15 de marzo de 2014     Número 78

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Archivo

Encuentro de la Red Nacional de
Promotoras y Asesoras Rurales

Dora Ávila, Gabriela Bejarano y Gerdi Seidi Integrantes de la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales

Treinta y siete mujeres de los estados de Hidalgo, Guanajuato, Puebla, Tabasco, Oaxaca, Campeche, Estado de México, Distrito Federal, Chiapas y Oaxaca, agrupadas en la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales (RedPAR), realizaron su Encuentro número 53 los días 14, 15 y 16 de febrero en Matías Romero, Oaxaca, en las instalaciones del Centro para los Derechos de la Mujer Nääxwiin.

El objetivo central del Encuentro fue compartir y analizar diversas experiencias de construcción de ciudadanía de mujeres rurales e indígenas. Por eso, el primer día se inició con una obra de títeres producida por promotoras comunitarias de Nääxwiin que ilustra cómo una mujer hace valer sus derechos en una comunidad indígena. También se contó con una videoconferencia de la doctora Dalia Barrera, que puso sobre la mesa de la discusión los diversos obstáculos que enfrentan las mujeres rurales para participar en política y defender sus derechos.

El segundo día se expusieron diversas experiencias de mujeres luchonas y valientes que trabajan por sus derechos y los de sus pueblos. Sobre el tema “Ciudadanía y participación política”, Zoila José Juan, diputada local de la LXII Legislatura de Oaxaca, habló de cómo empezó a participar en su comunidad, y hoy, luego de muchas batallas, se encuentra en una curul donde continúa su compromiso inicial; Zoila valoró la importancia de que las mujeres ocupen cargos públicos y de elección popular en un espacio muy masculino donde ellas dan otras batallas.

Rosalía Villanueva y Zoraida Villanueva, de la Casa de la Mujer Indígena (CAMI), de San Mateo del Mar, Oaxaca, y de la Red de 21 CAMIs que operan en 14 estados, señalaron la necesidad de vigilar que las políticas públicas no vayan hacia atrás, que no perjudiquen la autonomía de las mujeres organizadas ni disminuyan los presupuestos para erradicar la violencia de género, y para atender problemas de salud sexual y reproductiva, como la muerte materna; todo ello, eje del trabajo de las CAMIs, y asuntos vitales para las mujeres rurales.

Martha Castañeda, del Centro Nääxwiin, destacó la importancia de trabajar por una cultura del buen trato hacia las mujeres en instancias públicas y en los servicios de salud, y de contar con presupuestos públicos con enfoque de género como un derecho fundamental de las mujeres del campo.

En el Encuentro se consideró que la participación social de las mujeres incluye diferentes niveles: la comunidad, los municipios y las redes, así como la formación y capacitación; también, que es de suma relevancia incluir aspectos culturales como la medicina tradicional y el trabajo de las parteras en los servicios de salud, y que la construcción de ciudadanía de las mujeres del campo va desde la apropiación del cuerpo y las decisiones que tomamos sobre él, hasta lo que sucede en los Congresos estatales y federal.

Alma Padilla y Claudia Vásquez Cruz, del Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas, hablaron de cómo las mujeres de este estado han reflexionado sobre su derecho a la tierra y de su propuesta de cotitularidad de la tenencia para las mujeres. Roselia Gutiérrez, de la Red Derechos Sexuales y Reproductivos en México, contó cómo su pueblo, San Mateo del Mar, Oaxaca, ha frenado la entrada de las empresas eólicas tratando de evitar un impacto desastroso sobre su territorio y su actividad principal, la pesca. Las mujeres –dijo Roselia- han sido protagonistas de la resistencia al parejo que los hombres.

Rosi Govela, del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (Cesder), compartió la lucha que se está dando en la Sierra Norte de Puebla, contra la imposición de las empresas mineras que actúan sin consultar a los pueblos afectados; enfatizó el papel activo de las mujeres en ese proceso, que ha llegado a los medios masivos de comunicación.

Carmen Osorio, por parte de la RedPAR, hizo un recuento de la lucha de la Red por el derecho a la alimentación, pues la lucha por este derecho es también una lucha ciudadana. Finalmente, Dora Ávila, de Nääxwiin y Comaletzin, habló sobre la participación de las mujeres en las organizaciones sociales mixtas, donde el espacio y el derecho a hablar, a tener cargos y reconocimiento, se gana a pulso y a veces con altos costos personales. En las exposiciones fue evidente que las mujeres son las primeras en defender sus territorios pese a no contar con la titularidad de la tierra, y que tener acceso al uso y a la tenencia de la tierra potencia otros derechos, como el de ser reconocidas como ciudadanas en las asambleas, y tener acceso a créditos, tecnologías, recursos, etcétera.

