Opinión
Ver día anteriorMartes 18 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sobre la ocupación de Ciudad Universitaria
¿A

dónde llegan los hilos que unen con el exterior a los grupos que se disputan el control del auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México? Esta es una de las preguntas que muchos universitarios nos hacemos.

La interrogante es pertinente, pues la mayor contribución que pueden hacer los integrantes de una comunidad dedicada a la enseñanza, la investigación y la difusión de la ciencia y la cultura ante acontecimientos como los ocurridos recientemente en ese espacio, es examinar los hechos que ayuden a entender qué ocurre.

¿Acaso tenemos que ser tan ingenuos como para pensar que se trata solamente de grupos de jóvenes estudiantes rebeldes de esa institución en busca de caminos libertarios?

¿Cuáles son los hechos? Dos grupos se disputan el control del citado auditorio empleando para ello la violencia. Rostros ensangrentados, pieles perforadas por perdigones disparados, heridas de hasta 15 centímetros o más en brazos, piernas y cabezas. Puertas abiertas a golpes, cristales destrozados. Grupos que se acusan unos a otros, violencia verbal, amenazas…

Estos hechos son inadmisibles, además que un espacio universitario que antes estuvo dedicado a las ciencias, las artes y las humanidades –el auditorio Justo Sierra, bautizado también como Ché Guevara por el movimiento estudiantil de 1968–, ha sido secuestrado durante 14 años, periodo en el que han desfilado numerosos grupos políticos, que pelean o se transfieren el control de ese lugar emblemático que pertenece a todos los universitarios, el cual, por momentos, se ha visto convertido también en auténtico basurero (ver, por ejemplo, nota de Karina Avilés La Jornada 24/08/2003).

Una característica de esta ocupación es que los integrantes de estos grupos o al menos varios de ellos ocultan sus rostros. Enormes carteles prohíben cámaras fotográficas, grabadoras, videos, que pudieran ser usados para identificarlos. Está prohibido a los representantes de los medios de comunicación el acceso a las asambleas: así todo ocurre a espaldas de la comunidad universitaria y la sociedad. ¿Quiénes son?

Varios hechos muestran que en estos grupos participan personas que no forman parte de la Universidad Nacional Autónoma de México. Incluso en los actos violentos del 3 de marzo se identificó entre los presuntos agresores a un joven proveniente de la escuela normal de San José Tenería, en el estado de México. ¿Qué tienen que hacer estudiantes de las escuelas normales de los estados en actos violentos en el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras?

Siempre me he preguntado por qué algunos grupos cuyas causas están supuestamente asociadas con movimientos campesinos, obreros, indígenas o anarquistas, que luchan contra el poder, deciden tomar instalaciones universitarias, en lugar de ir, por ejemplo, a Los Pinos, el Congreso de la Unión, el Campo Marte, Televisa u otros lugares. La respuesta es muy simple: la ocupación no duraría ni dos minutos. Se trata entonces de un abuso, pues para los universitarios la violencia no tiene cabida. La ocupación abusiva no se puede enfrentar con la violencia.

El problema no es de solución sencilla, pues los grupos que tiene ocupado el auditorio ejercen chantaje contra la universidad, pues, como acabamos de ver el pasado 3 de marzo, para ellos el lenguaje de la violencia es habitual y sus consecuencias son difíciles de predecir.

En mi opinión, se puede formular una hipótesis: quienes ejercen el chantaje sobre la universidad no son los grupos que tienen ocupado intermitentemente el auditorio: ellos solamente son un vehículo, una herramienta de grupos externos a la UNAM. Es a ellos a quienes es preciso desenmascarar y a quienes los universitarios debemos exigir la devolución de las instalaciones universitarias ilegalmente ocupadas.