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Experto de la Universidad de Northwestern en Evanstone presenta informe en Chicago

El matrimonio, en su mejor momento de la historia, dice un estudio en EU

Piden menos a esa unión en términos de necesidades básicas fisiológicas y de seguridad, pero más en lo referente a las sicológicas superiores, como el crecimiento personal, asegura Eli Finkel

The Independent
Periódico La Jornada
Jueves 20 de febrero de 2014, p. 2

Chicago, 19 de febrero.

El matrimonio es probablemente mejor hoy día para las parejas que en cualquier otra época de la historia, al menos según sicólogos, porque los cónyuges buscan algo más que sólo compartir un hogar, objetivo que era perfectamente aceptable como base de una relación hace un siglo o más.

Para que un matrimonio funcione en el siglo XXI tiene que permitir que ambos cónyuges descubran su potencial interior, reveló un estudio, y no sólo servir para vivir juntos y criar hijos, como ocurría en el pasado.

El matrimonio ha pasado por tres etapas de desarrollo en los tres siglos pasados, según el estudio, y si bien las tasas de divorcio nunca habían sido más altas, también lo son las oportunidades de realización personal al compartir la vida con alguien.

En los matrimonios contemporáneos, las personas buscan encontrarse a sí mismas, proseguir carreras interesantes y otros aspectos de su vida que les permitan expresar su núcleo interno, señaló el profesor Eli Finkel, de la Universidad Northwestern en Evanston, Illinois (Estados Unidos), quien llevó a cabo una revisión de investigaciones anteriores sobre el matrimonio.

Las expectativas han cambiado

La cuestión no es que las personas esperen hoy día más del matrimonio, sino que la naturaleza de lo que esperan ha cambiado, aseveró Finkel en una ponencia ante la Asociación Estadunidense para el Avance la Ciencia, que se reúne en esta ciudad.

Piden menos del matrimonio en términos de necesidades básicas fisiológicas y de seguridad, pero más en lo referente a necesidades sicológicas superiores, como la necesidad de crecimiento personal, afirmó.

En 1800, la idea de casarse por amor era ridícula. Eso no quiere decir que las personas no quisieran obtener amor en el matrimonio, sino que no era el motivo para casarse, comentó.

En la transición de una economía rural a la sociedad industrial, muchas personas se apartaron de la idea original del matrimonio como una institución que ayudaba a atender funciones básicas como alimentación, abrigo y seguridad física. Tomó su lugar el concepto urbano del hombre como proveedor y la mujer como ama de casa, explicó Finkel.

El matrimonio siguió siendo una institución económica, pero la razón fundamental para casarse y alcanzar la felicidad dentro de él giró cada vez más en torno al amor y la compañía, señaló.

Luego vino la contracultura de la década de 1960, cuando surgió el tercer modelo de matrimonio, el cual valora el amor y la compañía, y el apoyo a la pareja para embarcarse en un viaje de descubrimiento y crecimiento personal.

Este cambio en lo que se esperaba del matrimonio significó que, para que tuviera éxito, cada cónyuge debía desarrollar la percepción necesaria para conocer las necesidades de su pareja y ayudarla a lograrlo. Esto era más sutil y complejo de lo que se requería en el pasado para un matrimonio feliz.

Los mejores matrimonios de hoy son mejores que los mejores matrimonios del ayer. Pero el problema es que resultan más difíciles... exigen mucho más del lazo marital por sí mismo para alcanzar esas necesidades sicológicas superiores que para satisfacer las necesidades más básicas del pasado, apuntó.

Sin embargo, desarrollar esa percepción requiere una gran inversión de tiempo y recursos sicológicos, para no mencionar fuertes habilidades para relacionarse y compatibilidad interpersonal.

Las tasas de divorcio son altas, mientras las de satisfacción marital en las relaciones que sobreviven no lo son tanto como en otros tiempos, porque la mayoría de los cónyuges sencillamente no realizan la inversión de tiempo y sicológica requerida para apoyar el amor mutuo y la expresión personal, afirmó Finkel en su conferencia.

A ello se agrega que, en el mundo moderno, muchas personas casadas pasan menos tiempo con sus cónyuges que hace varias décadas, en parte por efecto de la actual cultura del trabajo, que consume largas horas, añadió. “En 1800 uno no necesitaba tener una percepción profunda del núcleo esencial de su pareja para cuidar de las gallinas o construir una estructura física sólida para evitar la entrada de nieve. En contraste, en 2014 en verdad se espera que la pareja ayude en el viaje de autodescubrimiento y crecimiento personal.

El cónyuge no puede hacer eso si no sabe realmente quién es el otro ni entiende en verdad su núcleo esencial. Eso requiere mucha mayor inversión de tiempo y recursos sicológicos en la calidad de la relación en sí, concluyó.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya