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No soy un playboy, sino un dreamboy que cumple sus sueños, dice

Von Hohenlohe, el único que representará a México en Sochi

El esquiador eligió usar un uniforme con diseño de traje de charro

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Los competidores exóticos dan más colorido y emoción a los Juegos Olímpicos de Invierno, consideró Hubertus von HohenloheFoto COM
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de enero de 2014, p. a15

Hubertus von Hohenlohe, un esquiador con nombre imperial, representó por primera vez a México en los Juegos Olímpicos de Invierno Sarajevo 1984. Aquella vez la delegación tricolor estaba integrada por un solo hombre que había decidido participar por un país cuyo clima tiende a ser templado. A este tipo de competidores invernales se les conoce como exóticos, porque provienen de tierras en las que no existe nieve y donde un trineo o un par de esquíes son tan extravagantes como una camisa floreada en los Alpes suizos.

Von Hohenlohe no lo hizo para pertenecer a esta estirpe de esquiadores tropicales. Lo hizo por la aventura de deslizarse a gran velocidad y cuesta abajo sobre un par de tablas. Se hizo exótico al elegir participar con un pasaporte mexicano.

En los sillones de una sala de espera en el Comité Olímpico Mexicano (COM), Hubertus von Hohenlohe parece un playboy en vacaciones de verano. Viste un gazné floreado, a juego con el pañuelo que se asoma de su chaqueta azul marino.

“Me veo un poco fashion y que la paso bien, pero la gente no conoce los sacrificios que debo hacer para estar en estas competencias”, dice justo el día que fue inscrito como representante del equipo tricolor, como único integrante que participará en los Juegos Olímpicos de Invierno, en Sochi, Rusia, el mes próximo.

Mi familia siempre quiso tener un miembro mexicano, cuenta Von Hohenlohe, heredero de la familia real alemana de Württemberg, emparentada con los Habsburgo. El propio Hubertus ostenta el título de príncipe, aunque nació en México, donde estuvo hasta los 10 años de edad, pues su padre fue uno de los inversionistas que fundaron la fábrica de autos Volkswagen en Puebla. Después, la vida de Von Hohenlohe trascurrió en colegios austriacos y suizos, donde descubrió la emoción del esquí alpino.

Me propuse competir por México porque aquí no tenían a nadie en Juegos Olímpicos invernales y me aceptaron muy bien, cuenta el esquiador, cuyo traje de competencia simulará uno de mariachi. Aunque su formación ha sido europea, Von Hohenlohe ve con agrado la participación de competidores exóticos como parte de una tradición en los deportes invernales. Porque eso permite que las justas tengan mayor colorido y sean menos predecibles, además de ser más inclusivas.

Hay dos tipos de competencias en los Juegos de invierno; está por una parte la de los de alto rendimiento, que son los que van por las medallas, y luego estamos los demás países, como en mi caso, que trabajamos en otras cosas, pero cumplimos nuestra pasión de deslizarnos por una montaña, explica.

Es parte del espíritu olímpico que permite que muchos competidores realicen sus sueños de infancia.

Además de deslizarse por pendientes nevadas y representar a un país con buen clima, también es cantante pop en Austria.

En un video que circula en internet, Hubertus aparece como si fuera un concursante de Eurovisión que hace su número en un paisaje veraniego, rodeado de palmeras mientras interpreta una canción titulada Más lejos que Marte.

Es sólo otra forma para expresarme, como ahora lo hago con la fotografía artística y los documentales para televisión; todavía escribo canciones, pero no vivo de ello, sino de la fotografía y de lo que hago para un programa de televisión, donde comparto mis experiencias de vida, cuenta Hubertus para explicar la diversidad de campos en los que se ha involucrado.

“No soy un playboy; soy más bien un dreamboy que cumple sus sueños”, bromea.

El sueño de volver a representar a México está a punto de cumplirse. Será la sexta ocasión en una justa olímpica invernal, donde ha obtenido resultados más bien simbólicos. En Sarajevo terminó en el puesto 38, pero lo que rescata de aquella experiencia es que quedó a sólo seis segundos del ganador de la prueba de descenso, el estadunidense Bill Johnson.

Seis segundos es como ser cinco por ciento peor que el ganador, y eso la verdad no está nada mal, presume Hubertus. Vamos tan juntos que un segundo más lento puede significar 10 puestos de diferencia, por eso en la noche uno maldice cuando revisa las clasificaciones: ¡Mierda, a estos pude ganarles!, se reclama uno mismo y da rabia, cuenta.

Y de nuevo será el esquiador exótico de la solitaria delegación mexicana. El hecho en sí mismo lo divierte un poco. Ríe abiertamente cuando recuerda que llegará otra vez solo. Claro, admite que a veces los compañeros ayudan a levantar el ánimo y a compartir la presión, pero cuando recuerda que su carrera como esquiador la ha pagado de su propio bolsillo y que en un par de ocasiones el Comité Olímpico Mexicano le negó la posibilidad de representar al país –pues consideró que no estaba de condiciones para competir con dignidad–, entonces se llena de orgullo de su aventura solitaria.

Fue muy doloroso para mí cuando me impidieron competir en Turín 2006, porque era una ciudad en la que tengo muchos lazos afectivos; me habían dicho que iría y al final me quitaron, pero esas son cicatrices que te deja la vida, dice con tristeza.

Von Hohenlohe no parece ingenuo y no habla de subir al podio en los próximos Juegos Olímpicos, pero hay una marca a la que se acerca al convertirse en el segundo competidor más viejo en la historia de esta justa, a los 55 años de edad; aún lo supera el sueco Carl August Kronlund, que a los 58 años logró medalla de plata en curling durante los Juegos de Chamonix 1924.

No me molesta que digan que soy el más viejo en Sochi, pero llama la atención porque se convierte en un tema, admite divertido. Nunca quise ser famoso por ser el más viejo en algo, qué pena que pasó todo tan rápido. Pero eso quiere decir que buena parte de mi vida está detrás de mí, por lo menos hice cosas interesantes y estoy orgulloso de ello, dice seguro Hubertus von Hohenlohe, el esquiador con traje charro y apellido imperial.