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Iruegas pudo evitar la ruptura con Cuba, pero lo bloquearon

Castañeda le tenía pánico a Fidel, contó el ex diplomático

En el libro Diplomacia en tiempos de guerra recoge la opinión del ex subsecretario de Relaciones Exteriores sobre Chiapas: “el gran error histórico de Marcos fue no luchar”, y los indígenas no sabían en lo que se habían metido

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Gustavo Iruegas fue un diplomático con ideas de izquierda, asegura Mónica ToussaintFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Martes 4 de febrero de 2014, p. 8

La trayectoria diplomática del embajador Gustavo Iruegas (1942-2008) cubrió 38 años en el servicio exterior y casi siempre coincidió con los momentos más críticos y controvertidos de la política internacional mexicana. Mónica Toussaint, doctora en estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e investigadora del Instituto Mora, recogió esta historia, vetada en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en tiempos de Patricia Espinosa, en su libro Diplomacia en tiempos de guerra.

Reconoce la autora que la carrera diplomática de Iruegas representó, a la postre, una gran paradoja: Siendo un diplomático con ideas de izquierda, alcanzó el puesto más alto de su carrera dentro de la cancillería como subsecretario de Relaciones Exteriores en el primer gobierno del PAN, un gobierno de derecha.

La investigación de Toussaint abarcó un año de entrevistas semanales –citas puntuales cada miércoles, que a veces terminaban en animadas tertulias en la cocina familiar de los Iruegas–que se realizaron durante 2007.

Mi idea era documentar no solamente una de las carreras del servicio exterior más interesantes de tiempos recientes, sino reconstruir aspectos poco conocidos de la diplomacia del siglo XX y el papel de Iruegas en ellos.

El testimonio recorre décadas en la cancillería, Cuba, Nicaragua y la solidaridad determinante con los sandinistas en plena insurgencia; la etapa revolucionaria de El Salvador, una parte de la negociación de los acuerdos de paz de Guatemala y las aportaciones de Iruegas a la doctrina diplomática, como fue la Declaración Franco-Mexicana, que reconoció la beligerancia de las guerrillas centroamericanas, principio que las convertía en interlocutores válidos para negociaciones de paz. También episodios de la gestión de protección a los migrantes mexicanos en Estados Unidos y los principios del asilo diplomático.

Pero también se empantana en las contradicciones del embajador en Chiapas, como delegado gubernamental en las negociaciones –traicionadas– de Ernesto Zedillo con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), frente a un movimiento de resistencia indígena que –reconoce Toussaint– nunca pudo comprender.

Entre las expresiones que recoge en el libro, Iruegas dice de la rebelión zapatista: Los indígenas no sabían en lo que se habían metido. O bien: “El gran error histórico de Marcos fue no luchar”. Finalmente, como delegado gubernamental, opina sobre algunos curas furibundos, terribles en el equipo del obispo de San Cristóbal de las Casas Samuel Ruiz, como parte mediadora.

La muerte del embajador, el año siguiente, impidió pulir y revisar el texto, que fue publicado en colaboración por La Jornada, el Instituto Mora, la UNAM y el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe.

El asunto cubano fue uno de los temas que no alcanzamos a profundizar como yo hubiera querido. Es de la mayor importancia, porque hace revelaciones poco conocidas sobre el momento del mayor distanciamiento entre los dos países. Era él, Iruegas, quien tenía los contactos y la visión para reconstruir los lazos dañados. Y esto no se logró porque el entonces canciller (Jorge) Castañeda Gutman lo impidió intencionalmente, aclara la investigadora.

Ahora sí lo voy a contar todo

Años antes, Mónica Toussaint y otros investigadores del Instituto Mora fueron invitados por la Secretaría de Relaciones Exteriores a participar en un proyecto de documentación de la historia oral de la diplomacia mexicana. Nos pasaron una lista con una treintena de nombres; Iruegas no estaba. Curiosamente, todos los colegas sugerimos que fuera incluido. Era la administración de Patricia Espinosa. No fue un veto explícito pero, ¿cómo entenderlo de otro modo?

Después de que el ex canciller Luis Ernesto Derbez dio de baja a Iruegas como subsecretario –por no reunir el perfil, le dijo–, cuando ya el diplomático dedicaba su tiempo a la academia y a la militancia en el opositor proyecto lopezobradorista, Mónica Toussaint le propuso hacer el libro. “Ahora sí –le respondió– lo voy a contar todo”.

En las páginas de Diplomacia en tiempos de guerra se detalla el papel que Iruegas tuvo en 1967, como funcionario muy menor en la embajada mexicana en Cuba, para delatar los tejes y manejes ilegales del entonces embajador, el general Pámanes Escobar (el represor del movimiento campesino en Chihuahua, nombrado por Gustavo Díaz Ordaz), que vendía visas y asilos, además de traficar con joyas en los primeros años del gobierno revolucionario. No habla, sin embargo, del espionaje que realizaba en favor de la CIA (agencia de inteligencia estadunidense) en La Habana.

La cancillería fue durante muchos años, justamente en los tiempos de Iruegas joven, la única dependencia del gobierno federal donde se podían tener ideas de izquierda y expresarlas. Él nunca las ocultó. De ahí la gran paradoja, haber alcanzado la cima en un gobierno de derecha y bajo las órdenes de un canciller que se dedicó a destruir lo que él y otros diplomáticos habían cultivado durante décadas, el delicado equilibrio de México entre Estados Unidos y Cuba.

En el libro, el diplomático cuenta a la investigadora los problemas que el mal carácter y los resentimientos personales del ex canciller foxista, Jorge Castañeda Gutman, contra Fidel Castro generaron en la relación con La Habana. Le tenía pánico a Fidel, una cosa de risa, expresa.

A ello se sumó un cálculo político que resultó errado. Castañeda hizo creer a Fox que Washington iba a dar un trato de iguales a México porque ya éramos democráticos. Y que para lograrlo había que tensar la relación con Cuba. En palabras del diplomático fallecido, ese fue un error imperdonable de Castañeda Gutman.

Torpezas inauditas

Señala Mónica Toussaint: Gustavo cuenta cómo intenta reparar el daño. Negocia con los cubanos, con conocimiento del canciller, una salida diplomática, se la entrega a Castañeda en un fólder. Era una declaración conciliadora que Fox debía pronunciar en su visita a La Habana. Pero el canciller se la escamotea. El distanciamiento se consuma.

Posteriormente, con Derbez en la cancillería y Santiago Creel en Gobernación, se cometen torpezas inauditas, en definición de Iruegas.

–¿Cuál es su valoración, como autora, sobre esa etapa?

–Fue un periodo de posguerra fría. La cancillería enfrentaba otra dinámica en la escena internacional. Gustavo la entendió, pero los panistas no. No tuvieron ni la experiencia ni el oficio diplomático ni la mano izquierda para manejarse.

–Ahora, con el regreso del PRI a la Presidencia, con los gestos recientes de Enrique Peña Nieto en La Habana...

–No está claro aún hacia dónde va la diplomacia mexicana. Con el PRI México está cada vez más alineado con Estados Unidos. La lección de Iruegas en esa etapa es que si México se pliega incondicionalmente ante Washington no va a ganar nada. Al contrario, hemos perdido soberanía.