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El mundo de aquí
C

uando este jueves 27, a las 19 horas, se presente la inquietante novela de Beatriz Meyer El mundo de aquí en la ciudad de Puebla, el público que desbordará la pequeña casa de lectura Profética dará con su presencia un testimonio de solidaridad y admiración a una escritora y maestra que, tras 20 años de fructífera labor en la Escuela de Escritores de la Sogem en aquella ciudad, es hecha a un lado por las nuevas autoridades culturales del municipio capitalino: un coletazo más de la ola de esnobismo que invade a tantas instituciones de la cultura en México, en las que el glamur desplaza a la inteligencia y el negocio a la creación.

La sombra de esa arbitrariedad empaña así un acto que es todo un acontecimiento literario. La primera novela publicada de la que como cuentista fue caracterizada por Víctor Hugo Rascón Banda como autora de culto compensa con creces los años de espera de sus devotos lectores: una perturbadora incursión en el mundo de la explotación de la mujer, narrada en primera persona como un desafío a la hipocresía de una sociedad –la poblana, la mexicana, la del mundo de aquí– que prefiere mirar a otro lado ante la creciente evidencia de niñas y mujeres raptadas, vejadas, asesinadas, cortadas en pedazos y arrojadas a cualquier muladar.

Cuidado: no se trata de una de esas novelas de ocasión que llenan los estantes, ni de uno de esos autores que toman un tema de moda en las noticias, urden una trama detectivesca más o menos creíble, la aderezan con dos o tres albures y chistoretes y se convierten por obra de la mercadotecnia en éxitos de librería. En El mundo de aquí nada es ligero ni complaciente: el lenguaje es directo y brutal; las descripciones de violencia y sexo, tan vívidas que algunos lectores quizá se vean precisados a tomar un respiro ocasional o, los más timoratos, de plano a abandonar el barco. Pero es sobre todo la desconcertante personalidad de Andrea Murray, el personaje principal, lo que obligará al lector a confrontar sus propias concepciones o prejuicios sobre el ser femenino. Sometida desde niña a los abusos de los hombres, empezando por su propio hermano, incuba en su aparente sumisión masoquista un letal cálculo vengador. No es difícil hallar en ella ecos de la Justine de Sade, la Anaïs Nin de Delta de Venus y de Lisbeth Salander, entre muchas otras mujeres reales o ficticias que la vasta cultura literaria de la autora convoca con plena conciencia. Sin embargo, quienes han tenido la fortuna de conocer sus poderosos relatos, recogidos sobre todo en Las errantes y Sucedió un cuerpo –tan difíciles de conseguir fuera del entorno poblano–, verán en Andrea la heredera de los intensos personajes trazados por una pluma que reivindica con autoridad la literatura femenina, esa que tantos dicen que no existe.

Con el mismo rigor narrativo que ha inculcado en los asistentes a sus talleres a lo largo de cuatro lustros –y que ha abierto para muchos, lo reconozcan o no, las puertas de las becas, los concursos y las publicaciones en sellos de prestigio–, Beatriz Meyer va desmadejando una urdimbre que abarca desde las fantasías eróticas de un grupo de mujeres frustradas, un transexual arrebatado y una púber precoz hasta un mundo virtual en el que es posible escapar de la mediocridad cotidiana hacia toda suerte de placeres lícitos o ilícitos, pero que en manos del misterioso Míster M., dueño de una agencia especializada en traducciones de documentos clasificados, se convierte en un temible instrumento de espionaje y chantaje internacional. (Vale decir, de paso, que la escritora se anticipó, en el momento de concebir su novela, a las revelaciones de Edward Snowden sobre la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos.) Todo ello entreverado con referencias literarias –al fin maestra– y con algunos cuentos en los que la elegancia poética por la que la narradora ha sido merecidamente elogiada logra colarse en esta cruda historia.

“La fantasía de Meyer –escribe en su blog Marco Tulio Aguilera acerca de El mundo de aquí– es intrincada, barroca, llena de laberintos, y sin embargo coherente: mantiene vivo el asombro hasta el final, tiene un cordón umbilical que subyace a toda la parafernalia de aventuras en ocasiones inverosímiles, pero disfrutables. Novela extraña, muy extraña, que mantiene en vilo. Con esta novela Meyer crea un nicho que solo ella ocupa en la literatura mexicana. Una especie de mundo clausurado que tiene una pequeña ventanita –como la de El Túnel– que la vincula con el mundo de Inés Arredondo, la otra extravagante de la literatura mexicana.”

Con el desplazamiento de Beatriz Meyer pende de un hilo el futuro de la escuela de escritores que debe a ella y a su selecto grupo de colaboradores el prestigio estatal y nacional alcanzado. Por el momento no se sabe si la Sociedad General de Escritores de México renovará el convenio suscrito con el ayuntamiento poblano, que feneció hace unos días. Tal vez esa asociación ya no les interese a las nuevas autoridades; se dice que están buscando mentores de alto impacto, de preferencia de origen extranjero, para así contribuir a que la cultura sea una forma de ser del ciudadano, como quiere la nueva titular del área en el municipio, Anel Nochebuena. A ver qué les resulta, pero si algo bueno puede salir de todo esto es que Beatriz Meyer se decida a emprender al fin el camino hacia el lugar que le corresponde en las letras mexicanas.