Por medio de los testimonios, se reconoció que la lucha de las mujeres rurales por ser cotitulares de la parcela y por conservar sus territorios para ellas y sus pueblos, las lleva a enfrentar a varios y poderosos adversarios, pues gran parte del campo mexicano está concesionado a intereses privados y con alta participación de capital foráneo, por ejemplo, las empresas mineras, eólicas y agroindustriales; las mujeres rurales y los pueblos padecen las arbitrariedades o injusticias que llegan de la mano con proyectos como represas e hidroeléctricas, los cuales afectan el medio ambiente, la salud, la economía y la cultura de las comunidades. Las mujeres rurales viven muchos riesgos: la violencia, la pérdida de la alimentación y las amenazas cuando deciden defender sus territorios y los derechos de la ciudadanía, y aún así siguen siendo protagonistas de la protesta.

Las participantes en el Encuentro señalaron la importancia de seguir motivando la participación de las mujeres, de generar alianzas, redes y círculos de apoyo; de erradicar el “ya ni modo, está hecho”, que desalienta la participación ciudadana. Asimismo se proponen recuperar la memoria de las experiencias de lucha por los derechos de las mujeres rurales e indígenas. Claro –reconocen-, es una doble lucha, porque con frecuencia dentro de sus familias, comunidades y organizaciones sociales confrontan estereotipos, limitaciones y falta de acceso a recursos e información. Cierto, dijeron que defienden sus derechos junto con otras mujeres y algunos hombres solidarios. Entre todos construyen día a día caminos hacia una sociedad justa y libre.

Por último, y reconociendo la situación actual de las defensoras de derechos humanos y de los pueblos que luchan porque se respete el derecho a decidir sobre sus territorios, la RedPAR se manifestó ante el gobierno federal y los gobiernos de Oaxaca y Puebla:

  • Por el respeto a la decisión informada de los pueblos del istmo oaxaqueño como San Mateo del Mar, San Dionisio del Mar y Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, que defienden su derecho a decir “no” a las empresas eólicas en defensa de su territorio, su alimentación y su vida.

  • Por el respeto a los pueblos de la Sierra Norte de Puebla en su lucha frente a los proyectos y las concesiones de las mineras y proyectos hidroeléctricos.

  • Porque se investigue y castigue a los responsables de las amenazas en contra de Eva Lucero Rivero Ortiz, defensora de derechos humanos y vocera de la Unión Cívica Democrática de Barrios, Colonias y Comunidades (Ucidebacc), de Pinotepa Nacional, Oaxaca, quien fue amenazada de muerte el 15 de febrero del presente año, vía telefónica, después de haber participado en una reunión con funcionarios del estado de Oaxaca. Del mismo, que modo se haga justicia en el caso de María Dolores Merino Ortiz, Reina Clavel Tapia, Cinthia Narciso Bernal y una menor de edad, integrantes de la UCIDEBACC, quienes resultaron gravemente heridas el 14 de febrero de 2014, tras ser golpeadas por elementos de la Policía Preventiva Estatal durante una manifestación pacífica que realizaban en Pinotepa.

  • Por último, ante los casos recurrentes de violencia obstétrica y negligencia médica en varios hospitales del sector salud en la entidad, exigieron al gobierno de Oaxaca que cumpla cabalmente con el derecho humano a la salud de todas las mujeres, y de manera urgente, la de las mujeres indígenas y de todas aquellas que tienen como única opción los servicios de salud de instituciones públicas.

El tiempo del Encuentro se fue rapidísimo. Todas las mujeres volvieron a sus lugares de origen, a seguir su trabajo cotidiano y a buscar la acción conjunta y con otras organizaciones y redes hermanas.


Vida y milagros de mujeres indígenas

Gisela Espinosa Damián* y Gloria A. Carmona de Alva**
*
Académica de la UAM-Xochimilco y participante de la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales (RedPAR)
**Integrante de Coordinación Interregional Feminista Rural Comaletzin, AC y participante en la RedPAR

Hay mujeres que hacen milagros. Sí, hay cientos de mujeres indígenas rebeldes y creativas que, al percibir los agravios que sufren en su vida cotidiana, sueñan una vida mejor y emprenden proyectos que a primera vista parecen imposibles. En Vida y milagros de mujeres indígenas, Serie de seis libros que acaba de ver la luz, se recuperan sendas historias organizativas que muestran la riqueza y el potencial de los movimientos de mujeres indígenas ante las muy variadas formas en que se concreta la “triple opresión”. Falta mucho para remontar las injusticias y violencias contra ellas, pero este abanico de experiencias revela que el cambio positivo se potencia cuando las mujeres toman la palabra y logran ser reconocidas como sujeto social en lugar de ser objeto del asistencialismo público.

