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En su primera visita a México, Ji-Hae Park prodigó virtuosismo en la estación Chabacano

Concierto espontáneo en el Metro de la violinista de la esperanza y la alegría

Centenares de usuarios disfrutaron de la música de Vivaldi, acompañada de teclado electrónico

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Ji-Hae Park –con su violín Guarneri, construido en 1735– deleitó a los metronautas en la estación Chabacano, durante el recital que por primera vez ofreció en un sistema de transporte subterráneoFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Jueves 20 de marzo de 2014, p. 4

La violinista Ji-Hae Park, en su primera visita a México, por primera vez tocó en una estación del Sistema de Transporte Colectivo Metro, en la ciudad de México.

El martes, por la tarde, la intérprete emocionó y contagió con su carismática energía a centenares de usuarios en la estación Chabacano del Metro.

Fue una presentación de 45 minutos, realizada como parte de la edición 30 del Festival Centro Histórico México, donde la reconocida artista de origen coreano prodigó su depurada técnica, virtuosismo y vitalidad en un programa que llevó la música clásica a los parajes del rock y el pop.

¿Quinientas, 600, 700 personas? Autoridades y personal de vigilancia del Metro no precisaron la cifra de la audiencia allí reunidas. Lo cierto es que era un tapiz humano y se movía cual olas marinas siguiendo los ritmos de la música.

Durante el inusitado concierto, efectuado en medio de un húmedo y despiadado calor humano, la concurrencia vibró y se entusiasmó con las versiones de El invierno y La primavera, de Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi; El vuelo del abejorro, de Rimsky-Korsakov, y el influjo gitano de las Csárdas (danzas tradicionales húngaras).

Acompañada en el teclado electrónico por su compatriota Miloy Canete, Ji-Hae Park hizo patente que la música es una expresión de alegría y esperanza, como ella misma dijo al presentarse en un bien intencionado español.

Y también que no importa si se trata de una obra clásica o pop, porque finalmente el sentido de la música es el mismo: conmover, decirnos algo y hacernos sentir mejor, como comentó en inglés al enjambre humano que atiborró uno de los pasillos de transbordo de esa estación, una de las de mayor afluencia en la ciudad, al conectar tres líneas de ese sistema de transporte.

Flechazo intérprete-audiencia

Con silbidos ensordecedores, ovaciones atronadoras y gritos, la concurrencia correspondió a la entrega de Ji-Hae Park en cada una de sus ejecuciones, así como su peculiar e intenso estilo de contonear su menuda anatomía al tocar, más propia de un roquero que de un intérprete de música de concierto.

El flechazo artista-audiencia ocurrió desde el primer momento, cuando ella descendió sonriente por las escaleras, saludando cual estrella pop y con una vestimenta propia de esta figura: un pantaloncillo amarillo corto y unos llamativos leggins (mallones) dorados y tenis de ese color.

Los metronautas –muchos de los cuales no sabían qué o a quién esperaban, pero lo hacían con paciencia– disculparon la casi media hora de demora que tuvo la presentación y vitorearon a la ejecutante desde que por vez primera tomó entre las manos su hermoso violín, un Guarneri construido en 1735.

El contacto entre intérprete, música y escuchas fue directo e intenso, in crescendo, con obras del repertorio clásico en versiones modernas, poderosas, revestidas de estamina, lo cual no impidió la aparición de pasajes de bellas sutilezas.

La espontánea audiencia quedó satisfecha, como denotaba la sonrisa en decenas de rostros y los comentarios positivos por lo que acababan de ver y escuchar.

Concluida la sesión, poco a poco el lugar se despejó y regresó al intenso ritmo de cotidiano, no sin refrendarse, por enésima ocasión, que las estaciones del Metro son territorio de lo ignoto, donde lo insospechado puede pasar, por lo menos en la ciudad de México.

Es la primera vez que Ji Hae-Park, de 28 años, visita México y se presenta en un sistema de transporte subterráneo, según dijo a La Jornada, y admitió que para ella no existe diferencia entre tocar música académica y pop.

Toco lo que siento en el momento, aunque también depende dónde voy a presentarme. Si es una sala de concierto, obviamente el repertorio es serio; si es un lugar público, algo más ligero. Finalmente, la música nos dice algo a todos, y eso es justo lo que me interesa: comunicarme a través de ella.

Para la violinista, hacer música es un acto de libertad y energía, pues se trata de una de las expresiones humanas más nobles y honestas, más generosas. Por eso gusta presentarse como la violinista de la esperanza y la alegría, explica, porque ese es el sentido que encuentro en la música.

La presentación de Ji Hae-Park en la estación Chabacano del Metro precedió al concierto que ofreció la noche de este miércoles en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo colegio de San Ildefonso, en el Centro Histórico.

El programa en ese recinto incluyó la Sonata para violín número 1, de Brahms; Tzigane, de Rachmaninov; Souvenir de Corea, de la autoría de Ji Hae-Park, y Danza macabra, de Saint Saëns, así como Ruralia hungarica, de Erno Dohnanyi, y una selección de piezas clásicas en versiones modernas.