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Sobre rebeliones y oligarquías
A

nalizar la rebelión en Ucrania exclusivamente en términos de un putsch fascista (¡podemos mejor!, véase: peopleandnature.wordpress.com, 24/2/14) o centrarse sólo en el papel de la ultraderecha, desde luego muy preocupante (véase: Gary Leupp, en Counterpunch, 10/3/14), invisibiliza sin embargo el amplio involucramiento de la gente común e impide pensar en las lecciones para los movimientos antisistémicos.

Además Yanukovich no es ningún Zelaya –un presidente legítimo depuesto por un golpe– como se pintaba en una conferencia desde Rusia (elegido democráticamente, acabó como un brutal sátrapa, incluso si algunos francotiradores fueron contratados por... la oposición –¡sic!–, véase Mike Whitney en Rebelión, 11/3/14).

La mano sucia de Obama, que estructura el nuevo orden, no fue la que sacó la gente a las calles (fue el hartazgo a la dominación del complejo político-oligárquico), y sólo como 30 por ciento de ellos eran nacionalistas y/o fascistas.

Putin no es ningún héroe que nos salva de las hordas nazis (más bien, un zar que salva a su imperio), y hablar de todo en términos de choque de potencias /“nueva guerra fría” oscurece lo que sucedió en Maidan (Plaza de la Independencia en Kiev). Y también lo que desgraciadamente no sucedió, pero lo que igual es útil para hablar de la condición de la izquierda.

Como apunta Zbigniew Marcin Kowalewski, viejo experto en temas ucranianos, Maidan, que empezó con exigencias pro europeas y explotó tras su criminalización y represión, fue en esencia un movimiento masivo y democrático, sin líderes –los tres, Yats’/Klitsh’/Tyahnybok, Victoria Nuland dixit, fueron impuestos desde afuera–, en contra de la clase política y la oligarquía. Su alianza con la ultraderecha (Svoboda y Pravy Sektor-Sector Derecho), necesaria en el calor de la lucha y la creación de autodefensas, fue sólo eso: una alianza, pero desafortunada y –ahora lo vemos– mortal (Le Monde Diplomatique, edición polaca, 3/14).

Estos sectores dominaron luego a Maidan no por su cantidad (una visión matizada de esta derecha: Emmanuel Dreyfus, en Le Monde Diplomatique, edición francesa, 3/14), sino por su capacidad organizativa, y ante todo por la debilidad de la izquierda (los comunistas apoyaban a Yanukovich y la izquierda anticapitalista era poca).

Aunque sí hubo participación de varios movimientos progresistas y sindicatos, los intentos de crear un Levy Sektor (Sector Izquierdo) fracasaron. Algunos anarquistas –seguidores de Néstor Majnó– fueron golpeados por los nacionalistas, conocidos también por perseguir la (poca) autorganización obrera (Inicjatywa Pracownicza, 2/14). Pero la debilidad de la izquierda no es un problema típicamente ucraniano; acecha a toda Europa.

Slavoj Zizek en varios lugares, recientemente en el contexto de la rebelión en Bosnia y Herzegovina (The Guardian, 10/2/14), analizando las trampas del orden liberal y la mala condición de la izquierda, recuerda la vieja fórmula de Walter Benjamin: todo el auge del fascismo es la señal de una revolución fallida.

Aplicada a Maidan, permite ver no sólo que detrás de la apropiación de la revuelta por la ultraderecha, que se montó en su ola, hubo un fracaso de la izquierda, sino también asumir que había allí una rabia y potencial revolucionario, que ésta falló en movilizar y que fueron acaparados por sus enemigos.

Si fuera lo contrario, tal vez Maidan –una asamblea heterogénea, centro de la democracia directa, aglutinada en la lucha contra la represión, pero con una agenda liberal, la única agenda cuasi-emancipadora posible en un país post-soviético– estaría celebrado hoy por la izquierda como las primaveras árabes (Kowalewski argumenta que éste sí era su variante, Ibíd.).

De no ser así, lo celebra la derecha (por ejemplo en Polonia) como una antigua tradición cosaca y un contrapeso a las instituciones liberales podridas (¡sic!).

Todo esto pone en la mesa una serie de cuestiones (estratégicas). Costas Douzinas, analizando los movimientos horizontales en las plazas Tahrir, Syntagma o Taksim –parecidos a Maidan, pero mencionando a éste sólo de paso–, indaga: ¿qué son las actuales y más efectivas formas de resistir al poder? (Open Democracy, 1/3/14).

Raúl Zibechi, observando a Ucrania e invitando al debate, pregunta: ¿qué papel juega la violencia?, ¿cómo se portan las pequeñas vanguardias?, y ¿cómo las derechas imitan a las izquierdas? (La Jornada, 7/3/14).

Maidan demuestra que la violencia y la lógica militar del conflicto matan todo el potencial político emancipatorio. Y que los movimientos aprenden en marcha: aun no cristalizados y sin una clara configuración de clase, aunque sean masivas, pueden caer presas de minorías más disciplinadas.

Con la ultraderecha catapultada al poder y al gabinete nombrado por dedazo desde Washington, que subordinará el país al FMI e introducirá las dolorosas reformas, se sella el fracaso del movimiento.

En este contexto, hablar de una guerra (civil o con Rusia) les conviene a todos –a Bruselas, Washington, el FMI, la OTAN, Moscú y Kiev–, menos a la gente común. Es un escenario perfecto para la terapia de choque.

También la conversión de la rebelión en un conflicto étnico (ucranianos vs. rusos) desvía la atención de su meollo económico. La amenaza moscovita reforzará a los nacionalistas y servirá para borrar lo que queda de las demandas sociales y/o anti-oligárquicas. La historia de Bosnia es ilustrativa.

Bien recuerda Andrej Nikolaidis cómo después de la guerra étnica (un disfraz del conflicto que estalló por las rivalidades en la nomenclatura post-yugoslava), el país amaneció como rehén del FMI ( The Guardian, 3/3/14).

La reciente rebelión de la gente empobrecida que salió a las calles de Tuzla o Sarajevo, rechazando las disfuncionales instituciones nacionales e internacionales (y organizándose en plenums), desnudó las mentiras de sus élites étnicas (Zizek, Ibíd.), el único tipo de oligarquía que queda en un país desindustrializado como Bosnia.

Al sentirse traicionados por las mentiras de la nueva élite política, que emergió de la rebelión para asegurar los intereses de la oligarquía, ¿saldrán los ucranianos otra vez a las calles?.

*Periodista polaco