Opinión
Ver día anteriorJueves 30 de enero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dos discursos. Una coincidencia
A

l inaugurar la cumbre económica de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en La Habana, el presidente Raúl Castro se refirió a ésta como una comunidad de objetivos, surgida sobre el acervo de 200 años de lucha por la independencia, donde si bien caben diferencias y pensamientos distintos, éstos, en definitiva, sólo podrían subrayar su razón de ser, la unidad de sus componentes, en un mundo injusto y desigual.

Casi al mismo tiempo, en Washington, el presidente Obama rendía el llamado informe a la nación, elaborado como un recurso de última hora para revertir la violentas campañas de la derecha contra las políticas sociales del mandatario. Según la crónica de David Brooks, aunque esta vez Obama no alcanzó las cimas oratorias, sí fue capaz de expresar hasta qué punto la recuperación económica ha sido mediatizada por la desigualdad, santo y seña de un modelo económico cada vez más incapaz de resolver las grandes necesidades de la población. En su resumen, Brooks cita a Obama: Después de cuatro años de crecimiento económico, las ganancias empresariales y los precios de valores casi nunca han estado más altos, y aquellos que están hasta arriba nunca han estado mejor. Pero los sueldos promedio apenas se han movido. La desigualdad se ha profundizado. La movilidad hacia arriba se ha estancado. El hecho frío y duro es que aun en medio de la recuperación, demasiados estadunidenses trabajan más que nunca sólo para mantenerse, mucho menos para avanzar. Y demasiados no están trabajando.

En Latinoamérica y el Caribe, las cifras dadas por Castro son contundentes: la tasa de pobreza alcanzó a 28.3 por ciento de la población, o sea 164 millones de personas, y la pobreza extrema a 11.3 por ciento, lo que equivale a 66 millones de sus habitantes. “Pero lo más preocupante es la pobreza infantil –documentó–, que afecta a 70.5 millones de niños y adolescentes, de ellos 23.3 en pobreza extrema”. Al mismo tiempo, el 10 por ciento más rico de la población recibe 32 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 40 por ciento más pobre recibe sólo 15 por ciento. Por ello, enfatizó, los pueblos de América Latina y El Caribe demandan y requieren una mejor distribución de las riquezas y los ingresos, el acceso universal y gratuito a una educación de calidad, el pleno empleo, mejores salarios, la erradicación del analfabetismo.

Mientras que Obama exige una vuelta al “sueño americano”, acosado por los sectores más recalcitrantes que niegan todo lo que no sea mercado, en Latinoamérica el énfasis está en las trasformaciones internas y la búsqueda de nuevas formas de cooperación regional capaces de potenciar las riquezas de nuestros países… lo cual, obviamente, no es coser y cantar. “A pesar de ello –señaló Castro–, hemos padecido el problema de no haber traducido los periodos de altos precios de los recursos naturales que se exportan en procesos de desarrollo económico de largo plazo. De ahí la necesidad de ejercer plenamente la soberanía sobre nuestros recursos naturales y plantearnos políticas adecuadas en las relaciones con la inversión extranjera y con las empresas trasnacionales que operan en los países que componen la Celac”.

Para el presidente estadunidense, guardadas todas las proporciones, se trata de actuar como si fuera la última oportunidad de revertir las corrientes negativas buscando acelerar el crecimiento, fortalecer a la clase media y construir nuevas escaleras de oportunidad. Los pueblos latinoamericanos, dijo Raúl Castro, demandan y requieren una mejor distribución de la riqueza y los ingresos, y aquella convertirse en el motor para la eliminación de las desigualdades. El imperativo y desafío consiste en tener capacidad de transformar el capital natural en capital humano, infraestructura económica y diversificación de la base productiva y exportadora, de tal manera que contribuya de manera decisiva a un verdadero proceso de desarrollo.

Desde el punto de vista universal, las secuelas de la crisis han venido a demostrar hasta la saciedad la profunda injusticia subyacente en el funcionamiento global del sistema capitalista dejado al imperio de sus fuerzas. La inconformidad se despliega de mil maneras aunque no hay un cuestionamiento equiparable al que surgiera con el siglo XX. Pero hoy la humanidad dispone de trágicas experiencias y valiosas lecciones sobre el sentido de la justicia, que le deberían permitir comenzar a recorrer un camino distinto.

Por lo pronto, la desigualdad es la hidra que se multiplica. Y habrá que aprender a vencerla.

La reunión de La Habana ha sido muy comentada por el éxito de la convocatoria cubana. Sólo dos presidentes dejaron de acudir, cuando se había dado un gran ausentismo en la última cumbre iberoamericana. Sin duda, México tiene un papel que desempeñar en estas reuniones. Ya sería importante que la cancillería dedicara parte de sus habilidades para desandar el camino de que lo único importante es la relación con Estados Unidos. Si no queremos que nuestra política exterior se convierta en un chiste retórico, es hora, creo, de tomarse en serio a nuestros vecinos del sur...

Tendrían que decirme si de verdad
Todo este horror de ahora era el Mañana.

José Emilio Pacheco