El primer libro de la Serie, escrito por Gisela Espinosa, nos transporta a San Quintín, Baja California, donde un grupo pluriétnico y multilingüe de mujeres que sabe lo que significa jornalear en tierra ajena, emprendió hace casi una década la defensa de sus derechos laborales: Naxihi na xinxe na xihi (Mujeres en defensa de la mujer), echó por tierra la idea de que las jornaleras son simple fuerza de trabajo, dócil e incapaz de poner un alto a la injusticia. Durante años, las naxihi, al parejo que los jornaleros,vivieron en aquellos prósperos valles agrícolas en un estado de excepción que en realidad era la regla: nadie respetaba ni hacía respetar sus derechos laborales, sociales o humanos. Pero a ellas les ha tocado enfrentar problemas adicionales: el incumplimiento de sus derechos en caso de maternidad, el acoso y el hostigamiento sexual, la violencia de género. Ignorar sus derechos, no hablar español, ser indígenas y ser mujeres, se ha traducido en indefensión y explotación extrema y en fuente de jugosos negocios para los empresarios. El miedo a ser boletinadas y no volver a hallar trabajo frenó su respuesta, pero el sufrimiento en carne propia también ha dado lugar a un deseo profundo de cambio. “Queremos todo”, dicen las defensoras: salario y trato justo y digno en los campos agrícolas y buen trato en la vida familiar. Estas admirables mujeres transitaron de la vulnerabilidad y la impotencia a la insumisión y la lucha por sus derechos y por una vida libre de violencia.

En “Manos Unidas” contra la muerte materna. Por una vida maternidad libre y saludable para las mujeres indígenas de la Costa Chica-Montaña de Guerrero, el segundo número de la Serie, también escrito por Gisela Espinosa, se cuenta la historia de un grupo de parteras y promotoras de salud amuzgas, mixtecas y tlapanecas que habitan en una región con altos índices de muerte materna, decesos que podrían evitarse con atención adecuada. Por ello iniciaron su lucha contra la muerte injusta y por la defensa de su vida y sus derechos. La Casa de la Salud “Manos Unidas” es resultado de la indignación y del coraje, pero también del anhelo de vivir una maternidad saludable y gozosa, de vivir de otra manera. En un contexto donde las embarazadas indígenas padecen marginación y violencia social, maltratos y racismo de médicos e instituciones, sometimiento en la familia y en las comunidades, ese anhelo parecía una quimera. Pero estas mujeres hacen milagros: desde la profundidad de las exclusiones que viven en la Costa Chica asumen una posición crítica y creativa y van diseñando una estrategia culturalmente situada para mejorar la experiencia reproductiva de las indígenas y salvar sus vidas. A contrapelo propician la transformación de elementos injustos de sus propias culturas, pugnan por otra relación con las instituciones públicas y construyen su ciudadanía, al tiempo en que aportan valiosas propuestas para repensar la política de salud desde un enfoque intercultural, de género y de derechos.

Gloria A. Carmona, en Construyendo nuevas relaciones por una vida libre de violencia de género, el tercer libro de la Serie, narra la experiencia del Centro para los Derechos de la Mujer Nääxwiin, de Matías Romero, Oaxaca, organización autónoma de mujeres mixes que trabaja en el Istmo de Tehuantepec, región en la que confluyen las culturas: mixe, zapoteca, mixteca, chinanteca, huave y zoque. Por medio de los testimonios de sus protagonistas, se da a conocer la historia de Nääxwiin y los diversos obstáculos que han enfrentado para que sus derechos como mujeres y como indígenas sean reconocidos, no sólo en sus familias y comunidades, sino ante las autoridades e instituciones con las que se relacionan. Al destacar la propuesta metodológica que estas mujeres están poniendo en práctica para que la violencia de género ya no sea vista como algo natural, queda de manifiesto que es posible avanzar en la transformación de las relaciones entre mujeres y hombres cuando existe el compromiso de trabajar en forma conjunta con distintos actores sociales en la construcción de una sociedad más justa. Mensaje de esperanza que nos invita a sumarnos también a esta lucha.


