Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El mundo en un pañuelo

1.- Del natural

U

n hombre duerme la siesta junto a tres o cuatro metros cuadrados de granos de café secándose al sol. Su mujer en una butaquita, casi en cuclillas, borda algo primoroso. Él viste calzón blanco y camisola, como un griego antiguo, como un tzotzil moderno. Ella, el huipil morado y azul de la región. La composición del cuadro es clásica, y su proporción áurea. El hombre duerme a gusto sobre el suelo duro, como si fuera su petate. Alguna bruma en los campos. El sol, constante.

* Dientes de rabia blanca. Mazorcas desgranadas. Una ametralladora de granos en la molienda de las balas que matan el hambre humana.

* Blancos y fijos como un lienzo sobre la fachada vieja, en una ventana del barrio chino, recién lavados y en orden cubista, toman el sol de la tarde una camiseta, unos calzones de hombre semi largos y unos calcetines de pie grande. Al lado, otra ventana sólo enmarca un breve negligé rojo puesto a secar con el mismo esmero. Indicios de lo desconocido.

* El tren azota las riendas que le tiende el andén, acompasado y firme. Llega decidido a la estación y se detiene con parsimonia, timbra, rechina los neumáticos. Agudo, rechina otra vez. Abre las fauces, escupe gente.

* Cada pequeño suceso cuenta un gran chiste demoledor. Y qué te queda, ríes. Si no qué.

* El muelle abre la boca y se traga al océano; es su última oportunidad de nadar para nada y dormir despacio. Sólo sus fantasmas han encontrado cómo seguir despiertos.

* Hasta en tus peores momentos sabes que para ciertas cosas nunca fuiste pendejo.

* Sé que no te importa si a donde vas es lejos; si sabes bien dónde queda; si llegarás. No serán dudas socráticas las que te detengan, ni el discurso del método lo que te distraiga. La reflexión no es lo tuyo. Descuida, las vueltas no vuelven.

* Alcanzas un punto en que te debes tragar tus palabras. Así de canija llega a ponerse el hambre. Y entonces las evitas, que para no intoxicarte. A eso se le llama silencio.

2. Romance

Ella es de una pronunciada belleza, hasta vértigo da verla.

Él vive por error y adormilado si tú quieres, pero ni por descuido se le desabraza. Declara que nació al abrazarla, pero la fruición de su boca delata su pasado. Le dice: Tú y la lluvia no dejan de impresionarme. Cada vez algo tan común como llover me sobrecoge y maravilla. Y las tormentas. La de rayos. Siento nostalgia de los chubascos que escampan.

Ella replica: Qué lentos son tus sueños. Qué disparejos.

Un tercero la interpela por telepatía: Espera, eres los mejor que él ha conocido jamás, quédate un poco para que yazgan. Nadie te habrá adorado igual.

3. De la parca

La parca pronunciación que antecede a la cosa, entre las cosas que la acogen, o repelen, o simplemente la rodean. Pocas letras, a veces muy pocas, bastan para nombrarla con nitidez, y pueden ser ávidas, devorar la cosa dicha en una, dos, rara vez más de cuatro sílabas. ¿Qué la crea? Por pereza trascendental el comienzo se atribuye a los dioses: primero fue el verbo, la cosa luego. La labor adánica consiste en nombrarla. La ciencia ha creído encontrar en el origen la necesidad, de la cosa y de decirla.

4. La comunicación social

* Todo viene en fragmentos sin orden, asimétrico, simultáneo en grado paralizante; la múltiple ambición de hacerlo todo de una buena vez consumida en el intento, olvidada del añejo hábito de perder el tiempo, que era donde nacían las ideas. Algunas. Las buenas. El pensamiento se escribía ligero, rápido, preciso, solitario y sin importancia para otros. No aún. No por el momento. El pensamiento se detenía. Subrayaba. Divagaba. Leía. Leía.

* Éramos imposibles de rastrear. Solitarios en el sitio de cada certidumbre. O bien acompañados, y cada compañía era completa y la presencia física indispensable. Hablar por teléfono era una actividad exclusiva que involucraba casi toda la atención del cuerpo, los cabos sueltos de las neuronas garrapateaban hojas sueltas, o la pared llegado el caso. Los ojos le cedían el asiento a la conversación a ciegas, dóciles y entendidos. Se mentía menos, aunque resultaba más fácil hacerlo. La distancia importaba, mucho. El mundo conocido era inimaginable y amplio pero no tan abigarrado, con espacio para todo, incluso para que no hubiera nada. En cambio el horror vacui informativo del presente no tolera este tipo de hiatos. Todo espacio, por comprimido y codificado que esté, debe ser llenado. No hay espacio suficiente para una idea sola. Tienen que estar todas. O ninguna. Y así todo queda en nada en cualquier momento.

* Put down your phone and meet sombody (Haz a un lado tu teléfono y conoce a alguien): leyenda a la entrada del Trocadero Club.

5. Sotavento

Mil garzas blancas y unas pocas grullas grises en vuelo cóncavo copan los árboles. En la verde cuenca los ríos atraviesan su planicie con los ojos bien abiertos. Los grandes árboles de Sotavento (la magnitud de su sombra). Aquí la distancia va más rápido que el tiempo.