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Enriqueta Lunez publica Cantos de luna, su segundo el libro, en Pluralia Ediciones

En lenguas indígenas escribimos de un nosotros, dice autora en lengua tzotzil

La poesía es la síntesis de la realidad cotidiana; tiene que ver con la música, con el tono, con la canción

Busco retratar a una mujer indígena aguerrida, valiente, señala la escritora

Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 28 de enero de 2014, p. 6

San Cristóbal de Las Casas, Chis., 27 de enero.

Ser un escritor en lenguas originarias es muy distinto a serlo en idioma español. En nuestra lengua (en mi caso, el tzotzil) se habla de una colectividad, escribimos de un nosotros, no de un yo que habla de una manera muy interna, aunque ahora hay muchos compañeros que comienzan a hablar de sí mismos.

La afirmación es de Enriqueta Lunez (San Juan Chamula, 1981), quien a finales de 2013 publicó el libro Cantos de luna, publicado por Pluralia Ediciones con el auspicio del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en una serie que incluye a las poetas Irma Pineda (zapoteco), Celerina Patricia (mixteco), Juana Karen (chol) y Mikeas Sánchez (zoque).

“Hablar de mi propia experiencia es hablar al mismo tiempo de una experiencia compartida, tiene que ver con la raíz de la identidad de un pueblo. Por ejemplo, el poema Chamulita habla de la experiencia no sólo de un chamulita, sino de otro indígena que camine por la ciudad, ya que en la secundaria, en San Cristóbal, fui muy señalada, aprendí que la palabra chamulita tiene un sentido peyorativo, significa sucio, atrasado.

Cuando camino por tus calles/ tu boca dice, chamulita/ chamulita soy, te digo./ De pequeña/ pregunté por qué me nombrabas con odio/. Añoré la muerte/ soñé con tu ropa y espejo/ usé tu perfume./ Chamulita soy, te digo/ escucha bien,/ Chamulita, moriré.

En un taller de danza comunitaria la instructora le pidió escribir un texto para traducirlo a un lenguaje corporal, así nació su primer poema, Pasos en silencio, por el 2000. No fue hasta 2003, cuando estudiaba etnosicología en la Universidad de Sinaloa, que el antropólogo Jesús Ángel Ochoa la animó a escribir en su lengua. En su primer poemario, Juego de nahuales (coleccion Libros del Rincón, Secretaría de Educación Pública, 2008) “hay algunas vivencias de niña que quise rescatar, como en en el poema ‘Carguero’, porque mi padre es músico tradicional. La relación que él tuvo con los cargos en el pueblo influye en mí de una manera profunda: el amor por la tradición”.

Soy la danza,/ soy el arpa llorando./ Soy el canto,/ soy el incienso derramado en un altar con olor a santos./ Soy el rezo,/ soy la vela privilegiada en este templo,/ soy la minúscula parte desconocida por el tiempo.

“Para mí –prosigue– la poesía es la síntesis de la realidad, de la vida cotidiana, porque tiene la virtud de que es posible narrar un pasaje del día en pocas palabras, en forma rítmica. Tiene que ver con la música, con el tono, con la canción.

El primer poemario trata en general de la cosmovisión de mi pueblo, de la importancia de los sueños y de los rezos, la importancia que tiene su relación para un chamula: el sueño y la oración pueden curar, lograr algo tan apreciado como la salud física y espiritual de las personas. También quise destacar la importancia de mi lengua, mostrar al otro (en este caso, el mestizo) que uno es capaz de escribir en una lengua minoritaria.

Enriqueta considera que la gente ajena a una comunidad suele tener ideas equivocadas respecto a la imagen de la mujer indígena, está en una vitrina donde no hay una mujer capaz de luchar por sí misma, se le trata como a una mujer inválida. Aquí hay una cuestión política, donde cabe la idea del paternalismo, si la mujer de la comunidad pudiera tomar conciencia de su fortaleza, de que es capaz de tomar decisiones por sí misma, se daría realmente un cambio en una comunidad. Habemos unas cuantas (desde la literatura, la academia, la investigación) que vamos sumando, pero hablando en general, de la mujer que allí nació, allí formó una familia, allí no se ve esa independencia, por lo menos yo no la veo. Cuando se mira el fondo del vaso se da uno cuenta de que ese es un camino más largo, angosto, de difícil acceso, porque es luchar contra ciertos patrones cullturales. Esto hace que los programas del gobierno no funcionen, porque lleva sus propuestas para mejorar la comunidad, sin tomar en cuenta lo que necesita por ella misma. Por ejemplo, en la cruzada contra el hambre les llevan una lista de canchas, láminas, drenaje y la asamblea supuestamete elige, pero en realidad sigue siendo una fórmula que lleva el gobierno. La comunidad podría mejor pedir el tratamiento de las aguas negras, prefiere láminas porque no hay una conciencia del medio ambiente.

Búsqueda de voz propia

Enriqueta Lunez afirma que su segundo libro, Cantos de luna, es un intento por retratar a estas mujeres, siento que aún falta, es una necesidad que tengo de retratatar a una mujer aguerrida, valiente, con una conciencia de sí misma, de las diferentes oportunidades que tiene para realizarse. Siento a las que describo como si caminaran de puntitas, sin plantar bien los pies en la tierra. Me hace falta desnudar a esta mujer.

Escribe: “Te busco, me busco/ ¿Dónde quedó nuestro camino?/ ¿Dónde quedaron los juguetes?/ ¿Dónde quedó tu cuerpo?/ Te busco camino al panteón, al bosque, a la cantina./ ¿Quién se atrevió a mancillarte?/ Te gritaron puta/ y aspiras cocaína/ te pintas las uñas/ hasta callar tu voz.

“Siento que mi camino aún se está construyendo –afirma. Es como entrar en un bosque en donde no hay un camino como tal, y uno tiene que ir abriendo paso. Porque es una realidad que la poesía en lenguas indígenas, en particular del tzotzil, está buscando su propia voz, es algo que se está construyendo. La literatura en lenguas indígenas está en esa búsqueda para aportar su palabra a la literatura mexicana, para ser parte de ella”.