Editorial
Ver día anteriorJueves 30 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Filtraciones: ¿quién roba a quién?
E

n el contexto de una comparecencia ante el Senado de Estados Unidos, el director de la Inteligencia Nacional de ese país, James Clapper, solicitó al ex analista de seguridad Edward Snowden que devuelva los documentos robados a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) que todavía no se han hecho públicos, a fin de evitar daños suplementarios a la seguridad de Estados Unidos. El funcionario señaló que, a partir de las filtraciones realizadas por Snowden a varios medios de comunicación, hemos perdido fuentes de inteligencia extranjera crucial y, en consecuencia, la nación es menos segura y su población está menos segura.

Con todo, el discurso pronunciado ayer por Clapper introduce un matiz en el tratamiento público, por parte de las autoridades estadunidenses, de la figura del ex contratista de la NSA refugiado en Rusia: si hasta hace unas semanas Washington acusaba a Snowden de apoyar a terroristas y a los enemigos de ese gobierno, ahora le solicita que devuelva la información sustraída a la referida agencia de seguridad y le otorga, de esa manera, un reconocimiento como interlocutor. Lo anterior se suma a señalamientos como los realizados recientemente por el fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, quien se dijo dispuesto a discutir un arreglo con el ex colaborador de la NSA, si bien afirmó que concederle una amnistía sería ir demasiado lejos.

En todo caso, cabe esperar que esos cambios de matiz se consolidaran como un viraje general en la postura de la Casa Blanca hacia quienes han tenido el valor de hacer públicos la barbarie y el atropello cometidos al amparo del poder planetario de Washington. Ello implicaría, entre otras acciones, excarcelar a Chelsea Manning, cesar el acoso y la persecución judicial contra Julian Assange y reconocer abiertamente el gran servicio que esos personajes han hecho a la democracia, así como al derecho a la información de las sociedades, incluida la de Estados Unidos.

Por lo demás, la solicitud de Clapper de que Snowden devuelva los documentos robados a la NSA implica una versión distorsionada e improcedente de los hechos por el gobierno estadunidense, pues fue éste el que robó información confidencial a millones de individuos, decenas de gobiernos y cientos de empresas de todo el mundo mediante una red de espionaje masivo e ilegal.

En cuanto a la afirmación de que la información en poder de Snowden representa una gran amenaza para la seguridad de Estados Unidos, es pertinente contrastarlo con lo dicho ayer por la canciller alemana, Angela Merkel, de que el espionaje planetario que llevan a cabo las agencias gubernamentales estadunidenses, cuyos detalles, magnitud y alcances fueron evidenciados por Snowden, provoca que no haya más seguridad, sino menos. Es decir, no es la revelación del espionaje, sino el espionaje mismo lo que degrada la confianza y provoca incertidumbre y conflictos en las sociedades y en la comunidad internacional y coloca a las víctimas en una posición de extrema vulnerabilidad ante subsecuentes arbitrariedades y atropellos de la autoridad.

En suma, bien haría Washington en reconocer sus propios atropellos a la legalidad y en admitir que lo hecho por Snowden, Manning y Assange constituye, en última instancia, una medida de resarcimiento de daños provocados por las dependencias de seguridad y defensa estadunidenses, así como un impulso a los ideales de democracia, transparencia y libertad que Estados Unidos dice defender.