FOTO: Gisela Espinosa Damián

El libro cuatro, Transformación de la justicia comunitaria como un derecho de las mujeres indígenas, escrito también por Gloria A. Carmona, da cuenta de la lucha emprendida por las mujeres de la Casa de la Mujer Indígena Maseualsiuat Kali de Cuetzalan, Puebla, por reivindicar simultáneamente la valoración de su cultura náhuatl y el rechazo de cualquier tradición o costumbre que sirva para justificar o reproducir la violencia de género. Lucha que, poco a poco, ha abierto el camino al reconocimiento de los derechos de las mujeres indígenas de la Sierra Norte y de la Sierra Nororiental del estado de Puebla en distintos ámbitos, incluso en los sistemas de justicia comunitaria, al incorporar valores como el de la equidad de género y el respeto a las mujeres. A lo largo de estas páginas, las integrantes de la organización comparten sus motivaciones y logros, así como los obstáculos y desafíos que enfrentan en las múltiples tareas que realizan para la prevención y atención de la violencia de género con la participación tanto de las propias indígenas, como de algunos varones y autoridades que se han sumado al compromiso de hacer valer los derechos de las mujeres. Ardua labor que aún está en proceso, pero que ya empieza a dar frutos alentadores y valiosas lecciones.

Gisela Espinosa, en el quinto número de Vida y milagros, recupera la experiencia de Ichikahualistli sihuame (La fortaleza de las mujeres), en lucha contra la violencia hacia las mujeres de la Sierra de Zongolica, Veracruz. Y es que en los años 2007 y 2008, esa hermosa sierra se vio ensombrecida por la muerte violenta y nunca satisfactoriamente explicada de varias mujeres nahuas entre las que destacó el caso de Ernestina Ascencio. La preocupación que despertaron los hechos llevó a la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) a promover la creación de una Casa de la Mujer Indígena. Así surgió Ichikahualistli sihuame, cuyas promotoras decidieron luchar por una vida sin violencia. “No era fácil, muchas mujeres la padecían pero no sabían que tenían derechos y que podían defenderse de ella. Ni siquiera lográbamos que hablaran del problema”, dicen. Y descubrieron el teatro popular como un poderoso recurso para romper ese silencio. ¿Qué procesos personales y sociales se desencadenan cuando sale a la luz ese callado sufrimiento?, ¿de qué manera, un problema personal se politiza y se convierte en asunto de interés social? Este libro aborda esas preguntas y ofrece luces y esperanzas de cambio ante un doloroso asunto que viven muchas mujeres.

Por último, en el sexto libro, Movilizando conciencias para prevenir y atender la violencia de género, Gloria A. Carmona se adentra en la vida del Centro Alternativo para el Desarrollo Integral Indígena (CADIN) de Sihó, Yucatán, para conocer su proyecto Casa de la Mujer Maya Toj Óolal Puksi,IkIaal (Sanando el corazón) y descubrir sus estrategias para prevenir y atender la violencia de género. En un contexto en el que privan grandes desigualdades de género, clase y etnia, las integrantes de CADIN defienden y promueven los derechos de las mujeres y la importancia de brindar atención a la salud integral desde su cosmovisión maya, recuperando valores y principios ancestrales de su cultura. Además, como el grupo se inició trabajando con niñas y niños, la preocupación por la infancia constituye una fuente de inspiración de variadas acciones e iniciativas comunitarias que buscan incluir a personas de todas las edades en la defensa y promoción de sus derechos humanos. Por lo que, ante el drama y las consecuencias sociales que trae consigo la violencia de género, la experiencia de CADIN constituye, sin duda, una muestra de que vale la pena trabajar para hacer posible una vida más justa y más digna.

En conjunto, los libros de esta Serie recuperan las experiencias de valiosos equipos de mujeres indígenas, algunos con una larga trayectoria, otros, constituidos a partir del proyecto Casa de la Mujer Indígena(CAMI), iniciado hace diez años por la CDI. Todos comparten la relación y el apoyo financiero y en capacitación que la CDI proporciona desde el proyecto CAMI, sin duda uno de los más innovadores de la institución, que ya está dando frutos y abriendo temas de reflexión y profundos procesos de transformación social y cultural en las regiones indígenas. De este modo, las CAMIs, son ya un referente en la lucha para prevenir y atender la violencia de género y la mortalidad materna; son también una fuente de propuestas metodológicas y de acción, lingüística y culturalmente situadas, en la defensa de los derechos de las mujeres indígenas, en un marco de injusticias sociales, institucionales, comunitarias y familiares. La Serie evidencia que, en manos de las CAMIs, la perspectiva de género, la interculturalidad y el enfoque de derechos, no son discursos dados y formales, sino proceso constante de apropiación, resignificación y creación, regido por el interés vital y el compromiso de mujeres indígenas que se asumen como sujetas sociales dispuestas a transformar la realidad que las oprime.

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