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Falta aplicar exámenes médicos más rigurosos a los boxeadores

Desconocen si Fantasma González tenía una lesión cerebral previa

Mánagers y promotores no quieren gastar en eso: Esteban Martos

 
Periódico La Jornada
Miércoles 5 de febrero de 2014, p. a15

Por los ojos del doctor Esteban Martos aún desfilaban las imágenes de una función que fue fatídica: peleadores cortados, desmayados, pero sobre todo el recuerdo de aquel muchacho de 23 años que llegó en estado lamentable a la enfermería, Óscar Fantasma González, quien murió el lunes por la lesión en el tallo cerebral que le produjo el combate con Jesús Galicia.

La madrugada del domingo, el doctor regresó a su casa después de una intensa jornada de trabajo tras la función sabatina de boxeo. Estaba inquieto, la ansiedad de todo lo que había visto esa noche en el foro de Polanco lo alteró como para no dormir y escuchaba música de Paul Weston para tratar de tranquilizarse.

La idea de que esas muertes podrían prevenirse lo asaltaba repentinamente, cuenta Martos, integrante de los servicios médicos de la Comisión de Boxeo capitalina, que asistió a la función donde salió en camilla el Fantasma para nunca reponerse. No es que la pelea haya sido desequilibrada o que existiera negligencia en la manera en que se atendió al peleador conmocionado. El combate parecía justo y los golpes no fueron dramáticos.

Lo que ocurrió fue una acumulación de golpes, pero me queda una duda. No sabemos si el muchacho tenía alguna lesión que se agravó con la pelea, porque nunca vimos que sufriera algún impacto considerable, dice como para sí mismo Martos.

Lo que me inquieta es no saber en qué estado se encontraba González, porque a los boxeadores no se les realizan tomografías para saber cómo se encuentra su cerebro por los golpes.

Martos asegura que González –oriundo de Tepic– llegó con una salida médica de Tijuana que arribó de última hora. A pesar de todo la comisión capitalina autorizó el combate.

“Nosotros –el servicio médico capitalino– hemos luchado para que se realicen exámenes más rigurosos, pero se nos echan encima mánagers y promotores, porque no quieren gastar dinero en sus peleadores, sólo buscan tener ganancias”, considera Martos, quien piensa que la ligereza para aceptar salidas médicas de otros estados de la República y la complacencia de la comisión pueden cobrar más vidas.

Hay una preocupación genuina en el discurso de Martos, pues no minimiza que durante 70 años sólo hubo dos muertes –en 1936 y 1953– en el boxeo capitalino, pero en los últimos cinco años han fallecido dos peleadores: Daniel Aguillón en octubre de 2008, y Óscar González el lunes pasado.

Entre las razones que –opina– ponen en riesgo la integridad de los púgiles, están los pesajes que se realizan un día antes del combate. Después de dar el peso reglamentario, el peleador siente una sed infinita y bebe cantidades desmedidas de líquidos.

No tiene hambre, sino sed, se satura de líquidos y al día siguiente llega con más peso, pero sólo es agua y eso los hace más vulnerables a los golpes, asegura Martos. A eso debe agregarse que pelean frecuentemente en divisiones que nos les corresponden, eso es peligrosísimo y ahí es donde la comisión debe ser más estricta.

Toda esa inquietud es la que no lo dejó dormir la madrugada del domingo y la que lo hace mantenerse alerta en el boxeo.

Estoy con el alma en vilo en cada función que me toca vigilar, pero es mi obligación y mi responsabilidad ética permanecer con ellos, dice convencido.

Dentro de poco se alejará de este deporte y se dedicará a leer y a escuchar los discos de su admirado Paul Weston. Pero antes sueña con fundar una escuela especializada en medicina aplicada al boxeo, porque no cualquiera está capacitado para atender las contingencias de los golpes. Luego, podrá dormir tranquilo.