Opinión
Ver día anteriorMiércoles 19 de marzo de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Autoridad moral
A

las estrategias de la unión euroatlántica (OTAN) y la de Estados Unidos, respecto de dos de los puntos sensibles de la política internacional actual (Ucrania y Venezuela) las aquejan similares debilidades. Ambas embestidas geopolíticas se apoyan en grupos internos de certificada tendencia hacia la extrema derecha. Ninguno de estos agrupamientos es mayoritario en sus respectivas sociedades. Y frente a ellos se erigen sendas oposiciones de naturaleza histórica, racial y cultural, en Ucrania, y de clase, orientación ideológica y de reivindicaciones sociales, en Venezuela. La intensa y extendida propaganda para apoyar tales intenciones, con claro corte imperial, ha logrado matizar, hasta con tintes de heroísmo, las revueltas populares alentadas en esos países. Pero, en ambos casos, no se sopesaron bien varios factores que inciden en la conformación del poder regional y preludian resultados bastante alejados de las intentonas golpistas. Para Venezuela, además del sostén de su pueblo, la solidaridad de las naciones de Sudamérica es un factor primordial. Para Ucrania y, en particular para esa parte de ella localizada al sur y este del país, así como para la más sensible situación de la península de Crimea, la respuesta rusa y de los países de los BRICS, a los cuales pertenece, será también determinante.

En Ucrania, a pesar de los iniciales impulsos populares de buena parte de la sociedad de Kiev que prefiere inclinarse hacia el europeísmo, el papel jugado por los neonazis (afiliados al partido Svoboda) fue crucial para defenestrar al corrupto presidente Yanukovich. Una colección de personajes bien aposentados dentro de las estructuras de poder ucraniano pertenece a esta organización partidista. Con tal sello en la frente se puede identificar a varios ministros, desde la Defensa hasta Economía. La agricultura está encomendada al principal terrateniente del país. La ecología y el sensible puesto del Consejo de Seguridad también están en manos de miembros de Svoboda. Son estos arietes los que, en una operación harto oscura, obligaron al presidente en funciones a huir. Así, el identificado agrupamiento de fascistas permitió expresar, a la subsecretaria de Estado para asuntos del Este de Europa (Victoria Nuland) su ahora célebre frase: Fuck the EU al empujar el patrocinio estadunidense a este clan mafioso. Fue ingenuo pensar que la Federación Rusa quedaría cruzada de manos viendo como Ucrania basculaba a favor de OTAN, la UE y Estados unidos.

El gobierno estadunidense, ahora presidido por Barack Obama, ha padecido además serias erosiones en su autoridad moral. Se recuerda su dubitativa actuación frente a Irán; sus amenazas de bombardeos a Siria que, después de las sugerencias de Putin, fueron retiradas de manera clandestina del escenario público. Otra serie de desplantes y posturas intervencionistas de sus voceros, agentes oficiosos o actores principales respecto a Venezuela forman ya un cúmulo de difícil aceptación en el escenario mundial. Las confrontaciones que en defensa de sus llamados intereses nacionales se van sucediendo de manera continua no le permiten a esa potencia económica y militar transmitir de manera ordenada, creíble, certera o congruente, sus displicentes posiciones. La narrativa que con frecuencia inusitada invocan acerca de sus defensas de la libertad, el libre comercio, la democracia o los derechos humanos ha caído ya en franco desprestigio en varios lugares del planeta.

Las difundidas sanciones y la tajante no aceptación del referendo en Crimea por el gobierno estadunidense no se han hecho esperar. El mismo presidente habló de los severos castigos por venir contra Rusia. Pero mucho o casi todo lo anunciado quedará envuelto en una nebulosa que el tiempo diluirá. Confrontar a una potencia como Rusia no es asunto trivial. Entre otros elementos a conjugar en este diferendo se incluyen los siguientes: Rusia tiene alrededor de medio billón de dólares de reservas externas; su capacidad militar le alcanza, holgadamente, para su defensa; sus relaciones comerciales con Europa son cotidianas y mayúsculas (gas, sobre todo), hasta convertirse, hoy día, en el tercer cliente de la UE. Además, su inclusión en el grupo de los llamados BRICS le da una plataforma de apoyo formidable. Todo esto forma un cúmulo de elementos que harán caer en el vacío los alegatos sancionadores del gobierno estadunidense.

El caso venezolano, más cercano a los efectivos intereses mexicanos, es arquetípico de las demonizaciones actuales que lanzan las élites estadunidenses. Los discursos, preconcepciones y fantasías han calado, sin embargo, en buena parte de esa sociedad estadunidense. Arropados en su ya colosal arrogancia que los lleva a erigirse, por su propia decisión, en policías y salvadores del mundo, su alegada autoridad la tratan de ejercer, en especial, en su esfera de completo dominio: Latinoamérica. Desde sus centros neurálgicos de poder y propaganda han desatado toda una campaña de denostaciones contra su foco de tentaciones central: la Venezuela de Chávez, el socialista, antípoda del conservadurismo sajón. Y ahí, junto a este programa de rescate imperial se han ido los medios de comunicación del subcontinente (los de México incluidos) y buena parte de los europeos recargados hacia la derecha. Destacan en esta campaña los españoles, con El País al frente, que se hacen eco de cuanta falsedad publican los diarios y cadenas estadunidenses. Toda una nube de analistas, críticos y académicos orgánicos a tales posturas ideológicas se han sumado con entusiasmo arrobador tras la persecución de la vida democrática, la libertad y el motejo de represor del gobierno venezolano. Algunos oráculos locales han llegado a presumir frases domingueras: el peor enemigo del chavismo es Maduro, dicen convencidos de su tontería. La táctica de tirar a Maduro a golpes de escaramuzas callejeras no conseguirá su ambicioso objetivo. Son minúsculas facciones de alebrestados y agentes provocadores. Unasur, ALBA, la Celac y los países andinos pesarán para asegurar la continuidad del gobierno bolivariano.