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Isocronías

A donde, voz, el aire lleve

N

o hago carrera literaria. Escribo. En la información que sobre sí mismo incluyó en su página de Facebook, Mariano Flores Castro insistió en lo hace algún tiempo, 2001, había dicho en Contrapoderes –selección de su poesía a partir de 1967 preparada por Gilda Sánchez-Medina y editada por la UNAM en 2002 dentro de su colección Poemas y Ensayos–, donde por ello mismo se enorgullece de que su perfil literario siga, en aquel entonces, siendo bajo, a pesar del reconocimiento que de su obra ya habían hecho, y siguieron haciendo, diversos antologadores. En esa introducción afirma, también, lo siguiente: La poesía es una religión que, como el budismo, no tiene más dioses que la perfección espiritual, la sinceridad y la emoción ante el universo, y prácticamente se declara miembro entusiasta de lo que, si mal no recuerdo, Enrique Krauze denominó alguna vez generación del 68: para los que teníamos 20 años el mundo y la existencia estaban llenos de acontecimientos extraordinarios. Un movimiento estudiantil despertador; la aparición de las mejores creaciones de los Beatles y los Rolling Stones; la libertad sexual que más tarde arruinaría el sida; la renuncia de Octavio Paz como embajador en la India; la oposición a la guerra de Vietnam y, en fin, la fiesta como desahogo y la poesía como oficio regulador de tanta adrenalina. Pocas veces nos vimos, pero en esas pocas veces solía dejarme la impresión de que en efecto la carga adrenalínica le seguía dispensando su energía y, por tanto, exigiéndole el oficio de que las casi 400 páginas de Contrapoderes, dan fe. En palabras de Fernando Tola de Habich, quien rubrica la solapa, la recopilación muestra una pluralidad de registros, una aguda curiosidad léxica y amor por la aventura conceptual felizmente congruentes con su vocación de observador obsedido por la realidad. Citemos al poeta: Al madurar el instante en sus propios límites,/ al hacerse grávida la vida, ¿quién traspasa los umbrales? Estos cuatro versos dedicados A un prisionero: “miras la estrella calma y sientes/ la cascada numerosa de su risa/ abierta a tus sentidos, asequible,/ dándote ese amor que se vacía…” Veamos esta miniatura: Tijerilla: Poder de la tijerilla:/ con tamaña pequeñez/ nos intimida. A la Abuela voz quiere llevarla a ser la grieta del sentido: Cuánto en verdad se abre si tú te abres, le dice, y, finalmente: Ah, vuela ya,/ voz: hoy es posible el aire. Que te lleve.