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Con múltiples actos se recordará al escritor estadunidense y hermano mayor de la generación beat

Mañana, el centenario de Burroughs
 
Periódico La Jornada
Martes 4 de febrero de 2014, p. 4

¿Qué es la muerte? Un truco. El truco del tiempo entre el nacimiento y la muerte. No se puede seguir así mucho tiempo, demasiadas personas se están dando cuenta, respondió alguna vez William S. Burroughs.

Mañana, el escritor, poeta, artista y hermano mayor de la generación beat cumpliría cien años, pues nació el 5 de febrero de 1914 en San Luis Misuri.

La muerte, esa misma por la que contestó en entrevista a su amigo Allen Ginsberg, le llegó con un ataque al corazón en Kansas, a los 83 años. El epitafio de su tumba consigna llanamente: Escritor americano.

Burroughs, artesano de la contracultura, abiertamente homosexual y drogadicto irredento, un fallido Guillermo Tell, motivos que alimentaron su literatura y su creación, será celebrado este año de su centenario, a “la vida de un legendario autor beat y un ícono de Estados Unidos”.

Conferencias, exposiciones, filmes

Muchas actividades se preparan por la efeméride, no sólo en su país natal. Por ejemplo, en la página Burroughs 100 se dan a conocer numerosos actos en honor del autor de Yonqui.

Es la página oficial para el anuncio de todos los proyectos, publicaciones, conferencias, exhibiciones de arte, películas y acontecimientos que se realizarán por la celebración de cien años de William Bourrougs.

Enseguida, se le presenta: Es reconocido como uno de los escritores más influyentes y visionarios del siglo XX, su legado continúa anticipándose lo que hoy llena los encabezados del mundo. Y agrega que sus escritos e ideas cambiaron el curso de la literatura y sus colaboraciones multimedia engendraron nuevas direcciones en el cine y la música. En sus últimos años trabajó extensamente como un artista visual.

Las confesiones de un drogadicto sin redimir, su novela Yonqui, una de las más conocidas, fue publicada en 1953 con el seudónimo de William Lee, el mismo que usó su amigo Jack Kerouac para dar nombre a su personaje en la novela En el camino.

Ese hombre de los años 50 del siglo pasado es una forma de recordar al etiquetado como escritor beat. Ante otros, en contraste, aparece como un delgado anciano bien vestido y de voz grave, que lo mismo descansa en el porche de su casa aldeana en Kansas, o apunta con un rifle, que haciendo lecturas y colaboraciones con cineastas como David Cronenberg, que con el líder de la banda Nirvana, Kurt Cobain, o conversando con su amiga Patti Smith.

Foto
William BurroughsFoto Ilustración de Rocha

En 2007 el escritor José Agustín afirmó en un ensayo que Burroughs nunca aceptó que lo consideraran un beat y señaló que fue un miembro-no-miembro de la generación golpeada, que lo ubicó como padrino o hermano mayor de este grupo.

El texto periodístico se publicó con motivo de las seis décadas del encuentro con Jack Kerouac y Allen Ginsberg en Nueva York, en 1947. Juntos formaron una tríada contestataria a las formas y un movimiento cultural en la era moderna.

Después, en la biografía de Burroughs aparece otro de los episodios que dieron vida a su mito, cuando radicaba en México y en una sesión de dislocación de la conciencia asesinó de un disparo a su esposa Joan Vollmer al jugar a Guillermo Tell.

Esta muerte, describe José Agustín, fue el impulso para dedicarse a escribir y de México salieron sus primeras novelas autobiográficas Yonqui y Queer, que son más accesibles, pero duras y perturbadoras, pues tratan sin eufemismos los mundos de la droga y la homosexualidad.

Naked Lunch (El almuerzo desnudo) es una de las novelas más conocidas de su creación, publicada originalmente en París en 1959. En Estados Unidos fue uno de los últimos libros censurados por el gobierno de ese país. Fueron los escritores Allen Ginsberg y Norman Mailer quienes testificaron en su defensa, hasta que las cortes aprobaron en 1966 su publicación. Hoy se le considera de valor social y uno de los grandes trabajos literarios del siglo XX.

Despedida con música punk

William Burroughs fue enterrado como un buen rey egipcio, así se describe. En su tumba rodeado de objetos que necesitaría en este viaje después de la vida, con su revólver calibre 38, un par de churritos, un dólar de plata, algo de heroína y vestido con un chaleco de Marruecos que le regaló su amigo Brion Gysin.

Hasta su funeral, una noche calurosa de verano, la multitud abarrotó el salón donde reposaba su ataúd. Pero la verdadera despedida fue después, a unas cuadras, en un bar con música punk.

Burroughs dejó mucha literatura, un montón de pinturas y trabajo de arte, películas y videos, muchas botellas de vodka vacías, hierba quemada bajo el porche, infinidad de amigos y admiradores. Pero, sobre todo, nos dejó ese truco que se levanta entre la vida y la muerte. A cien años, también permanece un espíritu de crítica y transgresión.