Opinión
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Cocaína y literatura
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odo está en todo. La inagotable ley de las causas y los efectos no es exclusivo de la física. En la literatura cualquier texto lleva el germen que otros imaginaron. Incluso aunque su autor lo ignore. La tejedora Aracné que desafió a Minerva y recordó Ovidio en Las Metamorfosis no sólo inspiró al poeta Marcel Schwob sino también al formidable grabador Doré y más cerca de nosotros al guionista Stan Lee creador de Spiderman y a J.K. Rowling que la incluye, terrible y poderosa, en la saga de Harry Potter.

En México dos de los primeros escritores que atraparon los ambientes de la moderna industria del crimen, fueron  Federico Campbell y Élmer Mendoza.

El primero recuperó en sus cuentos y novelas (Tijuanenses, Todo lo de las focas) no sólo el norte del país sino ese purgatorio creado alrededor de los cruces de frontera con las almas que aspiran a redimirse en el american way of living donde la violencia, la miseria, el juego y la vida clandestina son por momentos la única vida.

Élmer Mendoza en cambio, más que ambientes recupera acciones y toda una cultura de ese mundo violento auspiciado por el tráfico de drogas. Según Campbell, Mendoza fue el primer narrador que recogió con acierto la narcocultura de nuestro país. Notablemente en Balas de plata.

Y como toda literatura es una tradición, imposible entender La reina del sur, de Arturo Pérez-Reverte sin la narrativa de Mendoza.

Pérez-Reverte logró tejer con eficacia la trama de esa industria criminal más allá de nuestras fronteras pero siempre para contar la historia de la protagonista de la novela. Teresa Mendoza es una criminal pero una criminal enamorada y capaz de tener en su vida violenta, rasgos de ternura. Nada parecido a la viuda negra colombiana que consumió hombres y droga como agua y bautizó a su hijo con el nombre de Alcapone.

CeroCeroCero cómo la cocaína gobierna el mundo del italiano Roberto Saviano no es un eslabón más en la literatura del mundo del narco. Más que un retrato es una película de larga duración cuyas luces y sombras forman parte de nuestros días.

Gran reportaje o crónica negra, no importa, reconstruye con prosa viva y datos duros esa realidad invisible que mueve al corazón del mundo.

Saviano está convencido de que la coca es la mercancía mas rentable de todos los tiempos y la que permite de nuevo por la liquidez inmediata que ofrece, una nueva acumulación originaria del capital. Por eso habla de narcocapitalismo. Si no cómo explicar los grandes negocios en tiempos difíciles; a los empresarios exitosos que, como en una tabla de surf, sortean crisis y debacles financieras.

En CeroCeroCero Saviano no nos cuenta una historia sino muchas. No explora un plano del prisma de la droga sino todos. No se queda en la superficie de sangre de ese plato que los criminales nos sirven cada mañana sino que se adentra a ese abismo al que si se mira nos puede querer mirar desde su negrura.

Yendo tras las historias del narcotráfico aprendes a reconocer el rostro de las personas escribe Saviano. Y los rostros son los rostros de nuestra vida cotidiana: están entre nuestra familia, amigos cercanos, compañeros de trabajo, médicos y usan la coca por cualquier motivo pero esencialmente por una sola razón: la coca es la respuesta exhaustiva a la necesidad más apremiante de la época actual: la falta de límites. Querremos rendir más en el trabajo, en el deporte, en la cama.

Por ello no es extraño que existan muchísimos rincones en el mundo carentes de hospitales, internet, agua pero no sin coca.

Como en una figura de origami Saviano va desdoblando pliegues: las estructuras criminales que la producen con sus expertos en cultivos, los distribuidores que se valen de aviones, submarinos, y casi cualquier medio de transporte (han descubierto perros vivos cargados de bolsitas de droga entre las vísceras), los camellos del peladaje que las esconden en la boca y las venden en la vía pública o los proveedores de los grandes empresarios y políticos que no son otros que los propios mafiosos.

También nos muestra el complejo sistema de lavado donde bancos, políticos y empresarios blanquean el dinero sucio creando falsas sociedades, empresas fantasma, cuentas bancarias con distintos nombres y un eficiente cuadro profesional de jueces, ministerios públicos y funcionarios de primera, de segunda y de tercera dispuestos a montar el gran teatro de la simulación para que el negocio funcione.

En otro pliegue de este origami criminal se encuentran las mafias: la rusa formada en buena parte por la caída del socialismo, la Ndrangheta italiana, ETA, la guerrilla colombiana, Hezbolá y el cártel de Sinaloa cuyas rutas han alcanzado a España y al África.

Dice Mario Vargas Llosa que debemos agradecer a Saviano que haya devuelto a la literatura la capacidad de abrir los ojos y la conciencia. ¿Qué más decir? Quizá que cuando no se criminalice la droga veremos estos años de penuria como un tiempo perdido que nos costó muchos recursos, vidas, energía que podríamos haber aprovechado, por ejemplo, para combatir el hambre o impulsar la educación.