Sociedad y Justicia
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Cada vez más parejas en el mundo optan por el modelo LAT, señalan terapeutas

Mantener una relación amorosa a veces requiere vivir separados

En Inglaterra 2.2 millones de personas viven según esta práctica; en Estados Unidos lo hacen 1.7 millones; en México se calcula que uno por ciento de las personas mayores vive de esta forma

 
Periódico La Jornada
Viernes 14 de febrero de 2014, p. 36

Necesito mi espacio, me tiene cansada(o), ya no se comporta como cuando éramos novios, son algunas de las frases más escuchadas por los especialistas en terapia de pareja al atender a personas con crisis matrimonial.

La convivencia cotidiana, el cuidado y crianza de los hijos, peleas constantes, reproches mutuos, semanas sin acercamientos sexuales ni tiempo para sí mismo(a), sumado a la falta de comunicación, son algunos elementos que –de acuerdo con los expertos– van generando que las relaciones de pareja (en particular cuando viven juntos) se vuelvan monótonas.

En años recientes, muchas personas han optado por una opción alternativa para evitar, en la medida de lo posible, las crisis ocasionadas por vivir bajo el mismo techo. Se trata de una tendencia reciente conocida como Viviendo juntos, pero separados o Living Apart Together (LAT), que consiste en mantener una relación monógama, seria y estable –con todo lo que conlleva–, pero sin compartir domicilio.

Se trata de una manera de evitar la rutina y mantener cierta individualidad e independencia que en muchas ocasiones no se da (o no se sabe cómo alcanzar) en la convivencia diaria.

“Con el proceso de emancipación de la mujer –a partir de los años 60 del siglo pasado– las relaciones amorosas se han tornado más equitativas, generando cantidad de opciones para relacionarse. En el LAT se da mayor importancia a lo individual que a lo colectivo. Se expresan necesidades básicas y al mismo tiempo otras para darse de manera afable y amable al compañero(a)”, explica Rolando Díaz Loving, especialista en temas de pareja de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Esto no significa renunciar a la fidelidad ni a compartir la vida con otra persona. No se trata de encuentros casuales, son personas que se aman, mantienen relaciones estables –algunos casados y con hijos en común, y en otras ocasiones divorciados que lo intentan de nuevo–, basadas en la confianza y la sinceridad. Comparten intereses comunes, vacaciones, actividades, vida familiar y educación de los hijos, pero mantienen su vida personal, eligen no estar con su compañero(a) cuando no lo desean y separan gastos.

A escala mundial esta tendencia va en aumento. En Inglaterra se reportan 2.2 millones de personas bajo este esquema, en Estados Unidos son 1.7 millones y 8 por ciento de la población adulta de Canadá. Aunque en México no hay estadísticas oficiales, se calcula que uno por ciento de las personas mayores de edad mantienen una relación amorosa en estos términos.

La historia recoge casos de personajes célebres que tuvieron una vida amorosa separados. Dos de ellos son: la escritora feminista Simone de Beauvoir y el filósofo Jean-Paul Sartre, y el director Tim Burton y la actriz Helena Bonham Carter.

Julia y Martín, ella abogada de 44 años y él músico de 48, se conocieron hace casi dos décadas y el flechazo fue tal que en menos de 12 meses compartían el mismo techo. Años después nació su hijo –hoy de 12 años– y contrajeron matrimonio. Lejos de lograr estabilidad vino una ruptura. La relación se tendió monótona y aburrida. La convivencia diaria, atender al niño, dejar que la vida fuera pasando y hacer las cosas por obligación se convirtieron en una tortura.

Estar juntos era imposible. Cualquier actitud o gesto eran motivo de pelea. Nos volvimos los peores enemigos. El divorcio era inminente, pero acudieron a terapia de pareja. Después de varias sesiones, la especialista les propuso una opción: Vivir separados, pero manteniendo la relación. En principio la idea no emocionó a Julia: creía que sería el pretexto ideal para que Martín se acostara con otras. Aún así acordaron intentarlo y siete años después de la crisis su relación se encendió otra vez. Hoy siguen siendo una familia.

Estar cada quien en su casa es mantener cierta autonomía que muchas veces no somos capaces de respetar viviendo juntos.

(Conozca más casos en la página web de La Jornada.)