Opinión
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Isocronías

La tristeza de la tribu

L

a frase que da título a esta entrega no es mía. La escribió Carlos López Beltrán en Facebook y, para usar el lenguaje propio de esa red, de ahí la robé. Alude al fallecimiento de José Emilio Pacheco, pero su resonancia, me parece, es más general. Dios mío, qué solos se quedan los vivos, me ocurrió, sin demasiado ingenio, pensar luego de tanta muerte –o, como me señalara en alguna cantina un amigo, de tanta orfandad. No las recontaré, pero justo ahora que esto escribo (es decir –intuidos y apreciados lectora, lector– ayer) por el mismo medio (Malva Flores –perdón por citar sin autorización–: Enero no es un buen mes para poetas) me vengo a enterar del deceso de uno muy joven. Sergio Loo. Paráfrasis tampoco mía, lo único mío acá es la interrogación: ¿Enero es el mes más cruel?

La limpidez, palabra ya para siempre ligada a un poema sobre el 68 de Octavio Paz, es sustantivo que se aviene muy bien con la obra de José Emilio Pacheco. Su conocido afán por la corrección pudiera verse asimismo como un afán de cada vez dejar más limpio el texto que a su vez cada vez más dejará más limpia la mirada de quien a él se asoma, en él se inmerge. Lo correcto, en él, es un poco –lo digo con la distancia que me compete– como la elegancia en el matemático. No distracción, sustancia: limpidez.

39, 65, 82. Son los respectivos años de nacimiento de Pacheco, Marco Fonz y Loo. Como quien dice no hay generación que ahora no se sienta arrasada. Nadie, supongo, ¿sé?, dejó de asociar los siguientes versos del segundo con su propio adiós: “Ya no cuentan los hombres que se vuelan la cabeza/ (…)/ el ahorcado que se cuelga de la noche”, cuyo pathos agorero, en una asociación del todo involuntaria, me suena un tanto al más reciente título de David Huerta: es una mancha en el espejo de quienes a la escritura de versos nos dedicamos. Con Fonz me llevaba bien (me llegó a llamar tío), así es que imagino que desde ese no lugar donde ahora se encuentra sonreirá si me pregunto, inadecuadamente, si no será el último de los infrarrealistas o el principio de ¿qué?

En lo que hace a Loo carezco de referencias que no sean aquellas a las que todo mundo puede tener acceso. Mas no dejemos pasar que él se consideraba ante todo narrador (incursionó en la poesía, dijo en una entrevista, o algo así, con miras a mejorar su prosa). Algunos muy elementales datos: Loo es autor de Claveles automáticos (Harakiri, 2006), Sus brazos labios en mi boca rodando (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007), House: retratos desarmables (Ediciones B, 2011) y Guía Roji (Ivec, 2012).