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Ver día anteriorJueves 6 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La educación y la palabra
A

irado, un lector me reconviene pues, según su criterio, en mi artículo anterior sin justificación incluí a la filología como una de las disciplinas valiosas para reformar la educación. Pregunta: ¿Qué tiene que ver la filología con la educación? La respuesta es muy sencilla: lea, por ejemplo, una cualquiera de las mil cien páginas de la Paideia, tratado del filólogo Werner Jaeguer, invaluable para la urgente humanización de la educación contemporánea. Humanización que no consiste en incorporar sentimentalismos vacíos a la educación, sino en tratar a los seres humanos (a los niños, a los jóvenes y a los maestros) como humanos, sin reducirlos a la categoría de número, empleados o futuros empleados, o futuros ciudadanos bien portados. Y, como es reconocido desde hace milenios, lo que nos hace humanos es la palabra. Octavio Paz lo ha dicho espléndidamente: Los hombres somos hijos de la palabra, ella es nuestra creación; también es nuestra creadora, sin ella no seríamos hombres.

Filología significa amor por las palabras y por el pensamiento. Inculcar este amor debería ser uno de los objetivos de una buena educación, de una educación de calidad, como dicen quienes carecen de la debida estima por su propio lenguaje, amor que tiene sin cuidado a buena parte de los funcionarios de la SEP y a sus asesores predilectos: la OCDE y Televisa/Mexicanos Primero. Estos últimos fracasaron en su campaña (impulsada con la escandalosa e infundada recriminación ¡Qué vergüenza!) para que permaneciera la prueba Enlace (de la cual fueron promotores durante varios años). Ahora, con disimulo, hacen a un lado ese tema y han iniciado una nueva campaña con el grito de guerra ¡Implementación! Con ello manifiestan su exigencia de que se aplique la reforma educativa.

No obstante la obstinación que caracteriza sus planteamientos y los costosísimos errores que han promovido, Televisa/Mexicanos Primero asume ahora la función de autoridad capaz de vigilar al gobierno, y han creado un nuevo membrete, llamado El Ojo Ciudadano, que mantendrá bajo estrecha y amenazante vigilancia el cumplimiento de las obligaciones de los gobernantes. Pretenden seguir paso a paso las actividades de la SEP, del INEE, de los gobiernos estatales, los organismos descentralizados que imparten educación media superior, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la Secretaría de Salud, del Inegi, y los congresos locales. Insatisfechos con la dimensión de las turbulencias que han logrado generar –tal como era su propósito, hecho público por el señor Claudio X. González–, van por más: la implementación.

Implementación es un anglicismo inservible para nuestra lengua. Por supuesto hay anglicismos que la enriquecen, pero éste lejos de arrojar luz genera oscuridad. Implementar es una palabra manoseada en los medios empresariales, en la televisión, en la publicidad, en la administración. Pero el término implementar es no sólo innecesario, su empleo genera confusión. Quienes lo usan, olvidan que un implemento es una herramienta, un utensilio, de modo que, en todo caso, implementar debería usarse para indicar la acción de proporcionar herramientas, dotar de equipos (por ejemplo microscopios y matraces a un laboratorio), no como sinónimo de aplicar o poner en práctica un proyecto o una norma.

Si por analogía lleváramos lejos el significado literal de la palabra implementar podría decirse que la mal llamada reforma educativa ya está implementada, pues ya fue dotada de los implementos necesarios para ejecutarse: las llamadas leyes secundarias (las reformas a la Ley General de Educación, la Ley del Servicio Profesional Docente y la Ley del Instituto Nacional de Evaluación Educativa). Si la mal llamada reforma educativa ha sido una reforma legal, ésta debería ser aplicada, cumplida, puesta en práctica. Eso es lo que Televisa/Mexicanos Primero dice que quiere, pero no sabe decirlo. Cualquiera de esas expresiones tiene, en nuestra lengua, significados claros; implementar no significa lo que quieren que signifique.

Por supuesto este argumento no pierde valor por el hecho de que la Real Academia Española haya incluido la palabra implementar en su diccionario, no es este el primer traspié de esos señores, pero este es mayúsculo. Véase lo que del verbo implementar dice ese diccionario: Poner en funcionamiento, aplicar métodos, medidas, etcétera, para llevar algo a cabo. La inanidad de esta definición es patente. Para los académicos implementar es cualquier acción (¡incluyen un etcétera!) para llevar a cabo algo. De modo que, por ejemplo, al poner en funcionamiento mi auto, lo implementé y cuando el médico aplica una inyección, la implementó.

Las confusiones de Televisa/Mexicanos Primero, que ahora con vocación de celosos policías serán El Ojo Ciudadano, se exhiben nítidas en el siguiente párrafo de su proclama: Las recientes reformas al artículo tercero constitucional y su legislación secundaria tienen el potencial de iniciar la transformación del sistema educativo nacional. Sin embargo, esa oportunidad histórica sólo se actualizará (sic) si hay una implementación cabal de los cambios normativos. Usan aquí una acepción del verbo actualizar (también adoptada con desatino por la Real Academia) que es fuente de confusión: actualizar igual a poner en acto. Pues resulta entonces que para El Ojo Ciudadano la reforma se pondrá en acto ¡solamente si se pone en funcionamiento! Esto sí que es educación de calidad.

La reforma educativa tiene que poner en un lugar principal el lenguaje, el amor por el lenguaje. Los innumerables discursos y documentos generados por la SEP y sus asesores con motivo de las reformas legales recientes muestran poca atención a esta trascendental materia, tanto en su forma como en su contenido. Tan grave ha sido el descuido que, como se ha hecho público, incluso los libros de texto están plagados de errores de todo tipo. No es inoportuno, pues, el llamado a que se incorporen en los trabajos de la reforma educativa las diversas disciplinas que se ocupan del lenguaje.