Opinión
Ver día anteriorLunes 27 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Fayo Cabrera

H

ace unos días recibí un emilio enviado por el hijo de Fayo Cabrera, en el que se me comunicaba el fallecimiento de su progenitor, cosa que deploro sensiblemente y le envío mi sentido pésame a sus familiares, pues, a pesar de no tener un trato cercano en los años recientes fuimos buenos amigos.

Lo conocí antes de mis inicios en el son cubano cuando los fines de semana salía a escuchar cuanto grupo me alcanzaba el tiempo, empezando por el Victoria, cabaret que estaba ubicado muy cerca del Cine Cosmos, cuando Fayo formaba parte del conjunto Kaunabo, de Pablo Roa, y con él cantaba Panchito Morales, los dos ya desaparecidos. Los bongóes los ejecutaba Efrén Malpica, apodado El policía. Enfrente estaba otro lugar con el nombre de Beny. Más tarde me encaminaba a otros sitios para terminar en el Waikikí y escuchar al Son Clave de Oro.

Al paso del tiempo encontré a Fayo en el Tabarís, antes de cambiar el nombre por Latino, como miembro del Son Veracruz, de Raúl de la Rosa. Después de algunos años formó su propia agrupación que encontró cabida en el Astoria y resultó ser un grupo de campanillas, con elementos de mucha calidad: Panchito Morales, Homero Jiménez, Andresito López Montenegro, Víctor Torres, Rodolfo Loredo, Lobo, Cholito y perdón por los que faltaron, pero la memoria es flaca.

En aquellos años la distribución de los discos grabados en Nueva York era raquítica, pero el Jarocho Sandoval encontró que en la Casa Nieto se podían encargar por catálogo, como él hacía con los de jazz, animándome a hacerlo con los de música de son. Por fortuna la idea resultó y apareció lo que llamo escuela New York.

Ya Columbia había puesto a la venta algunos discos en 78 R.P.M., todavía no aparecían los de 45 y tampoco el elepé. En esta marca los primeros fueron de Pupy Campo con arreglos de Tito Puente: Estás frizao y Piérdete. Más tarde llegaron a la Casa Nieto los de marca Tico y con ella grabaciones de los dos Titos, Puente y Rodríguez, así como de Joe Loco y Julio Andino. Una noche nos encontramos en el Río Rosa y le pasé a Fayo la fórmula y así empezó a acrecentar su repertorio que, años más tarde, grabara Poncho Sánchez. Como ejemplo pongo Mama guela.

Esto fue en los años 50 del siglo pasado y puedo decir que Fayo fue el iniciador de lo que ahora llaman salsa. Esto para que no se vayan con la finta. Esta música debieran llamarla música con salsa, porque la tiene a pasto. Para que ahora vayan midiéndole el agua a los camotes, sobre todo las agrupaciones que en su publicidad se recuestan con la Sonora Matancera, nunca segundas partes fueron buenas. ¿Dónde quedó Alquimia? Y así está pasando con los que copian.

Anunciaron un festival de salseros de varias fechas. Ojalá que sea el repunte de esta música y no sólo de fines de semana. Hacen falta fuentes de trabajo, conjuntos con estilo propio y no lo que hay en el ambiente. Espero con inquietud este festival y se logre el milagro.

En los años 40 hubo en México una vida nocturna de altura y las empresas contrataban verdaderas figuras internacionales y aquí se podía escuchar soneros que podían llevar ese nombre con todo reconocimiento y lugares que cada día de la semana los presentaban dando por resultado que los que quedan de aquel público bautizaron como la época de oro del son cubano.

Las grabaciones hechas en nuestro país eran material de exportación –por si existen dudas esto se puede comprobar–, y sobre todo infinidad de lugares que presentaban en cada uno de esos sitios que tocaban esta música llamada en aquellos tiempos tropical, con mucha calidad y propiedad. Me viene a la mente un conjunto eminentemente sonero, Los Diablos del Trópico, en el cabaret Macao, situado en la esquina de Bolívar y Mesones, a la que los aficionados a esta música se referían como la esquina del sabor.

Allí Benny Moré se aparecía con frecuencia para darse el gusto de cantar con ellos. Era lugar de exiliados cubanos, peloteros y artistas de la isla bella porque el jícamo y el saoco estaban presentes siete noches de cada semana. También en el Río Rosa, el Bagdad y el Tabarís, en fin, usted, mi querido bonkó, había sabor sonero por toda la ciudad diariamente.

Buena suerte al festival, ojalá que esté a la altura. Y, para ti, Fayo, te extrañaremos, que seguro son muchos los que te están esperando en la guerrilla celestial. ¡Descansa en paz! ¡Vale!