicillof relató que ayer (jueves pasado), cuando el dólar se estaba vendiendo a 7.20 pesos, la compañía pidió acceder a 3 millones de dólares a un precio de 8.40 pesos. La maniobra fue tan clarita que no hace falta explicarla demasiado –dijo–, estaban armando una escalerita que fue rápidamente desbaratada ayer; querían tener un dólar a 13 pesos. Señaló también a los exportadores de cereales, que estuvieron reteniendo los pagos por exportaciones, con la idea de que iba a darse una megadevaluación” (ídem).

En este onerosísimo juego han participado, participan, bancos trasnacionales, gaseras, empresas eléctricas, petroleras, de telecomunicaciones, las administradoras del agua, los barones agrícolas, los zares de la minería, los grandes comercios y demás beneficiarios internos y foráneos de la modernización menemista, que de tiempo atrás han puesto en jaque al gobierno argentino y en la lona a los obligados pagadores (los habitantes de ese país). De mucho tiempo atrás el modernizante gobierno mexicano debió verse en ese espejo, abstenerse de recorrer la misma senda, pero en lugar de ello metió el acelerador a fondo para obtener los mismos resultados.

La versión menemista es que la política privatizadora en Argentina permitió al gobierno obtener miles de millones de dólares y mucha modernidad, pero en los hechos dicho personaje heredó un endeudamiento brutal y un elevadísimo déficit fiscal, cuyas consecuencias se siguen pagando: devaluaciones, corralitos, sacudidas económicas, pobreza, desempleo y conexos. Pero la voracidad del gran capital va por más.

Allá por marzo de 2005, con el marido de Cristina en la Casa Rosada, la trasnacional Shell hizo de las suyas. Al comienzo del nuevo siglo fueron los corporativos financieros; poco después los consorcios eléctricos, pero en la fecha indicada la Royal Dutch Shell quiso despejar dudas, por si las hubiera, de quién es quién y utilizó la técnica por ella aplicada en los países en los que opera –que non pocos–, es decir, exprimir a los consumidores para incrementar su margen de utilidad. Unilateralmente decretó un aumento de precio a gasolinas y demás productos por ella comercializados, y sin más notificación que el hecho mismo, pasó a cuchillo a los consumidores.

El entonces presidente Néstor Kirchner hizo un llamado a los argentinos para que (a la trasnacional) no le compren ni una lata de aceite, luego de que Shell incrementó 4.2 por ciento los precios de los combustibles en las 930 gasolineras que opera en aquella nación. “Que se den cuenta que los argentinos ya no soportamos más este tipo de acciones. No hay mejor acción que ese entre comillas boicot nacional; siempre en la Argentina ha habido un sector que se ha quedado con la renta de todos los argentinos… Y los argentinos no le tienen que comprar. Tenemos que decir: a Shell, no”.

Y lo hicieron, sí, pero no se deshicieron de la trasnacional. Tras la convocatoria presidencial, los jilgueros del gran capital comenzaron a cantar en contra del mandatario argentino, calificándolo de populista. A estas alturas, todo lo que afecte a las trasnacionales de inmediato es considerado populista y anti moderno, pero lo que en aquel entonces hizo Néstor Kirchner no fue más que un acto desesperado ante la voracidad y la capacidad desestabilizadora de los corporativos. Pero la dejaron viva, intocada, la siguieron alimentando y allí está el resultado: especulación y más especulación, atentados económicos y golpe a la estabilidad nacional.

La Cepal ha documentado que “lejos de fomentar una estructura más abierta, transparente, equitativa y competitiva, la privatización petrolera argentina fortaleció el poder de concentración de grupos extranjeros y la inestabilidad financiera de un modelo estructural insospechado antes de las reformas. Las reformas favorecieron más en términos absolutos y relativos al sector privado que al Estado. Los productores de petróleo se vieron especialmente favorecidos por la posibilidad de aumentar significativamente la explotación de crudo a costos muy bajos, sobre la base de reservas descubiertas previamente (con recursos de la nación), con costos marginales inferiores a los medios, (…) recibiendo a cambio precios internacionales tanto para el crudo vendido en el mercado interno como el exportado”.

En ningún caso, advierte la Cepal, “las inversiones privadas fueron significativas con relación a la magnitud de la rentabilidad y los ingresos obtenidos. Por su parte, el Estado argentino percibió ingresos que, en términos de su aplicación a gastos fuertemente influenciados por el alto costo nacional –derivado de la misma apreciación monetaria– fueron insuficientes para contribuir a un mayor equilibrio presupuestario. Así, la privatización petrolera lejos de resolver el problema fiscal y financiero nacional, contribuyó a la acumulación estructural de desequilibrios”.

Cualquier parecido con el caso mexicano, no es casualidad.

Las rebanadas del pastel

Dice el director general de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya, que en Davos no hubo una sola empresa de la industria que no haya mostrado interés en Pemex. Cómo no, si la paraestatal registra uno de los menores costos de extracción y una de las mayores tasas de ganancia en el mundo. Entonces, vienen por eso, nada menos.

Twitter: cafevega