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Inconformidad y volencia

Cada día más evidentes, las contradicciones en el seno de las autodefensas

Sabíamos de los antecedentes criminales de El Abuelo, expresa un comunitario
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Un miembro de los grupos de autodefensa que tomaron ayer la ciudad michoacana de Aapatzingán, considerarada el centro de operaciones más importante del cártel de los templariosFoto Ignacio Juárez
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Periódico La Jornada
Domingo 9 de febrero de 2014, p. 4

Apatzingán, Mich., 8 de febrero.

La divulgación de los antecedentes criminales de Juan José Farías Álvarez, El Abuelo, uno de los líderes de las autodefensas de Tepalcatepec –gracias a una fotografía en la que aparece con el comisionado federal para Michoacán, Alfredo Castillo– indigna pero no sorprende a las autodefensas de otros pueblos de la Tierra Caliente.

Lo sabíamos, dice un policía comunitario que espera en vano dejar el tianguis limonero y marchar a la plaza central de Apatzingán. Y se sigue de largo: Presentan el asunto como si se hubiera colado en una reunión privada, pero no es así.

–¿Cómo es?

–Desde meses antes del surgimiento de las autodefensas, el gobierno se comenzó a reunir con la gente de Tepeque (así le llaman, para abreviar, a Tepalcatepec). Las reuniones, a las que acudían militares, se hacían en un salón de fiestas que es de Farías, el cual está en la salida a Coalcomán.

Otros policías comunitarios –¿hay que llamarlos Defensas Rurales si ya se registraron?–, al menos los que hacen guardia afuera de la catedral, saben del escándalo, pero no se inmutan.

¿Por qué nos afectaría a nosotros? En todo caso afecta al gobierno, que no limpia, que los acepta, dice uno de los hombres mientras en la misa el cura Goyo promete tumbar las estatuas de San Chayo (Nazario Moreno) y erigir en su lugar, en lo más alto del cerro, una consagrada a Cristo Rey.

En 2009, Juan José Farías fue señalado por la Secretaría de la Defensa Nacional como lugarteniente del cártel de los Valencia.

Los reporteros que han recorrido durante semanas los caminos de Michoacán habían escuchado muchas veces el apodo de Farías. Un retén tras otro, los comunitarios más parlanchines terminaban la radiografía de sus líderes con expresiones como ésta: “En Tepalcatepec el mero mero es El Abuelo, no el doctor Mireles”.

Sabían de los antecedentes de El Abuelo, aunque ninguno recordaba su nombre, y resolvían el asunto con sabiduría campirana: “Pa’los toros del Jaral, los caballos de allá mesmo”.

Antecedentes de El Abuelo y El Paisa

Un informe elaborado a partir de notas de prensa en 2008, un par de semanas después de los granadazos en Morelia, detallaba la radiografía de las organizaciones delincuenciales que actuaban en Michoacán. Del cártel del Milenio decía: “Su célula principal está en Tepalcatepec y es comandada por Juan José Farías, El Abuelo, y Uriel Farías, El Paisa, quienes aparecen en la indagatoria de Zhenli Ye Gon, como sus principales contactos para distribuir efedrina y metanfetaminas”.

Uriel fue presidente municipal de Tepalcatepec de 2008 a 2011.

En el reporte se considera que era aliado del cártel de Sinaloa, que tenía presencia en 13 municipios, además de protección de elementos de la 43 Zona Militar.

El mismo informe consideraba que entre las actividades de esta organización se encontraban: la introducción de precursores químicos procedentes de China o de India a través de los puertos de Lázaro Cárdenas y Manzanillo. Tales productos eran luego trasladados a municipios del centro del estado, donde se ubican los laboratorios de elaboración de metanfetaminas.

Morelia, Uruapan, Apatzingán, Turicato y Carácuaro, se lee también, “son plazas disputadas por los cárteles del Golfo, del Milenio y por La Familia, y en donde hay más autoridades políticas y policiales cooptadas”. La importancia de Tepalcatepec radica en que, con otros municipios, está en la ruta para el tráfico hacia Estados Unidos.

Los comunitarios de La Ruana sólo se cuadran ante Hipólito Mora. A nosotros nos manda él, a los demás quién sabe quién, dice uno de ellos afuera de la catedral.

Las autodefensas, dice un funcionario municipal de la zona, “perdieron sentido y dirección, adentro hay muchos malandros”.

Las dudas no vienen sólo de fuera. Las contradicciones en el seno de las autodefensas son cada día más evidentes. La entrada de Hipólito Mora y su ejército de pobres a Apatzingán, en solitario, fue sólo una muestra.

Entre los hombres de Mora hay recelo hacia sus pares de la cabecera municipal de Buenavista. Otro, con verdadera preocupación, suelta: “Allá se fueron los templarios de La Ruana. Y se están reagrupando dentro de los comunitarios”.